«El cambio en Israel sólo se producirá cuando los costes nos obliguen a abrir los ojos»

Entrevista a Yagil Levy

Pocos libros pueden describirse acertadamente como “proféticos”, pero el último lanzamiento del sociólogo político israelí Yagil Levy es sin duda uno de ellos. Levy presentó el manuscrito de Disparar y no llorar: la nueva militarización de Israel en la década del 2000 en abril de 2022, y el libro fue publicado en febrero de 2023 por Lamda – The Open University Press, como para prepararnos para los acontecimientos del 7 de octubre.

Casi todos los capítulos y secciones del libro señalan un fenómeno de cuyas consecuencias fuimos testigos ese día: la total dependencia del ejército de la tecnología como factor decisivo en la guerra; la adopción del concepto, promovido por el anterior Jefe del Estado Mayor de las FDI, Aviv Kochavi, de un ejército “pequeño y letal”; la obsesión con la idea de “disuasión”, que se supone niega la voluntad de lucha del otro lado; y la completa adicción al status quo como único estado de cosas posible y deseable. Todos estos factores, juntos y por separado, pueden explicar el estrepitoso y estremecedor fracaso militar del 7 de octubre.

Levy ilustra la conexión directa entre estos fenómenos y diversos cambios sociológicos que han ocurrido dentro del ejército israelí en los últimos años. En primer lugar, señala la retirada gradual de la antigua clase media asquenazí (judios europeos) de las filas de las fuerzas de combate y su sustitución por nuevos grupos: colonos y sionistas religiosos, ex soviéticos e inmigrantes etíopes, mizrajíes (judiós orientales) y drusos.

Desde el momento en que la clase media establecida dejó de pagar el precio del conflicto, tanto en términos de muertes como económicamente, escribe Levy, se allanó el camino para sacar de la mesa cualquier conversación sobre soluciones políticas. En cambio, ese discurso fue reemplazado por un enfoque de “gestión de conflictos” basado en la superioridad militar de Israel. Los líderes religiosos sionistas que asumieron los cargos superiores de mando introdujeron un sistema de justificaciones religiosas para el uso de la violencia, y todo el ejército comenzó a ver la fuerza como un valor supremo, como lo demuestra la ubicuidad del discurso de la venganza y el “conteo de cadáveres”.

El resultado de estos procesos ha sido evidente en el ataque de Israel a la Franja de Gaza, que ya lleva cuatro meses y está siendo investigado por posibles violaciones de la Convención sobre Genocidio en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.

A lo largo de 380 páginas repletas de ejemplos, Levy describe un sistema que casi ha alcanzado la perfección. La clase política quiere mantener el status quo y el ejército le proporciona legitimidad a cambio de fondos y estatus. Incluso los procesos de liberalización económica y social que experimentó Israel en las últimas dos décadas no han detenido la militarización, sino que la han reforzado. Consideremos la entrada de mujeres en las unidades de combate, uno de los temas centrales para la clase media liberal que sirve a este propósito preciso.

Yagil Levy
El sociólogo político y profesor Yagil Levy. (Oren Ziv)

Sólo en el epílogo del libro, de página y media, Levy esboza la salida de este ciclo: aumentar el coste de mantener el conflicto, agotar la vía militar y formular una alternativa política creíble podría proporcionar un punto de inflexión. Sin embargo, mientras el precio de mantener el conflicto sea bajo (en términos de vidas perdidas, costes financieros y estabilidad regional) no habrá un deseo real de abandonar el status quo.

Sin embargo, este sistema aparentemente perfeccionado, según Levy en una entrevista el mes pasado con +972 y Local Call, se ha desequilibrado después del 7 de octubre. Ahora cree que el potencial de cambio proviene principalmente del ámbito internacional, aunque reconoce que su importancia ha disminuido. Los palestinos, a quienes el ejército casi había ignorado como una amenaza, han hecho temblar al poderoso Israel.

“Creo que hay un horizonte [para el cambio]”, afirma Levy en la entrevista con Meron Rapoport. «¿Por qué? Porque la cuestión no son tanto los costes internos sino la posibilidad de que el mundo imponga límites a Israel. Estados Unidos o la Unión Europea pueden crear una situación en la que Israel tenga que pagar un precio. Ello puede desencadenar un punto de inflexión en la clase media israelí, que, como intenta describir en el libro, ha sido completamente pasiva durante muchos años con respecto a la gestión del conflicto, porque simplemente no paga un precio singnificativo por ella.

«La segunda posibilidad es alcanzar los límites de la opción militar», continua Levy. “Esta guerra terminará cuando quede claro para todos que Israel no ha logrado el resultado deseado, y al menos una parte del público comprende que no lo ha logrado. No porque la izquierda lo haya apuñalado por la espalda, sino porque no puede tener éxito. Esto podría llevar a la conclusión de que es necesario intentarlo de otra manera.

“Esto está relacionado con la tercera condición que he mencionado: la formulación de una alternativa política creíble”, continua Levy. “Ahora hay cierta atención en la sociedad israelí a la idea de que la Autoridad Palestina regrese a Gaza, tal vez incluso por defecto. La combinación de estas tres posibilidades puede crear una especie de punto de inflexión entre segmentos de la población laica.

“¿Puedo decirlo con certeza? No. ¿Pero eso me hace ser más optimista? Sí. Esta guerra ha provocado un cambio tectónico importante”.

Según su libro, desde el momento en que cesan las negociaciones políticas, el papel del ejército es garantizar el status quo y dotarlo de legitimidad. ¿El 7 de octubre romperá este ciclo y dañará la confianza de la población en el ejército?

Ahora existe al menos la posibilidad de que se rompa la confianza en los militares, pero no es una ruptura total. Segmentos muy amplios del público israelí creen que una victoria militar en Gaza es posible y que esa posibilidad se está viendo obstaculizada por la presión internacional.

Con el tiempo, también habrá denuncias de presiones internas, incluida la noción de que la presión para rescatar a los rehenes está desviando la atención del esfuerzo bélico. También es probable que haya una polarización mucho mayor en la sociedad israelí después de la guerra, lo que puede sacar a la clase media laica israelí –el grupo que es clave para un futuro acuerdo político– de su apatía.

Pero en esta fase, el paradigma militar no ha fracasado aún; ciertamente no en el sentido de ruptura de la confianza pública en él. El hecho es que el ejército y su modo de operar gozan de un nivel de confianza muy alto. Cuando este camino termine en frustración, no tengo dudas de que algunos vendrán y dirán: «Necesitamos probar un paradigma diferente». Mientras tanto, no veo este cambio.

¿Incluso con un número tan elevado de bajas entre los soldados? Más de 550 soldados israelíes han muerto desde el 7 de octubre, incluidos más de 220 mientras luchaban dentro de Gaza.

Es mucho, pero sin restar importancia a la tragedia de todos y cada uno, esta cifra no plantea interrogantes por dos motivos. En primer lugar, después de lo ocurrido el 7 de octubre, la muerte se percibe como una especie de destino. En segundo lugar, cuando miramos el mapa de víctimas, vemos que la mayoría de ellas provienen de fuera de la clase media laica: sionistas religiosos, colonos, inmigrantes de la Unión Soviética, etíopes y drusos.

Esta guerra no ha provocado una onda expansiva en los centros de poder de Israel. Lo que sorprenderá a esas familias es el coste económico, las sanciones internacionales. Quizás también un precio moral, como los debates sobre genocidio [en la CIJ].

Durante la Guerra del Líbano [que comenzó en 1982], durante 12 años (de 1985 a 1997), no hubo fuerzas dentro de la sociedad israelí que presionaran por el cambio. El punto de Arquímedes fue el desastre de los helicópteros [chocaron dos helicópteros que transportaban soldados israelíes al Líbano, matando a 73 personas]. El desastre fue importante, porque de manera muy circunstancial la composición de las bajas reflejaba las guerras del pasado. Por lo tanto, horrorizó a la clase media y creó un gran movimiento [para poner fin a la guerra]. Sin él, las fuerzas israelíes habrían podido permanecer en el Líbano durante muchos años más.

Los reservistas fueron vistos como una fuerza política potencial [cuando, por ejemplo, 3.000 reservistas se negaron a participar en la invasión israelí del Líbano en 1982]. Sin embargo, el cambio gradual en la composición del ejército también se refleja lentamente en las fuerzas de reserva. Además, la reserva se han convertido en una fuerza semiselectiva: quienes se identifiquen con la misión irán, mientras que quienes no se identifiquen con la misión se quedarán en casa.

Existe la posibilidad de que se produzca cierto tipo de protesta en la reserva. Las personas que regresan a casa pueden encontrarse con dificultades financieras y pensar que el país no les está ayudando. Los estudiantes que regresan a sus estudios pueden descubrir que sus compañeros han avanzado académicamente más que ellos. Esto podría incitar a una rebelión dentro de la comunidad de reservistas. Sin embargo, no será política; será más bien una rebelión materialista.

Si el ejército permanece en Gaza durante un período prolongado de tiempo en todo tipo de zonas de seguridad -incluida la loca idea de regresar al Corredor Filadelfia [a lo largo de la frontera de Gaza con Egipto], en el que el ejército ha evitado entrar intencionalmente-, habrá cada vez más reservistas heridos. Pero el ejército tiene la capacidad de producir arquitecturas que reduzcan el papel de la reserva, sabiendo que podrían ser políticamente explosivas. Se crearán más unidades regulares, o se reclutarán más ultraortodoxos de los sectores de la comunidad que muestran más signos de voluntad de alistarse y, por supuesto, mujeres, que es uno de los mayores acontecimientos militares internos de esta guerra.

¿Cuál será el resultado si el ejército no logra su objetivo declarado de eliminar a Hamás?

Calculo que el fenómeno que he llamado “la rebelión de los cuellos azules” se intensificará. Ya estamos viendo soldados desafiando al ejército y sus valores ​​a una escala sin precedentes. Los vídeos de la mezquita de Jenin [en los que se ve a soldados israelíes cantando y rezando en hebreo a través del altavoz de la mezquita] hablan de venganza, hablan de regresar a Gush Katif [los asentamientos judíos que se encontraban en Gaza hasta la “retirada” de Israel de la Franja en 2005], publicando fotografías de detenidos palestinos [en el norte de Gaza]: estos son mensajes que contradicen los códigos básicos del ejército.

Este desafío por parte de los soldados se ha visto antes en una escala mucho menor, como en los casos de “David HaNahlawi” [quien en 2014 fue filmado golpeando a un activista palestino en Hebrón, y cuyo castigo por parte del ejército provocó una reacción de solidaridad en internet entre soldados] y Elor Azaria [quien en 2016 fue filmado matando a tiros a un palestino que había intentado apuñalar a los soldados pero ya estaba inmovilizado, también en Hebrón], pero hasta ahora se había calmado en gran medida.

Mi evaluación es que a medida que aumenta la brecha entre los objetivos de la guerra y su desarrollo, es decir, cuando los soldados sientan que han invertido su tiempo y arriesgado sus vidas y las vidas de sus amigos y todo se ha ido por el desagüe, incluso si es como resultado del hecho de que el mundo y la izquierda han apuñalado a la nación por la espalda, estas conversaciones se amplificarán significativamente.

El ejército ni siquiera intenta imponer disciplina en este asunto. El único fenómeno que ha molestado a los militares últimamente y que no han logrado controlar es el saqueo. Está mucho más extendido de lo que sabemos. En una discusión reciente en la que participé, una veterana izquierdista contó haber escuchado a su nieto que sus amigos saquearon una tienda de comestibles. No participó, pero compartió la fruta.

¿Por qué el ejército no logra controlar esto?

Porque decidió elegir sus batallas. La prioridad en este momento es mantener a las tropas con un alto espíritu de lucha, no lidiar con la disciplina y, ciertamente, no tener que lidiar con los críticos de la derecha. [El Jefe de Estado Mayor de las FDI] Herzi Halevi entendió muy bien ese coste después de castigar a los soldados involucrados en el incidente de la mezquita de Jenin.

Un oficial responsable de educación emitió una orden del día [contra el saqueo]. Es patética. Un oficial responsable de educación es una figura que puede hablar de valores, no es un mando. La prohibición de saqueo es ante todo una cuestión de disciplina militar. El hecho de que hablen de “valores militares” y no de “órdenes militares” es una expresión muy clara de indulgencia. Los valores se pueden debatir, las órdenes no.

¿Qué sabe usted sobre las actuales reglas de enfrentamiento en Gaza?

No hay ninguna. ¿Qué puedo saber? Porque el punto de partida de la “Operación Plomo Fundido” en 2008-9 y la “Operación Margen Protector” en 2014 fue que los soldados estaban operando en una “zona estéril”. ¿Por qué estéril? Porque les dijimos a los residentes que se fueran, lo que significa que todo es un objetivo legítimo. Lo escuchamos de soldados que testificaron en Rompiendo el Silencio, y lo escuchamos de Tzvika Fogel [quien sirvió como general durante la Operación Plomo Fundido y ahora sirve como miembro de la Knesset por el partido de extrema derecha Otzma Yehudit/Poder Judío] quien dijo : “No existen personas inocentes en Gaza”.

Desde la Segunda Intifada, el ejército no ha dado a los soldados reglas de enfrentamiento escritas, por lo que el asunto está abierto a interpretación. El hecho de que cada persona [en una “zona estéril”] sea un objetivo legítimo es también una de las razones del alto índice de fuego amigo y asesinatos accidentales [que representan alrededor de una quinta parte de los soldados muertos en Gaza desde octubre 7].

Cualquier conversación sobre moderación es criticada. En 2014, después de la Operación Margen Protector, la fiscalía militar se vio sometida a mucha presión. En respuesta, los comandantes del ejército comenzaron a decir que la fiscalía no los restringe. Escuché a Gadi Eisenkot [ex Jefe del Estado Mayor de las FDI y miembro del actual gabinete de guerra] en un foro reciente en el que dijo que no hay manera de que la oficina del fiscal le diga al ejército que se contenga. Básicamente dijo: «Ahora no hay fiscalía». Es una declaración que se supone que no debes hacer.

Según su libro, en el marco del mantenimiento del status quo, a los militares se les concedió el estatus de formuladores de políticas. Los medios militares reemplazaron a los medios políticos. Si el ejército admite que no existe una solución militar, perderá ese papel.

No es exacto decir que el ejército da forma a la política, pero el marco político es un marco militar. Netanyahu da forma a su política dentro de un mundo de conceptos militares. No existe una estrategia política de salida ni una visión política, que son el ABC de cualquier guerra.

¿Cómo ve la creciente discordia entre los militares, por un lado, y Netanyahu y la derecha, por el otro: los tormentosos debates en el gabinete de guerra y los ataques de los ministros contra el jefe del Estado Mayor y los generales del ejército?

Se considera que el ejército ha roto un contrato en el sentido más profundo. Ofreció un servicio de legitimación a los líderes políticos a cambio de estatus y recursos. Violó este contrato porque la legitimidad del status quo, que se suponía debía proporcionar, ahora se está erosionando. Incluso la derecha lo entiende ahora. El momento en que un presidente estadounidense declara: “No hay vuelta atrás al status quo”, esto se convierte en guía para los líderes del mundo occidental.

La derecha israelí le da a esta violación un significado mucho más profundo que el simple “fracaso militar”. Recibiste mucho dinero y mucho estatus, y no pudiste mantener el status quo debido a errores tontos el 7 de octubre, que podrían haberse evitado fácilmente. Debido a sus vergonzosos errores, ahora nos enfrentamos a una situación en la que el mundo nos critica.

Así que la derecha está decepcionada con el ejército, pero el ataque también surge de su visión del ejército como representante de la clase media. El gran fracaso de los militares, a ojos de la derecha, fue no frenar las protestas de los pilotos de la fuerza aérea y otros reservistas [en el contexto de las protestas masivas contra la reforma judicial del gobierno de extrema derecha]. Esto significó que el ejército se identificaba fuertemente con la centro-izquierda israelí, con razón o no.

La narrativa que estamos escuchando ahora responsabiliza al centro-izquierda de socavar la unidad [nacional] e invitar a nuestros enemigos a atacarnos, y se considera que el ejército representa un sistema [liberal, laico] de valores que se extiende más allá del propio establishment militar. .

¿Cree realmente la derecha que puede lograr que el ejército vuelva a ocupar completamente Gaza?

Sí.

¿Y el ejército?

El ejército cooperará con ellos.

¿Una ocupación completa?

No una ocupación completa y eterna, sino una ocupación en el sentido de que permaneceremos allí hasta que la “purificación” [es decir, la erradicación total de Hamas] sea completa. El ejército dice: “Tenemos que permanecer allí; va a ser una lucha larga y necesitamos tiempo”.

El ejército no actuó contra la clase política en el momento decisivo del 7 de octubre y no dijo que había objetivos que no podía alcanzar. Cuando estalló la guerra [de 2006] en el Líbano, según la Comisión Winograd [establecida por el gobierno después de la guerra para aprender lecciones], Dan Halutz [el Jefe del Estado Mayor de las FDI en ese momento] dijo: “Los políticos están hablando de ‘victoria aplastante’; soy mucho más modesto”.

Esta percepción no existía ahora porque se trata de un ejército humillado. El ejército ha sido humillado durante todo un año por la derecha israelí. Se cree que carece de columna vertebral en Cisjordania, que carece de columna vertebral para frenar la protesta de los pilotos, y lo que ocurrió en la mañana del 7 de octubre no hizo más que exacerbar esta situación. Y cuando el ejército es humillado, se muestra dócil.

Pero, ¿qué pasará si Netanyahu realmente ordena al ejército que restablezca la administración civil (la burocracia responsable de los civiles bajo ocupación) en Gaza y ocupe el corredor Filadelfia a lo largo de la frontera de Gaza con Egipto? A los militares no les entusiasma eso, ¿verdad?

Habrá debates sobre esto y es posible que en este asunto el ejército diga a la derecha: “Basta”. Pero estos son enfrentamientos sobre cómo gestionar el conflicto, no sobre la visión política.

El ejército puede frenar. No olvidemos que, más que nadie, el ejército teme las investigaciones internacionales sobre crímenes de guerra. Partes del ejército pueden concluir que han perdido su capacidad de influir en las cosas. Por lo tanto, incluso a costa de chocar con la derecha, el ejército necesita preservar algunos de sus activos profesionales, sobre todo si logra el respaldo de sectores de centro-izquierda y de Estados Unidos. Este apoyo es el salvavidas del ejército, como lo ha demostrado esta guerra más que en cualquier otro momento desde 1973.

El ejército no aceptará ser el peón de la extrema derecha. También comprende las limitaciones del presupuesto y [la dependencia de] los reservistas. No en vano el ejército ha presionado para que se produzca una especie de desescalada que permita la liberación de algunos de los reservistas.

Volviendo al punto de partida, usted escribió que sólo si se cumplen tres condiciones: aumentar el coste de gestionar el conflicto, agotar la opción militar y formular una alternativa política creíble: ¿habrá posibilidades de ir más allá del status quo? ¿La guerra ha sacado al sistema de su perfecto equilibrio?

Sí, porque el importante sobresalto y las víctimas a gran escala han perturbado enormemente al mundo. Hay un interés internacional aquí. Estados Unidos necesita a Arabia Saudí, y Arabia Saudí no puede volver a traicionar a los palestinos como intentó traicionarlos antes.

¿Qué pasa dentro de Israel?

Internamente, el cambio sólo se producirá cuando haya costes muy altos que nos obliguen a abrir los ojos.

En otras palabras, ¿para que haya un cambio interno las acciones de presión externas tienen que ser más dramáticas?

Esta es la conclusión a la que he llegado. Le di muy poco espacio a la presión externa.

Quizás el libro también subestime la capacidad de los palestinos para influir en el sistema y demostrar agencia. El 7 de octubre y durante toda la guerra que siguió, los palestinos han dicho: “construisteis un sistema perfecto, pero nos olvidasteis”.

Entiendo esta crítica, pero no estoy de acuerdo con ella. Los palestinos demostraron agencia durante la Primera y la Segunda Intifada, y ahora están demostrando agencia nuevamente. La cuestión es que el 7 de octubre, Israel –como resultado de sus propios fracasos– no logró enfrentar una amenaza que podría haber evitado fácilmente. Esto dio a los palestinos mucho más poder del que realmente tenían.

La historia del 7 de octubre es la historia de un fracaso grotesco. No estaríamos sentados aquí ahora si Israel hubiera tomado algunas decisiones menores: otro batallón aquí o allá, un poco más de alerta, un poco más de revisión de equipos.

Es razonable suponer que Hamás no esperaba tener tanto éxito, pero al final fueron los palestinos quienes desequilibraron el sistema israelí.

Totalmente de acuerdo.

Yagil Levy es sociólogo y politólogo. Profesor de la Universidad Abierta de Israel.

Fuente: https://www.972mag.com/yagil-levy-army-middle-class/

Traducción: Enrique García para sipermiso.info

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