La agricultura regenerativa

Y otros conceptos de producción agropecuaria

Puntos cardinales

Pablo J. Innecken

Pablo J. Innecken

Hace Hace unas semanas, tuve la oportunidad de conversar con una serie de productores agropecuarios familiares de América Latina y Estados Unidos, quienes están reunidos en una coalición para potenciar lo que ellos llaman la agricultura regenerativa. Un concepto que me pareció curioso y que me trajo una serie de interrogantes que he tratado de indagar más a fondo.

El concepto de agricultura regenerativa, per se, es sumamente novedoso e interesante, involucra la aplicación de técnicas de cultivo amigables con el ambiente, a nivel de la capa externa del suelo, y la planificación adecuada en la producción agroalimentaria colabora en la regeneración de los suelos, aumenta la biodiversidad, favorece el ciclo del agua y amplia los servicios ecosistémicos.

Todo ello tiene una incidencia para frenar el cambio climático y disminuir la pérdida de biodiversidad. Está probado científicamente que la variabilidad genética de las plantas y animales aumenta gracias a un
balance ecosistémico saludable, y ello involucra, a las especies de flora y fauna que se utilizan en la producción agropecuaria.

Es por ello, que las alianzas entre diversos sectores de la sociedad, incluyendo al gobierno, al sector privado y a la sociedad civil, son fundamentales para dar soluciones concretas a problemas que todos sufrimos de una u otra forma, y ello fue lo que pude percibir de esos agricultores familiares que estaban unidos para promover la producción agropecuaria sostenible.

Es un hecho que todos percibimos el cambio climático, vemos la contaminación de los ríos, la extinción de especies, el aumento del costo de la vida, tanto los como consumidores de alimentos, como los productores de la industria agroalimentaria.

No obstante, no todas las poblaciones llevan el mismo peso sobre sus hombros. Las poblaciones más pobres y excluidas son las que llevan la peor parte. Hablo aquí de las personas migrantes, afrodescendientes, indígenas, las mujeres jefas de hogar, los productores artesanales y los agricultores familiares de pequeña escala.

Es por ello que conceptos, que a veces se ven como disociados, como el de agroecología, agroforestería o restauración ecosistémica, son interesantes en términos de productividad y por ello, merecen un debate a profundidad: son técnicas que permiten contar suelos más sanos y por ende con mayor rendimiento, colaborando con la sostenibilidad ambiental en sus tres pilares: económico, social y ambiental, y atrayendo una serie de beneficios indirectos importantes en temas como: calidad del agua y el aire, aumento del ecoturismo por el paisaje rural sostenible, financiamiento a través de servicios ecosistémicos y otros.

En este sentido, Costa Rica es uno de los países que internacionalmente favorece más este tipo de diálogos en espacios como el de la FAO, en donde el país lanzó la Década de Agricultura Familiar que busca visibilizar el aporte de los productores rurales familiares en la creación de sistemas alimentarios resilientes y sostenibles, promoviendo técnicas de producción amigables con el ambiente y evidenciando la importancia de las mujeres en la producción de alimentos y de los jóvenes en el relevo generacional de la producción agropecuaria y pesquera.

No obstante, persisten numerosos retos que tenemos que abordar: el sector agropecuario, que fue el sector de la economía que dio la cara en la pandemia evitando una crisis de alimentos mundial sin precedentes, es usualmente la población más desprotegida, con poco acceso a servicios públicos, con grandes índices de pobreza y exclusión.

Es paradójico que quienes producen lo que comemos, sean los que más sufren la pobreza. Por ello, la labor del Estado, de la sociedad civil organizada y de las alianzas público privadas es sustancial. Los formuladores de la política pública a todos los niveles, deben emprender acciones concretas para apoyar a los productores agropecuarios a contar con el conocimiento e incluso la tecnología en temas como el uso eficiente del agua, aprovechamiento de la riqueza de los suelos o el uso de material fitogenético más fuerte contra el cambio climático y las plagas.

Experiencias exitosas como el bagaje científico-técnico que proveen estructuras tales como la Alianza Mundial de los Suelos, la Convención de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura, la Alianza para Agricultura Climáticamente Inteligente o el Livestock Environmental Assessment and Performance (LEAP-Partnership) de la FAO, así como instrumentos tales como el Plan de Acción Global de Agricultura Familiar, que se constituyen en materiales y espacios de diálogo y negociación política y técnica, cuyas conclusiones se encuentran a la mano y que pueden inclusive generar la movilización de recursos financieros para proyectos de producción agrícola sostenible.

En este mismo sentido, Costa Rica aboga por ejemplo por las Soluciones basadas en la Naturaleza, un concepto ya multilateralmente acordado por las Naciones Unidas (pasada Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, celebrada en Nairobi este año), que consiste en que para brindar respuesta a los retos que el ser humano tiene en términos tales como la seguridad alimentaria, nutrición, acceso al recurso hídrico, se requiere poner en práctica acciones y estrategias que tomen el potencial de la naturaleza desde una perspectiva de protección y sostenibilidad, y lo aprovechen para beneficiar al ser humano.

Las Soluciones basadas en la Naturaleza, involucran acciones como, por ejemplo, la restauración de ecosistemas, el manejo sostenible de los suelos, la protección de los mantos acuíferos, y otro tipo de acciones que tienen incidencia positiva en la calidad del aire, el abastecimiento del recurso hídrico o la sanidad de los suelos, elementos que coadyuvan a la producción agroalimentaria.

Pero paralelamente a todo esto, se deben propiciar espacios de capacitación, de diálogo y de concertación a nivel local, incluyendo a las poblaciones más jóvenes, para hacer frente a ese gran reto que tenemos como humanidad, que es el relevo generacional en las zonas de producción agropecuaria.

La producción de alimentos del futuro cercano, requerirá que el campo comience a ser atractivo para las poblaciones más jóvenes, pero para ello se requiere acceso a servicios públicos, oportunidades educativas a todos los niveles, aumento del uso de la ciencia y la tecnología para la producción agropecuaria sostenible, conexión del productor a los mercados para evitar el costo de los intermediarios, y por supuesto, una retribución económica a las y los agricultores que sea justa y garantice su supervivencia desde una perspectiva económica competitiva.

El gran reto que tenemos entonces, subyace en el logro de la sostenibilidad del sector agroalimentario en sus niveles económico, social y ambiental, en donde producción y protección vayan de la mano y no sean mutuamente excluyentes; asegurando no solamente la regeneración biológica del planeta, sino también permitiendo mayor y mejor productividad agropecuaria, una revitalización de la calidad de vida del agricultor y aportando al relevo generacional en el sector. Requeriremos lograr por ello, de una forma ambiciosa y de una vez por todas, hacer la paz con la naturaleza y potenciar así los beneficios que el entorno nos da.

Master en Diplomacia.

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