Elecciones, sufragio y democracia

Ágora*

Guido Mora

Guido Mora

En pocos días los costarricenses estamos convocados a manifestarnos mediante el sufragio, en la elección de los Alcaldes, Vice Alcaldes, Regidores, Síndicos e Intendentes Municipales.

Es necesario hacer la diferencia entre los tres conceptos que me permito diferenciar y que intitulan la columna de esta semana.

Elección, según el Diccionario de la Real Academia Española, significa:

1. f. Acción y efecto de elegir.
2. f. Designación, que regularmente se hace por votos, para algún cargo, comisión, etc.
3. f. pl. Emisión de votos para designar cargos políticos o de otra naturaleza.

Sufragio, según el mismo RAE, significa:

Del lat. suffragium.
1. m. voto (‖ parecer o dictamen explicado en una congregación).
2. m. Sistema electoral para la provisión de cargos.
3. m. Voto de quien tiene capacidad de elegir.

Democracia, significa:

Del lat. tardío democratĭa, y este del gr. δημοκρατία dēmokratía.
1. f. Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos.
2. f. País cuya forma de gobierno es una democracia.
3. f. Doctrina política según la cual la soberanía reside en el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes.
4. f. Forma de sociedad que practica la igualdad de derechos individuales, con independencia de etnias, sexos, credos religiosos, etc. Vivir en democracia. U. t. en sent. fig.
5. f. Participación de todos los miembros de un grupo o de una asociación en la toma de decisiones.

Tal como la historia nos ha demostrado, los procesos electorales no necesariamente garantizan el ejercicio libre del sufragio y menos aún la democracia.

Hay países donde se efectúan procesos electorales, pero no hay libertad para emitir el sufragio. De igual manera ni los procesos electorales ni el ejercicio del sufragio, garantizan por ellos mismos la existencia de la democracia.

En algunas otras naciones, el elector debe inscribirse ante el organismo electoral competente para emitir el sufragio. En otros, el sufragio no es directo, sino que únicamente permite elegir un grupo de personas, que en una votación de segundo grado, son quienes finalmente escogen a los gobernantes.

En otros casos, como señaló Stalin lo importante no es quien vote, sino quien o cómo se cuenten los votos. De manera que los ciudadanos están convocados a emitir el sufragio, pero nada garantiza que se elijan los mejores o que los candidatos electos sean los que realmente representen los intereses de los ciudadanos, o sea, ni el proceso electoral o la emisión del sufragio por si mismos constituyen una garantía de la existencia de un verdadero sistema democrático.

La realidad que hemos construido dentro del sistema político costarricense garantiza que, desde un punto de vista formal, los procesos que convoca el Organismo Electoral, garantizan el ejercicio universal del sufragio: todos los costarricenses debidamente inscritos en el Registro Civil y acreditados como electores por el Tribunal Supremo de Elecciones, tienen derecho a emitir libremente el derecho al voto.

Por otra parte, la emisión libre del sufragio sustenta el sistema político democrático que caracteriza el régimen político costarricense.

La realidad señalada nos permite sentirnos orgullosos de la organización política que disfrutamos y que ha sido construida y fortalecida desde 1948.

Sin embargo, hay un paso más que debemos dar con el fin de transformar a Costa Rica, de una democracia representativa a una participativa.

Este paso consiste en la elección reflexiva de nuestros representantes y en la participación activa de cada uno de nosotros como ciudadanos. Recurriendo una vez más al RAE: “concebirnos como personas consideradas como miembros activos de un Estado, titular de derechos políticos y sometidos a sus leyes”.

La tarea que debemos realizar como costarricenses consiste en analizar, evaluar, criticar, valorar y seleccionar a quienes, a partir de su currículum, experiencia, formación y trayectoria, parezcan los más capaces y preparados para desempeñarse en los puestos de elección popular.

Ya los costarricenses van más allá de la recordada línea de partido o de la tradición familiar en la emisión del sufragio. Los resultados de los últimos procesos electorales así lo demuestran.

La única forma de garantizar el fortalecimiento de la democracia participativa costarricense consiste en convertirnos en electores reflexivos que emitamos el sufragio a favor de quienes consideremos los mejores para desempeñarse capaz y honestamente en los puestos públicos.

Recopilando lo supracitado y como lo expone el Diccionario de la Real Academia Española, los costarricenses debemos procurar nuestra conversión como electores, “en sujetos que participan regularmente en la designación mediante el voto”, “para designar a quienes deseen ocupar un cargo público o comisión”, “actuando como miembros de un grupo en la toma de decisiones”, pero además concibiéndonos “como ciudadanos, como miembros activos de un Estado, titular de derechos políticos y sometidos a sus leyes”.

El ejercicio de esta acción proactiva, valorativa y reflexiva permitirá -esa es la presunción-, seleccionar a los mejores en los puestos de elección popular de nuestros Gobiernos Locales, base del sistema político costarricense.

Si no ejercitamos plenamente este derecho, no vengamos después a quejarnos de quienes ocupan esas posiciones en las Municipalidades.
O actuamos con iniciativa y capacidad de análisis, o nos quedamos callados ante la ineptitud, la estupidez y la incapacidad de muchos que han demostrado que para llegar a una Municipalidad, solo hace falta ser parte de una lista de candidatos. Pero que si abren su boca, no resultarían electos, ni para ejercer el más insignificante puesto en una pulpería de pueblo.

Asumamos el reto y ejerzamos responsablemente el derecho al sufragio en las próximas elecciones municipales. Llevemos a los mejores a ocupar esos cargos de administración de las instancias de los Gobiernos Locales.

Informémonos e iniciemos la transformación de nuestro sistema político desde la base, desde la elección misma de nuestros representantes comunales.

El cambio y el fortalecimiento de nuestro sistema político descansa en el ejercicio silencioso de nuestro derecho al sufragio. No lo desperdiciemos.

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* El Ágora era el centro de la actividad política, administrativa, comercial y social de la antigua Atenas.

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