Deconstruyendo los mitos sobre la guerra de Ucrania

Enrique Gomáriz Moraga

Enrique Gomariz

Acaba de cumplirse cinco meses desde que se inició la guerra de Ucrania, como producto de la invasión militar de ese país por parte de la Rusia de Putin, y no hay indicios claros de cual será su posterior desarrollo y, menos aún, de si será posible una negociación que la detenga en el corto plazo. Únicamente se han sucedido una serie de hechos que permiten dar cuenta de la naturaleza cruenta de la guerra, con su estela de muerte y destrucción. No obstante, la interpretación de estos hechos está mediada por la lente formada por un cuadro de presunciones que la condicionan. Constituyen una serie de mitos que es posible deconstruir para evitar una mirada distorsionada de la guerra.

1. La guerra de Ucrania es equiparable al inicio de la segunda guerra mundial.

Esta presunción incluye la idea de que, tal como hizo la Alemania nazi tras la invasión de Polonia, la Rusia de Putin ha comenzado con la invasión de Ucrania, pero después seguirá avanzando hacia el oeste (hasta llegar a Lisboa). Esa comparación no resiste el menor análisis, comenzando por el hecho de que el mundo se encuentra hace tiempo en la era nuclear. Incluso si el deseo de Putin fuera llegar a Lisboa, es seguro que antes tendría lugar una conflagración nuclear global, algo que difícilmente puede desear el Kremlin. Así, cuando se afirma que, tras la invasión de Ucrania, Rusia seguiría avanzando hacia el oeste de Europa se está utilizando un recurso propagandístico fácil pero rotundamente falso.

Ello no disminuye la gravedad de la crisis, pero su antecedente histórico más parecido, siempre en la era nuclear, ha sido referido con frecuencia a la crisis de los misiles de Cuba en 1962, cuando el riesgo de un mal cálculo o un accidente, pudo provocar una conflagración nuclear global.

2. La responsabilidad de la guerra es exclusivamente de Putin.

Esta es una verdad a medias. En efecto, la responsabilidad de haber iniciado la guerra es exclusivamente de Moscú. Pero eso no quiere decir que la creación de condiciones previas no presente una responsabilidad bastante más amplia. Puede ponerse un ejemplo de fácil comprensión en España. No cabe duda de que el inicio de la guerra civil fue una responsabilidad de quienes dieron el golpe de Estado y en particular de Franco. Pero en la actualidad no hay ningún historiador serio que no muestre que la crisis previa de la II República no tuvo un conjunto amplio de actores responsables. Puede que Putin y su gobierno llevaran tiempo rumiando cómo compensar la humillación que sentían respecto a lo que consideraban un occidente arrogante y agresivo, pero no hay duda de que los historiadores van a mostrar todas las ocasiones que occidente ha dejado pasar para atender ese malestar y evitar así una escalada hacia la confrontación.

3. Putin es un dictador totalitario comparable a Hitler.

Este mito se disuelve al caer el referido a la equiparación de la crisis actual con el inicio de la segunda guerra mundial. Incluso si fuera cierto que Putin es comparable a Hitler, su actuación en el mundo es hoy muy diferente, debido a la existencia de la Destrucción Mutua Asegurada correspondiente a la era nuclear. Pero tampoco es cierto que pueda calificarse hoy la Rusia de Putin de sistema totalitario, al estilo de la Alemania nazi. Tampoco es comparable con la extinta Unión Soviética. Desde luego que la Federación Rusa no puede calificarse como una democracia establecida. La concentración de poder que ha realizado el grupo de Putin es indudable. Pero es necesario recordar que ello lo ha hecho sin abolir la Constitución vigente, el Paramento con pluralismo de partidos y las elecciones periódicas. La torsión de los fundamentos democráticos del régimen es también un hecho, pero resulta indudable que los resquicios de lucha y oposición al gobierno de Putin son hoy considerablemente mayores que bajo el sistema de partido único de la URSS o de la Alemania de un Hitler consolidado. Y una cuestión decisiva: la ampliación de los resquicios de oposición democrática es algo que debe lograrse desde dentro, porque la percepción de que ello se esta forzando desde occidente es algo que detesta la población rusa y opera claramente a favor del respaldo a Putin.

4. Las sanciones económicas a Rusia solo tendrán efectos graves en ese país.

El discurso de los pasados meses referido a que las sanciones contra Rusia tendrían solo efectos menores en los países europeos y norteamericanos, está demostrándose equivocado. Es cierto que las sanciones están afectado considerablemente a la economía rusa, pero también lo es que Rusia está encajando esa situación de una forma que no será fácil que tenga lugar en occidente. De hecho, las sanciones contra Rusia están produciendo dos efectos quizás no suficientemente calculados en Washington y Bruselas: un efecto bumerang en los países occidentales del hemisferio norte, que se agravará en cuanto llegue el invierno, y un impacto en la economía mundial que están comenzando a sufrir ya los países del sur global. Probablemente, las sanciones económicas contra Rusia eran una de las pocas opciones de rechazar la agresión de Moscú, a menos que se optara por una intervención directa de la OTAN en Ucrania, pero el discurso que ha acompañado a esas sanciones ha sido ilusorio, lo que ha impedido una verdadera previsión del efecto rebote.

5. El fin de la guerra tendrá lugar como resultado de una derrota de Rusia en el campo de batalla.

Si bien el apoyo militar al gobierno de Kiev parece necesario para evitar un aplastamiento de Ucrania en la guerra, es conveniente que se tenga claro, como insiste una serie de analistas, desde Henry Kissinger a Enmanuel Macron, que una derrota humillante en el campo de batalla es inaceptable para Rusia. Es decir, la guerra tendría entonces dos opciones: enquistarse por años y quizás décadas o bien una negociación que pueda semejarse a una detención del combate en tablas. Es obligado reconocer que las amenazas de Moscú acerca del posible uso táctico del arma nuclear limitada al suelo ucraniano son algo más que bravatas. Entre otras razones, porque no está nada claro que la OTAN estuviera dispuesta a usar también el arma nuclear si esta solo se usara en territorio ucraniano.

6. La disposición a negociar depende de la posición favorable de Putin

Los representantes de la OTAN han salido de la reunión de Madrid el pasado junio, afirmando que “la negociación con Rusia está descartada, porque Putin no está a favor de negociar”. Al eliminar la disposición a la negociación, la OTAN está señalando que la única otra opción es la continuación del enfrentamiento bélico. Pero su argumento rompe con la norma básica de todo esquema de negociación de conflictos. La disposición a negociar nunca depende de la voluntad del otro. Si el otro rechaza la negociación lo que sucederá es que probablemente la negociación no tendrá lugar en la práctica, pero la voluntad, la disposición a negociar debe permanecer en pie, para evitar la única otra salida, la continuidad de la guerra. En realidad, cuando se descarta la disposición a negociar se está evidenciando que la opción prioritaria es la victoria militar.

Lamentablemente, estos y otros mitos parecen bien establecidos hoy en la opinión pública occidental, robustecidos por los medios de comunicación. Y lo más interesante es que son presunciones que no necesitan de la coerción comunicativa explícita como sucede en la Rusia de Putin. Pudiera suceder, incluso, que la opinión publica europea cambiara su posición respecto de estos mitos, no por convencimiento argumental, sino por los efectos nocivos que la guerra está teniendo en la economía de sus países, como ya está sucediendo en Alemania.

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