El tío Ramón

Diálogo con Canelo

Ariel Nazario

Canelo

Hoy Canelo comenzó una nueva experiencia. Lo vino a recoger su tío Ramón y se lo llevó – caminando – desde la casa hasta el parque de Doña Fontán y de regreso. Dicen que se portó bien y la verdad, no es lo mismo arrastrar a este viejo que a uno que mide 6’3”. Como dicen en Roosevelt, se encontró con el cura de su pueblo.

El tío Ramón ha sido una de las personas con el gran desprendimiento de ofrecerse a darle a Canelo su paseo diario durante los próximos días y mientras el viejo de Canelo esté imposibilitado de hacerlo por razones de salud. El tío Ramón vive cerca, conoce a Canelo desde que llegó hace tres años, e incluso, le ha legado a Canelo muchos objetos que pertenecían a Pancho, el menor de los hijos del tío Ramón, un schnauzer mediano que se fue al paraíso perruno después de demasiados años en esta dimensión. Hoy el alcahuete del tío Ramón hasta le trajo unas botas: ¡ A Canelo que toda la vida ha caminado descalzo!

Canelo sigue siendo mi única preocupación real durante mi ausencia, pues los y las demás, tienen capacidad de razonar; ninguno está discapacitado y GAD, todos en buena salud; pero cada cual tiene su responsabilidad que coloca a Canelo, en el escalafón más bajo de las prioridades. De todas formas, las instrucciones están escritas. Canelo se come su pechuga de pollo hervida, con dos tazas y media de comida seca, y un par de lonjas de jamón cocido. Presumo que no será problema que el día de la cirugía y mientras el viejo esté encamado, alguno de sus hermanos pase por la casa y le cocine su pechuga de pollo. ¡Que no se olviden de llenarle los “cacharros” de hielo y agua fresca embotellada!

Yo siempre recuerdo que, en una de mis giras en el Senado, junto a mi mano derecha y ya fenecido subsecretario Quique Ortíz, apadrinamos a un joven con discapacidad en su comparecencia a una vista legislativa en la cuál se examinaban los servicios de rehabilitación vocacional. En aquella ocasión escuché a una madre entrada en edad, expresar un sentimiento que solo cobra realidad cuando se ama a un ser querido que no es capaz de valerse por sí solo. Aquella madre decía de su hijo, a quién no le faltaba nada y menos amor de esa madre, que solo rogaba a Dios que “… se llevara primero a su niño, pues si se la llevaba a ella primero: ¿quién cuidaría de él?”.

Despedí el duelo del joven a quien apadrinamos. No sé si la señora o su hijo, se fue primero. Mi amigo Quique, también se fue y presumo que su esposa se quedó a cargo de su perro. Pero ahora que vivimos la necesidad de apartarnos del ser dependiente, cobramos conciencia del “qué será” de un ser querido si faltamos.

Pensamos que el abandono en el caso del perro o el mismo gato es pasajero, común, parte del diario vivir que se resuelve con un buen control de la natalidad. Pero ahora recuerdo las palabras de aquella madre y con solo mirar el abandono de nuestros viejos y discapacitados, me doy cuenta de que no es una realidad exclusiva del mundo de las mascotas, sino también del nuestro. Y obviamente el más grande de los lamentos, saber que tanto en el mundo de las mascotas, como en el de nuestros viejos, solo existen muy pocos como el tío Ramón.

¡Gracias, tío Ramón por cuidar de Canelo!

Desde Roosevelt, Puerto Rico.

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