India, una divinidad llamada Modi

Guadi Calvo

India

La manipulación religiosa existe desde el principio de los tiempos, y sin duda, desde ese primer Dios, un todopoderoso, que todo lo ve y todo lo puede, emergido de la necesidad de un grupo, para someter a otro. Lo que, muy posiblemente, precipitó la primera guerra religiosa, exactamente el día, que los sometidos, se inventaron el propio, todavía más poderoso, que el de sus enemigos. El resto, está escrito.

Desde entonces, desde que, en aquella recóndita cueva, en que el primer santón interpretó, el sentido del trueno y el ardor y la luz del fuego, y se fundó la idea de que “mi” Dios es el verdadero. Con mil variantes, hemos arrastrado esa idea hasta hoy, sobre miles de millones de muertos, todos ellos, obviamente, impíos.

Por lo tanto, no es nada nuevo, lo que el Primer Ministro indio, Narendra Modi, acaba de consumar, con la inauguración del templo o Mandir, Ram o Rama, en la ciudad de Ayodhya, en el estado de Uttar Pradesh, al norte de su país, a orillas del río Saryu, una afluente del Ganges, repitiendo el pasado día veintidós, tal como si hubiera estado presente, lo dicho por aquel chaman, vaya a saberse en qué cueva, hace miles de años.

Rama, es el principalísimo dios del hinduismo, que, junto a otros ocho principales, cuenta, con más de trescientos millones de diversas divinidades diversas. Todas auténticas.

El acto de fe del Primer Ministro, se encierra dos arcanos revelados, Modi, ha levantado ese templo en su propio beneficio y a los millones de impíos muertos, en nombre de Dios, cualquiera sea su nombre, se sumarán algunos centenares más, seguramente, en su gran mayoría musulmanes.

La ecuación para adelantarnos a estas muertes, es sencilla, ya que en el predio donde se levantó este monumental mandir, fundado en el 1527, la Babri Masjid o mezquita de Babur, por el emperador musulmán mogol, Zahir ud-Din Muhammad Babur, quien ordenó su construcción.

En el marco de la guerra solapada, que se inició tras la partición entre India y Pakistán de 1947, entre musulmanes e hindúes, en noviembre de 1992, la masjid fue asaltada, saqueada y literalmente demolida, por una horda fundamentalista de unos 75 mil hindúes, al grito de Mandir wahi banayenge (el templo se construirá allí mismo), hecho que disparó en toda India, batallas campales entre los seguidores de Allah y Ram, que dejaron entre dos y tres mil muertos, mayoritariamente musulmanes.

Los asaltantes del templo fueron miembros la Rashtriya Swayamsevak Sangh o RSS (Asociación Patriótica Nacional), una organización paramilitar de castas altas, y del Bharatiya Janata o BJP (Partido Nacionalista Hindú), todos fieles seguidores de la Hindutva, un concepto supremacista hindú, que, en 1923, elaboró Vinaiak Dámodar Savarkar, un colaboracionista de los británicos, al que podríamos, parangonar, con el oscuro maestro egipcio, Hasan al-Bannā, quién, en 1928 iba a fundar, exactamente con los mismos principios extremos, a los Yami’at al-Ijwan al-Muslimin, (Hermanos Musulmanes). Organizaciones que el Foring Office, ayudarían a formar para operar como bombas de retardo, si caso el Comunismo o el nacionalismo laico, alcanzase sus colonias.

En estos movimientos es donde se educa, Modi, perteneciente a una casta inferior, comenzó como un modesto vendedor de té, al igual que su padre, cuya militancia lo ha disparado a lo más alto de la política de su país, por ende, también a nivel mundial.

Desde entonces, los sectores más reaccionarios del hinduismo, religión oficial de India, con cerca de mil millones de fieles, se propuso levantar el templo en honor a Ram, ya que ese sería el lugar de nacimiento del “Señor”. Lo que es debatido por muchos expertos, de manera extremadamente, acalorada, a pesar de que no existe mucha evidencia, ni histórica, ni arqueológica, suponiendo que los Dioses nazcan.

Trabada esa posibilidad judicialmente, hasta 2019, cuando ya Modi, llevaba cinco años en el poder, se inició la construcción, para lo que el estado indio invirtió unos 3.900 millones de dólares, ya que, en espera de la afluencia de ciento de millones de fieles, serán un negocio monumental, lo que ese movimiento de personas, va a dejar tal como sucede en el Vaticano y en La Meca. El edificio, construido sobre un terreno de casi treinta hectáreas, tiene tres pisos revestidos de mármol blanco, arenisca y anclada en granito y teca, que cuenta con cuarenta y cuatro puertas y 392 pilares, minuciosamente tallados.

Solo el día de la inauguración, la ciudad, con tres millones de habitantes, 500 mil de ellos musulmanes, con cuarenta y cinco mezquitas, recibió medio millón de Karsevaks (peregrinos) además de los ocho mil invitados del gobierno, (políticos, diplomáticos, empresarios, artistas y estrellas de Bollywood, y del deporte, donde faltaron representantes de la principal fuerza de oposición el partido del Congreso) junto a reformas estructurales de la ciudad de Ayodhya, que incluyen rutas, un nuevo aeropuerto, estaciones de tren, con acceso al templo mismo, para lo que se debieron demoler unas tres mil construcciones (viviendas, locales comerciales y kioscos religiosos) a un valor promedio de 1.200 dólares por lo que unos seiscientos de los desplazados no han conseguido todavía donde instalarse. Aunque, si está garantizada, la comodidad de lo que se estima, serán 150 mil visitantes por día, que representan siete veces el número actual. A los que los espera, además de una reluciente rampa, de trece kilómetros de extensión, para darles albergo grandes cadenas hoteleras internacionales, como la Radisson y la Taj construyen nuevas propiedades, y se proyectan unos cincuenta nuevos hoteles, complejos de viviendas. E instalación de gigantografías desde donde, no solo se exalta la vida de Rama, sino que la vincula con la idea de la Hindutva.

La religión del autoritarismo

Desde que Narendra Modi llegó al poder, primero como Ministro Jefe (gobernador) de su estado, Gujarat ocupando dos periodos (2001-2014) para llegar a la máxima función en el complejo estado de la Madre India, en 2014, y tras ser reelegido en el 2020, se postula para un tercer periodo, en las elecciones que se desarrollaran entre abril y mayo de este año, que los analistas indios, ya dan cómo una victoria segura. Siempre la articulación de la islamofobia, ha sido una de sus herramientas gubernamentales. Apenas nombrado gobernado en Gujarat, un extraño incendio de vagones de peregrinos hindúes, provocó la muerte de sesenta de ellos, desatando una cacería de musulmanes, que se extendió por varias semanas, que termino con la muerte de dos mil, de ellos, sin que finalmente, después de años de procesos judiciales, nadie fue condenado.

Modi, implementó las mismas políticas islamofobia desde su llegada a Nueva Delhi, en 2014, mandando a los grupos de choque, de la RSS y del BJP, a provocar de manera constantes incidentes a lo largo del todo el país contra la comunidad islámica, que se han saldado con docenas de muertos y la destrucción de viviendas y comercios pertenecientes a esa comunidad, que, con 220 millones de fieles, es la segunda del país después del hinduismo. Al tiempo que diferentes leyes como la Enmienda de Ciudadanía (CAA, por sus siglas en inglés, una estratagema para dejar sin nacionalidad a miles de musulmanes o la revocación del artículo 370 de la Constitución india que otorgaba un estatuto especial al estado de Jammu y Cachemira, de mayoría islámica.

Estas provocaciones han tenido su correlato internacional, con el establecimiento de relaciones diplomáticas y comerciales con el engendro sionista, que ocupa Palestina y en este tiempo, el apoyo enfático, al genocidio en Gaza.

Por lo que la inauguración del mandir de Ayodhya, no augura nada bueno ya no solo para los musulmanes, indios, sino también para otras minorías y a los muchos hindúes, que no se ciñen al fanatismo de la Hindutva y siguen practicando el pluralismo y la tolerancia, el corazón de su creencia.

Mientras que, utilizando jueces adictos, Modi, ya estar articulando la demolición de más mezquitas como la de las ciudades de Gyanvapi, demolida en 2018, la Mathura, Varanasi y Shahi Idgah y en otras ciudades.

Estos nuevos derribos, seguramente desataran una respuesta violenta de la acorralada comunidad musulmana, lo que Modi, además de reprimir, utilizara esas acciones políticamente, para justificar sus diatribas.

Todo listo para que tenga sentido la formidable puesta en escena durante la inauguración del templo, que ya la hubiera querido cualquier estrella de Bollywood mientras multitudes anhelantes esperaban a lo lejos.
Modi, en su búsqueda de ser ungido, como un ser divino, tras el esfuerzo económico, técnico y político, que significó esa construcción, de la que espera, ser tan beneficiado como el propio Rama. Se presentó ante las puertas del templo, solo, vestido de blanco y descalzo, penetrando ceremonialmente, para entronizarse, como el sumo sacerdote o un nuevo dios de la Hindutva.

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