Cooperación “multiactor” para la biodiversidad y los sistemas alimentarios sostenibles

Puntos cardinales

Pablo J. Innecken

Pablo J. Innecken

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los servicios ecosistémicos son garantes de la vida humana al proporcionar alimentos nutritivos, agua limpia, favorecer la polinización de los cultivos, suelos saludables, agua potable, reducir la proliferación de la zoonosis y otras fuentes de enfermedades y, además, ofrecer beneficios culturales y espirituales al ser humano. La FAO cifra el valor de estos servicios ecosistémicos en un promedio de 125 mil millones de dólares anuales(1).

El más reciente informe(2) del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC por sus siglas en inglés), reconoce que la salud del planeta es esencial para los seres humanos y establece que una conservación efectiva del 30% al 50% de la tierra y océanos del mundo es requerida para el desarrollo de una condición de resiliencia al cambio climático.

Este análisis científico del Grupo de Trabajo sobre impactos, adaptación y vulnerabilidad, como aporte al VI Informe de evaluación del IPCC, evidencia el rol que tienen los servicios ecosistémicos, es decir, los beneficios que la naturaleza brinda directamente al ser humano, en la lucha contra el cambio climático, en la regeneración ambiental y el repoblamiento de especies de biodiversidad que se encuentren en peligro de desaparecer.

Siendo que el valor de la protección ambiental y el uso sostenible de los recursos, son necesarios para la persistencia de la vida en el planeta, la cooperación es un elemento sustancial. La ampliación y mantenimiento de áreas protegidas, la interconexión de ecosistemas bajo esquemas de rigor científico, el aumento y manutención de los corredores biológicos rurales y urbanos, así como el fortalecimiento y universalización de las prácticas de agropecuarias sostenibles requieren del apoyo financiero y técnico para poder generar un impacto sostenible que lleve a la regeneración ambiental y a frenar la alarmante pérdida de biodiversidad existente.

Costa Rica por su parte es copresidente de la Coalición de Alta Ambición por la Naturaleza y las Personas(3), en donde promueve la meta de protección del 30% de la tierra y océanos junto más de un centenar de países, en las negociaciones de la Convención de Diversidad Biológica (CBD), que culminarán en su 15 Conferencia de las Partes por realizarse en Montreal en diciembre próximo. Esta meta global del 30×30 involucra tanto Áreas Protegidas (Parques Nacionales y Reservas Biológicas, por ejemplo) como las OMEC (Otras Medidas Efectivas de Conservación Basadas en Áreas), que son definidas como
un área geográficamente definida diferente a un área protegida, la cual está gobernada y gestionada efectivamente para que se logren resultados positivos y sostenidos a largo plazo para la conservación in situ de la biodiversidad, las funciones y los servicios ecosistémicos asociados; y los valores culturales, espirituales, socioeconómicos y otros valores localmente relevantes cuando sea el caso”(4)

No obstante, y el país es consciente de ello, luego de las negociaciones internacionales, se requerirá de financiamiento y apoyo técnico para llevar a cabo la implementación de los acuerdos. Esta cooperación debe involucrar no solamente a los Estados, sino a todas las fuentes posibles y relevantes, concepto que se conoce como cooperación multiactor, y que incluye la movilización de recursos de sectores tales como la sociedad civil, la academia, la filantropía internacional, entre otros, siendo elementos que permiten no solo generar un financiamiento más sólido, sino también, reunir y direccionar sectores para que se constituyan en socios mismos del desarrollo.

En el sector de la producción agroalimentaria mundial, se está cada vez más solicitando, el involucramiento de conceptos como el de la agricultura regenerativa, la agricultura climáticamente inteligente o la producción ganadera con evaluación ambiental. Para integrar a esta multiplicidad de actores del sector agroalimentario como socios del desarrollo, se requiere brindar un acceso generalizado a las tecnologías que permitan al agricultor un rendimiento óptimo de sus cultivos, con medidas de mitigación y adaptación al cambio climático que aseguren la salud de los suelos, la sanidad vegetal, la protección ambiental, el acceso a los mercados y la mejora en la calidad de vida tanto de productores y consumidores.

Es en estos aspectos, que toma relevancia el concepto de la creación de sistemas alimentarios resilientes y sostenibles y a las conclusiones de la Cumbre de Sistemas Alimentarios que convocada por la Organización de las Naciones Unidas hace poco más de un año. Según la FAO, un “sistema alimentario sostenible es aquel que garantiza la seguridad alimentaria y la nutrición de todas las personas de tal forma que no se pongan en riesgo las bases económicas, sociales y ambientales de éstas para las futuras generaciones”(5).

Existen múltiples ejemplos bondadosos para replicar e involucrar: siguiendo el caso de las prácticas artesanales que llevan a formas de producción sostenibles y resilientes, los pueblos indígenas, son muestra categórica de saberes y modos de vida que hacen compatible la producción y la protección a un mismo nivel. Siendo guardianes del 80% de la biodiversidad del planeta, los pueblos indígenas poseen paralelamente muchas formas de cultivo y generación de recursos agroalimentarios que son amigables con el ambiente y que parten más allá de un esquema de mera producción, sino que se insertan en su cosmovisión misma.

Para dar a conocer este tipo de realidades, es necesario el involucramiento de estos actores en las negociaciones internacionales políticas y técnicas en estas materias, tal y como es requerida la generación de incidencia para la movilización de recursos y aportes financieros y en especie de todas las fuentes relevantes.

Es un hecho que invertir en la naturaleza y en la producción sostenible, incluyendo el fortalecimiento de los sistemas alimentarios sostenibles, trae réditos tangibles no solamente económicos, sino, además, en términos de calidad del aire, los suelos, la generación agroalimentaria y de la vida misma de las personas; estos múltiples beneficios pueden ser cuantificados mediante la ciencia.

El gran reto que tiene la sociedad humana es la definición del camino para la recuperación de la naturaleza y el uso adecuado de los recursos, asegurando la protección ambiental y la construcción de sistemas alimentarios sostenibles; es así como espacios en el seno de las Naciones Unidas tales como la COP15 de la CBD o la COP27 de Cambio Climático por realizarse en los meses venideros, son propicios para ello. No hay duda, de que será necesaria la cooperación internacional, el entendimiento mutuo y el tomar en cuenta el aporte de todos los sectores y actores para la implementación de las metas que se plasmen en el papel, contribuyendo así a una efectiva ejecución a nivel técnico y científico. Es un hecho comprobando que el beneficio que se haga a favor del planeta, se traducirá directamente en mejoras sustanciales a nuestra calidad de vida.

Notas

1. https://www.fao.org/ecosystem-services-biodiversity/en/
2. https://report.ipcc.ch/ar6wg2/pdf/IPCC_AR6_WGII_FactSheet_Biodiversity.pdf
3. https://www.hacfornatureandpeople.org/
4. https://bit.ly/3yz75i4
5. https://www.fao.org/food-systems/es/

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