El «Woodstock del Este»: el festival que hace 50 años sacudió a la RDA

Por Verena Schmitt-Roschmann (dpa)

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ARCHIVO – La delegación de la República Federal de Alemania el día de la inauguración marchando hacia el estadio de la juventud, el antiguo «Estadio Walter Ulbricht». El Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes atrajo a cientos de miles de personas a Berlín Oriental en 1973. Foto: Konrad Giehr/dpa

Berlín, 22 jul (dpa) – Hace 50 años, el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes atrajo a cientos de miles de personas a Berlín Oriental, incluso desde Occidente. Para algunos, fue una muestra de libertad. Otros se vieron de repente en un aprieto.

¿De qué se trató exactamente? Un festival con beat y rock y clubes musicales desplegado en 95 escenarios y la singular canción llamada «El mundo joven es el invitado de Berlín, y no importa si al enemigo le gusta».

Una exhibición de los logros de la RDA bajo la atenta mirada de 4.000 hombres de la policía política de la RDA, la Stasi, y 20.000 agentes de la Policía Popular. Un club de debate en el Alexanderplatz. Una gran fiesta con la camiseta azul de la Juventud Libre Alemana, con besos en el parque y charlas hasta el amanecer.

El X Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes se celebró del 28 de julio al 5 de agosto de 1973 en Berlín Este, con unos 25.000 invitados oficiales de 140 países.

Los eventos convocaron a ocho millones de visitantes, en su mayoría de la ex República Democrática Alemana (RDA), de acuerdo con cifras oficiales. O sea que la nación socialista estuvo dada vuelta durante alrededor de una semana.

Los participantes recuerdan que la magia se esparció por la ciudad. Para algunos se trató de un gigantesco show de propaganda del entonces aún nuevo jefe de la SED (Partido Socialista Unificado de Alemania) Erich Honecker.

Para otros, en cambio, resultó en un «Woodstock del Este», con libertades desconocidas hasta entonces y una contagiosa euforia. Visto retrospectivamente medio siglo después, se trató de una combinación bastante extraña.

El historiador Stefan Wolle contaba por entonces con 22 años y estudiaba en la Universidad Humboldt. Durante el Festival, fue colaborador del evento junto con sus compañeros y estuvo alojado en una escuela en Berlin-Adlershof para trabajar por el entendimiento internacional.

A veces se necesitaban 200 jóvenes para recibir a la delegación británica, otras, se requería a unos 1.000 para una serenata nocturna con motivo de la llegada de la izquierdista estadounidense Angela David.

«Todo estaba bien organizado, de eso uno no podía quejarse en absoluto», afirma Wolle, actualmente director científico del Museo de la RDA en Berlín.

Alumnos y estudiantes recibían una formación ideológica. «Allí nos escolarizaban bien», evoca Wolle. Además de jóvenes de países socialistas desde Cuba hasta Vietnam, varios centenares de alemanes occidentales acudieron en delegaciones oficiales, y los jóvenes camaradas debían enfrentarlos.

Así que no solo los jóvenes socialistas de la SPD (Partido Socialdemócrata) viajaron a Berlín Este, sino incluso los jóvenes de la Junge Union de CDU y CSU (la Unión Demócrata Cristiana y la Unión Social Cristiana de Baviera) de Alemania Occidental.

El berlinés occidental Klaus-Rüdiger Landowsky, más tarde jefe del grupo parlamentario de la CDU, recordó en una entrevista con rbb su dilema de desfilar ante la cúpula del SED en torno a Honecker durante el acto inaugural en el Estadio Mundial de la Juventud.

Landowsky recordó que el desfile tuvo un formato similar a la entrada de las delegaciones en los Juegos Olímpicos. «Entonces dimos la vuelta al estadio, por así decirlo dirigiendo entonces nuestra espalda hacia la tribuna de honor, y saludamos con la mano a las miles de personas jóvenes».

En su equipaje, trasladaban 20.000 volantes con consignas «por los derechos humanos, por elecciones libres, por libertad de desplazamiento».

Berlineses orientales de sólidas convicciones ideológicas sabían contraatacar en las rondas de debate en el Alexanderplatz. Todo muy bonito con la libertad, pero los altos precios en Occidente, la crisis del petróleo… ¿qué pasaba con eso?

Un evento de este tipo posiblemente solo era imaginable en esta modalidad durante el año 1973, en plena Guerra Fría, pero también al inicio de la política de distensión que implementó el canciller Willy Brandt.

Este festival internacional de la Federación Mundial de la Juventud Democrática ya existía en los países del Este y los no alineados desde 1947, pero jamás había tenido ni volvería a alcanzar una envergadura semejante.

La RDA se sentía fortalecida 12 años después de la construcción del Muro, el nuevo hombre fuerte Honecker parecía dispuesto a aflojar un poco las riendas y «confiar en la juventud», según rezaba un eslógan de por entonces.

Sin embargo, esa confianza tampoco debía manifestarse en dosis desmedidas. La división principal XX del Ministerio para la Seguridad del Estado intentó anticiparse a cualquier «actividad hostil» imaginable. Desde «provocaciones terroristas» hasta la «propagación de volantes de publicidad de bienes de consumo occidentales».

Un documento de 1973 enumera página por página los riesgos y su posible defensa.

Durante el evento, recuerda el historiador Wolle, las autoridades se comportaron como los tres monos del proverbio: no ver, no oír, no hablar». «Las autoridades, la Stasi, no hicieron nada, eso fue realmente interesante». De todas maneras, nada quedó librado al azar.

Según actas de la Stasi, miles de «personas negativas» fueron mantenidas a distancia de Berlín y en parte encarceladas, para que no se empañara el festejo bajo el lema «Por la solidaridad, la paz y la amistad antiimperialistas».

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