El Nido Cósmico

Conversaciones con mis nietos

Arsenio Rodríguez

Nosotros somos el universo pretendiendo ser individuos.
-Deepak Chopra

El universo se anidó en mí, incubando una criatura de alegría. Su invasión empujó mis paredes interiores hasta sus límites imposibles. ¿Cuántas novas pueden caber en un cuerpo masculino desacostumbrado a protocolos de vientres maternos? Toda la materia obscura, los espacios intergalácticos, los billones de galaxias con sus innumerables estrellas, los agujeros negros y sus sueños parecían reventar dentro de mí.

Las estrellas se han metido dentro de mí. La luna ha desplazado mi corazón y hay locuras lunáticas hirviéndome en las venas por donde ahora circula sangre fosforescente. ¿Y qué hago ahora con este universo metido en mi cuerpo?

Mis pies se han vuelto raíces de la Tierra. Por ellos trepan musgos y criaturas diversas, cosquilleándome de vida las entrañas. Embelesado por esta transformación, siendo ahora mío lo que antes era ajeno, observo pasar frente a mí todos aquellos conceptos, que eran antes tan importantes, pero que ahora vuelan inocentes y remotos como bandadas de pájaros en la pintura del atardecer.

¿Y cómo me pasó esto?

Estaba caminando por la vida como siempre, evitando los extremos, cuando inadvertidamente el universo se contrajo mientras yo inspiraba, y desapercibidamente se deslizó en mis entrañas. Ahora tengo luz de luna en mis ojos, y soles en las ingles, como un sátiro en celo. Mi torrente sanguíneo distribuye electrones y fotones a los intersticios de mis tejidos y una fosforescencia sobrenatural emana de mí, ahuyentando a todos los que se acercan.

El universo, pulsante y expansivo se ha alojado en mi corazón, el cual ahora bombea sangre-luz, la cual brilla a través de mis poros y luzco como un planetario encendido. Los planetas rebotan en los espacios congestionados de mi cuerpo, como globos-peceras de cristal, y sus gases y líquidos se derraman y se mezclan con mis fluidos internos. Mi cerebro esta pleno de mares, creatividad, posibilidad, incertidumbre y dirección.

El universo está anidando en mí, lacerando mis órganos, confundiendo mi sentido de propiocepción. Ya no puedo saber a ciencia cierta, si yo estoy dentro del universo o si el universo está dentro de mí.

Mi llanto se derrama en océanos y mis pasiones se vuelcan en magmas ardientes. El miedo lo siento en supernovas y en agujeros negros, y mi sentido del humor se inunda y se hace posible, gracias al inmenso hormigueo que causan los neutrinos al recorrer desbocados en loco caudal bajo el interior de mi piel.

A veces abro mi boca, para explicarme ante alguien que se me aproxima, al verme actuar de manera tan extraña, y me preguntan cómo estoy, pero en vez de palabras, de mi boca salen brazos violentos de galaxia que lo espantan. Y me avergüenzo y me retiro entonces y quiero escaparme a los agujeros negros o esconderme en las nebulosas intergalácticas, en cambio en vez de eso decido echarme a reír. Y río y río ante mi imaginación tan loca de haberme creído que me tragué el universo.

Pero entonces escucho un susurro en silencio, proveniente de muy adentro que me dice:

«pero el universo está verdaderamente anidando en ti, incubando la dicha de la conciencia suprema».

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