Cuentos para crecer: El ganso dorado

El ganso dorado

El ganso dorado

Relájate, quédate quietecito y escucha. Escucha con gran atención este cuento sobre una niña llamada Rosalina que vivía en una destartalada y vieja casa flotante con su anciana y gruñona tía. Un día, cuando estaba jugando al aire libre, ocurrió algo asombroso. ¿Qué pudo ser? ¡Vamos a ver si lo descubrimos!

Pues… había estado lloviendo durante varios días y la pequeña Rosalina estaba ya harta de permanecer encerrada en la casa flotante donde vivía. Por eso cuando por fin dejó de llover, le preguntó a su tía si podía salir afuera a jugar.

—Sí, pero no te alejes demasiado, la cena pronto estará hecha —dijo su tía removiendo una gran olla en la cocina.

Rosalina se puso sus brillantes botas rojas y el impermeable y salió a jugar al aire libre. Recorrió brincando arriba y abajo la orilla del río, saltando y chapoteando sobre los embarrados charcos.

De pronto oyó un fuerte graznido. Parecía venir de una mata de juncos que crecía a la orilla del río. Imagínate la sorpresa que tuvo al ver allí un hermoso ganso dorado. El ave estaba agitando las alas y parecía muy asustada, como si se hubiera enredado en la red de un pescador. Cuando el ganso vio que la niña se acercaba, se quedó muy quieto y silencioso.

—¡Oh, pobrecito! No te preocupes, no te haré daño —dijo Rosalina tranquilizándolo. Se acercó al ganso de puntillas, lentamente, para no asustarlo más. Le acarició el cuello y con mucho cuidado le quitó la vieja red en la que se había enredado. En cuanto estuvo libre, el ganso extendió sus magníficas alas doradas y las agitó agradecido y aliviado.

—¡Muchas gracias! ¿Cómo puedo pagarte que me has salvado la vida? —exclamó el ganso bailando de alegría.

Al ver lo contento que estaba, Rosalina se puso a aplaudir echándose a reír.

—Me gustaría recompensarte por lo que has hecho. ¿Pero qué es lo que puedo darte? —le preguntó el ave.

—¡Tus plumas son tan bonitas! ¿Quizás podrías darme una? —respondió Rosalina.

—¡Qué buena idea —exclamó el ganso. Y entonces se arrancó una reluciente pluma de su barriga dorada y se a la niña—. Si decides venderla, te darán varias monedas oro por ella —añadió.

Rosalina la sostuvo en alto para contemplarla. La hermosa pluma brilló bajo la luz del sol.

—Muchas gracias —dijo la niña sonriéndole.

El ganso extendió entonces las alas y emitiendo un fuerte zumbido, echó a volar.

Rosalina se fue corriendo a su hogar.

—¡Tía tía! —gritó al llegar a la casa flotante. Esperaba que su tía se alegrase al ver la pluma, porque últimamente había estado malhumorada e infeliz.

—¿Qué pasa, Rosalina? ¿Por qué armas tanto jaleo? —le soltó su tía——. ¿Y dónde has estado? La cena se está enfriando.

Rosalina entró corriendo a la cocina. Excitada, le contó la historia sobre el ganso dorado.

—¡Mira lo que me ha dado el ganso dorado por haberle salvado! —exclamó orgullosa sosteniendo en alto la pluma.

Rosalina pensaba que su tía se alegraría al ver a pluma, pero en vez de ello le echó una enojada mirada.

—¡Qué tonta eres! —la riñó——. ¿Sólo le has pedido una pluma? ¿Por qué no le has pedido más? Si lo hubieras hecho ahora seríamos tan ricas que no necesitaríamos preocuparnos nunca más por el dinero.

—Lo siento tía —se disculpó Rosalina echándose a llorar — Si quieres intentaré encontrar al ganso y le pediré más plumas —le dijo sollozando—. Si se la pido amablemente, creo que me dará otra.

—Pues ve corriendo a buscarlo y consigue tantas como puedas. Apresúrate o el ganso ya se habrá ido —le gritó su tía.

Mientras la niña iba a buscar el ganso, su tía la siguió sin que ella lo advirtiera.

Rosalina fue corriendo por el camino hasta que vio al ganso flotando tranquilamente en el río.

—¡Querido ganso dorado, vuelve, por favor! ¡Necesito que me ayudes! —le gritó la niña.

El ganso fue volando rápidamente hacia ella.

Pero en cuanto el ganso se posó en el suelo, la tía de Rosalina salió de detrás de unas matas y lo atrapó con una red.

—¡Ya te tengo! —exclamó triunfante.

—¡Oh, no! ¿Qué estás haciendo, tía? —gritó Rosalina—. ¡No le hagas daño!

—Lo he atrapado para arrancarle todas las plumas doradas —repuso excitada la anciana.

Y poniéndose el ganso bajo el brazo e ignorando las protestas de Rosalina, fue corriendo a la casa flotante en la que vivían. Luego lo llevó a la cocina y le arrancó todas las plumas. Cuando Rosalina llegó vio que el ganso estaba totalmente desplumado y a su tía plantada sonriendo ante la gran cantidad de plumas doradas amontonadas sobre la mesa.

Cuando Rosalina cogió al ganso en brazos, las lágrimas le rodaron por las mejillas.

—Lo siento mucho —susurró dulcemente al ganso acariciándole el cuello.

—¡Rosalina, quiero que te ocupes muy bien de este ganso! —le ordenó su tía—. Así cuando las plumas le crezcan de nuevo, volveremos a arrancárselas ¡Nunca más tendremos que preocuparnos por el dinero! —exclamó frotándose las manos codiciosamente.

Rosalina cuidó del ganso con amor, preocupándose de mantenerlo alejado de su tía. El ave se fue recuperando poco a poco de la terrible experiencia y mientras los días se convertían en semanas, volvieron a crecerle las plumas.

Hasta que un día la tía de Rosalina decidió que ya era hora de volver a arrancarle las plumas. Le pidió a su nieta que trajera al ganso, riéndose entre dientes excitada al pensar en cómo iba a gastarse el oro que le dieran por las plumas. Pero al verlo, se puso hecha una furia: las plumas del ganso ya no eran doradas, sino de una suave y aterciopelada blancura.

—Después de que me arrancaste todas las plumas doradas sólo me han vuelto a crecer de color blanco —explicó el ganso—. Ahora ya n o puedes utilizarme más para hacerte rica.

Tras decir estas palabras, salió volando por la ventana y se despidió graznando de Rosalina. La niña se alegró mucho de que volviera a ser libre y lo contempló mientras desaparecía entre las algodonosas nubes que flotaban en el cielo.

La codicia nos impide ser felices porque hace que siempre deseemos más y más cosas. Una persona sabia valora lo que tiene y agradece todo cuanto recibe en la vida.

Dharmachari Nagaraja
Cuentos budistas para ir a dormir
Barcelona: Oniro, cop. 2008

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El Proyecto CUENTOS PARA CRECER consiste en la publicación de relatos destinados en especial a niños y adolescentes, así como a todos los que encuentran placer en la lectura.

Debido al tipo de historias ofrecidas, este proyecto permite reflexionar sobre una serie de valores considerados esenciales para el desarrollo del carácter, como la tolerancia, la solidaridad, el espíritu de diálogo y la honradez, proporcionando además un valioso instrumento de aprendizaje.

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