El nuevo gobierno y la Tercera República

Vía costarricense

Johnny Soto Zúñiga

Johnny Soto Zúñiga

El 8 de mayo se dio el cambio de mando en el gobierno de Costa Rica, luego de dos rondas electorales, finalmente el pueblo escogió al historiador y politólogo Luis Guillermo Solís Rivera, 47vo Presidente de la República. Fue el candidato del Partido Acción Ciudadana -PAC-, fundado hace 13 años; y por primera vez accede al Poder Ejecutivo, en un sistema democrático, republicano y presidencialista. También se da por primera vez el no triunfo de alguno de los dos partidos tradicionales que habían conformado el denominado bipartidismo: el Partido Liberación Nacional -PLN- y el Partido Unidad Social Cristiana -PUSC- (alternándose el poder político desde las elecciones de 1953).

Se dice que a partir del año 1998, inicia el debilitamiento del bipartidismo; y sin duda el PAC es protagonista de éste fenómeno; su participación primaria en las elecciones del 2002 contribuye a forzar a una segunda ronda electoral, al quedar en tercer lugar arrebatando muchos votos a los dos partidos tradicionales, para que finalmente triunfe el PUSC con el Dr. Abel Pacheco contra el PLN. En el 2006 el PAC pierde por pocos votos contra el PLN encabezado por el Dr. Oscar Arias Sánchez. En el 2010 el PAC nuevamente con el mismo candidato Ottón Solís vuelve a perder contra Laura Chinchilla del PLN. Con tres perdidas consecutivas Solís Fallas decide no volver a lanzar su nombre para una candidatura presidencial.

A la cuarta vez fue la vencida y el PAC gana ampliamente las elecciones nacionales en segunda ronda con un contundente apoyo de alrededor de 1.300.000 votos válidos. Se podría afirmar que este es el inicio de la “Tercera República”, donde la expectativa es una serie de cambios en cascada en el sistema político, el modelo de desarrollo, la participación ciudadana, una nueva visión de hacer las cosas, especialmente en la decisión de las políticas públicas. Quiere la mayoría de los ciudadanos (as) que se hagan verdaderos cambios en el Estado, con implicaciones sociales, económicos y, políticos; también se podría avanzar en una reforma de un sistema presidencialista a uno más parlamentarista. En fin una manera diferente de administrar las instituciones públicas.

Las anteriores interrogantes, debates de opiniones, discusiones en los diversos sectores de nuestra sociedad hicieron que la mayoría privilegiara un cambio, que pudiera ser que en esta oportunidad no fuera entre los mismos personajes; a pesar de que algunos ministros, viceministros y presidentes ejecutivos designados, han ocupado en gobiernos anteriores cargos públicos en gobiernos de los partidos tradicionales originarios del Calderonismo y Figuerismo históricos (basados en sus grandes líderes de la Revolución de 1948). Se podría afirmar que se rompió este esquema; que la mayoría de los electores jóvenes no les interesa o no conocen nada de los acontecimientos del pasado, que desean solo ver para el futuro; que un gobierno realmente resuelva los grandes problemas que nos aquejan.

Descifrar este cambio que decidió la mayoría, es lo que podría señalarse como una especie de fin de la etapa de la Segunda República, como modelo de desarrollo establecido desde 1948, y cimentado en la Constitución Política de 1949. Entonces, como podemos entender el nuevo modelo de desarrollo en un contexto de Tercera República. Diríamos que se debe establecer un Estado más humanista, con verdadero espíritu de servicio hacia todos los ciudadanos (as), concertador y negociador entre los diversos sectores, grupos de presión e interés (sindicatos, sectores productivos, organizaciones comunales etc.) No se puede gobernar con solo una visión de introducirse en el mundo de la globalización y competencia, sin pensar en las grandes mayorías; buscando la equidad y justicia social son fundamentales.

El país requiere de un estadista y buen ejecutor de las políticas públicas. Un buen Plan Nacional de Desarrollo es fundamental, para articular dichas políticas. Se requiere de un presidente que vaya a las instituciones públicas, coordine con sus ministros y presidentes ejecutivos, y a su vez entre éstos coordinen y se colaboren para sacar adelante las tareas. El pueblo está cansado de los pequeños “feudos”, de que cada quien hace lo que le dé la gana, se ejecute los programas a su manera y tiempo. Debería llevarse una bitácora que la controle el presidente en conjunto con el ministro de la Presidencia. Esto va aparejado con la rendición de cuentas que debe emitir cada jerarca institucional (por lo menos cada seis meses debe hacerse una evaluación del trabajo).

A los ciudadanos les interesa más los resultados de las acciones y políticas públicas, que enfrascarse en discusiones ideológicas estériles; que si tal decisión es de derecha o neoliberal, de centro izquierda, o simplemente de centro. El siglo XXI es de retos y desafíos pragmáticos, la mayoría del pueblo costarricense le gusta una posición centrista, sin acudir a los extremos de ningún tipo; así estamos acostumbrados por la influencia misma de los liberales del pasado que tomaban muchas veces decisiones sociales, así como de los socialdemócratas y socialcristianos. El presidente Luis Guillermo Solís se autodenomina socialdemócrata, es decir de centro y creo que puede articular lo mejor de todos los pensamientos ideológicos en procura del pragmatismo en la solución de los problemas que exige nuestro pueblo.

En ese sentido el discurso del 8 de mayo de Luis Guillermo Solís Rivera como nuevo presidente de la República, al cual denomina “Una casa de cristal” traza los grandes lineamientos generales en que se basará su política de Estado.

1- Unidad y diálogo: expresa “dialogaremos con todos los grupos políticos, fuerzas productivas, movimientos, poblaciones y sectores sociales que estén dispuestos a impulsar la transformación del país con espíritu ecuménico,…” El país es de todos, si al gobierno le va bien, a todos va bien. Considero como lo afirma el presidente, se deben dejar de lado los sectarismos y dogmatismos. El mandato del pueblo en el Congreso fue fortalecer al multipartidismo, y así el nuevo gobierno debe articular con todos los partidos políticos en aras de coadyuvar en los procesos de construir acuerdos para aprobar los proyectos de ley fundamentales.

2-Combate contra la corrupción: Se dará la evaluación de resultados y rendición de cuentas y la responsabilidad personal de los funcionarios públicos. Esto es fundamental para transparentar la Administración Pública, el respeto al Estado de Derecho y cumplimiento de deberes. Expresa el presidente Solís: “llegó la hora de acabar con la impunidad, la irresponsabilidad y la arbitrariedad de quienes, desde el sector público, la prohíjen. Y llegó la hora, también, de acabar con la complicidad de quienes, desde el ámbito privado, pretendan amasar fortunas con negocios ruinosos para el resto de la sociedad en connivencia con los primeros.” Esperemos que se terminen los abusos con el uso de los fondos públicos y no se utilicen en favorecimientos ilícitos a amigos, parientes y empresas privadas. (El compromiso ético firmado por los jerarcas es un buen precedente)

3-Crecer y distribuir la riqueza: No se permitirá la evasión tributaria. “El déficit fiscal que heredamos, es cercano al 6% del PIB, pone en grave riesgo la estabilidad de la Hacienda Pública. Esto obliga a todas las fuerzas políticas y sociales a actuar con absoluta responsabilidad.” La erradicación de la pobreza extrema es fundamental y combatir las desigualdades sociales. Lo anterior aparejado con el incremento de la producción nacional, rescatar el sector agropecuario. La recuperación y la ampliación de las infraestructuras públicas, reducción de las tarifas eléctricas, el impulso a la banca de desarrollo, apoyo a la industria turística y el desarrollo local, la continuación de la política de atracción de inversiones, el desarrollo del Pacto Ambiental con las presentes y futuras generaciones.

4-Los retos del futuro: expresa el presidente “Pasar de la democracia formal a la democracia real. Esa es la consigna de nuestro pueblo; ese, el espíritu de nuestros tiempos. Seré profundamente respetuoso de la independencia de la Asamblea Legislativa.” Ha señalado que tendrá un gobierno de puertas abiertas, de permanente diálogo con los diversos sectores y respeto a las minorías y con participación ciudadana. La ciudadanía está deseando que se le escuche y dejar a un lado “el secretismo” en las decisiones públicas. En fin una administración pública al servicio del pueblo, no de algunas argollas o grupúsculos que quieran beneficiarse.

En síntesis, la gente quiere un cambio en la forma tradicional de hacer las cosas, desea que la escuchen y que exista una verdadera participación ciudadana, con mayor humanismo y dejando a un lado la prepotencia y discriminaciones, o simplemente descalificando la crítica a las actuaciones gubernamentales. Esperemos por lo menos que pasen los primeros 100 días, para ver la hoja de ruta del nuevo gobierno. No preguntamos si estaremos ante el inicio de la Tercera República, con un verdadero cambio donde el ciudadano (a) sea el principal objetivo del Estado, al servicio y bienestar de las mayorías.

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