Ella, la que debe ser obedecida

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Les he venido comentado en estos años (si, ¡ya son varios años de la columna!) algunas películas, que fueron las que me influenciaron en mi adolescencia y juventud. Escribí un ciclo de varias de corte romántico, y la semana pasada inicié uno nuevo, ahora de películas de ciencia ficción y fantásticas, que por cierto lo comencé con el clásico Zardoz.

Aunque, hasta ahora, solo les he comentado películas, en esta oportunidad quiero romper esa tradición, y hablarles de un libro, en realidad libros, porque es una saga de cuatro, que nunca olvido y llevo presente hasta nuestros días, esto muchísimos años después de mi primera lectura (la he leído varias veces) que hice muy joven, cuando los «descubrí» en la casa de mis abuelos en Barrio Amón. Me gustaron tanto, que no los leí, literalmente los devoré, creo que en unos tres o cuatro días.

Me refiero a la tetralogía del escritor H. Rider Haggard sobre Ella (She en inglés), que se compone de cuatro libros: «Hija de la Sabiduría», «Ella, la que debe ser obedecida», «Ayesha, el retorno de Ella«, y «Ella y Allan». Los puse en orden cronológico, aunque no de publicación, pues «Hija de la sabiduría» es, como se dice ahora, una precuela, que fue la última en publicarse.

Como siempre, me gusta poner el tema en contexto, asi que les voy a hablar un poco de H. Rider Haggar (1856-1925), que fue un prolijo escritor ingles, de finales del siglo XIX y principios del XX. Haggard tiene a su haber dos de los personajes de ficción más famosos de su época, Ella (Ayesha) y Allan Quatermain, que seguramente muchos recordarán en «Las minas del Rey Salomón», de la que se han hecho varias versiones cinematográficas. Casi todos los libros de Haggard fueron un gran éxito.

Con Ella, haggard creó uno de los personajes más complejos del relato fantástico, tan profundo que se han tejido innumerables análisis y especulaciones sobre Ayesha (así se llama Ella) desde entonces. La novela fue originalmente publicada por entregas en la revista The Graphic entre octubre de 1886 y enero de 1887, es relativamente poco conocida en nuestra lengua, pero se trata de uno de los libros que mejor y más intensamente ha perdurado, con alrededor de 85+ millones de copias vendidas en 44 idiomas diferentes.

Ella narra la historia de dos ingleses, Horacio Holly y Leo Vincey, durante un viaje a las zonas más inhóspitas de África. Allí encuentran una desconocida tribu nativa y su misteriosa reina, Ayesha, que gobierna con autoridad sobre sus súbditos, en su mayoría hombres. Su nombre, Ayesha, significa algo así como She Who Must be Obeyed, es decir, Ella a quien se debe obedecer. En este sentido, una de las primeras novelas del subgénero de Mundos Perdidos.

Si bien la novela persigue objetivos claramente fantásticos, la figura de Ayesha está sujeta a numerosas conjeturas. No es una mujer común, ni siquiera una mujer poderosa, sino algo que yace en las raíces míticas de la mujer como elemento central de arcanas mitologías. Ayesha es enloquecedoramente libre, sensual, autónoma, resuelta, y al mismo tiempo ferozmente fiel al recuerdo de su marido Kallikrates, quien lleva unos dos mil años muerto (si ya lo adivinaron, Ayesha es inmortal). Ayesha es una mujer libre de ataduras, física e intelectualmente, que reina sobre una masa genuflexa de aborígnes ineptos e incultos.

Haggard presiona con énfasis sobre la ansiedad que Ayesha produce en sus seguidores, y también en los dos protagonistas de la novela. No se trata de un terror puro y abyecto, sino de la ansiedad producida por la autoridad de una mujer sobre ellos. El efecto de Ayesha sobre los hombres tampoco se parece a ningún otro de las tantas mujeres pavorosas del cuento fantástico. Los hombres se arrodillan ante ella, la adoran, le ofrecen su propia vida y alma; gestos que en definitiva generan una fuerte impresión en los viajeros, que poco a poco ceden ante lo inevitable: Ayesha es capaz de dominar y subyugar a cualquier miembro del sexo masculino.

No sorprende que detrás de la historia, se halla un hito cultural relacionado directamente con el imperialismo británico, en su máximo esplendor en ese momento. Después de todo, Ella es una reina blanca que gobierna sobre un pueblo africano de tez oscura, salvaje y obediente. Cualquier similitud con la situación colonialista en la Sudáfrica de aquellos años es todo menos una coincidencia.

Lo novedoso de este enfoque, a despecho de sus implicancias políticas, es que Ayesha no es la frágil dama raptada por salvajes y rescatada por aplomados cazadores caucásicos, sino una mujer de estirpe ancestral, heredera de un sistema matriarcal absolutamente inadmisible para el mundo victoriano, y acaso para todos los mundos posteriores. La figura de Ayesha inspira temor y sumisión en los hombres, y de su combinación emerge una pulsión que mezcla el deseo con la necesidad de aplastar y someter a esa reina descarada.

Los dos protagonistas masculinos, ambos ingleses, representan la hombría tradicional, y su rechazo y deseo por Ayesha plantean el conflicto del hombre sobre la nueva mujer que se avecina. De todos los poderes persuasivos de Ayesha, en los que no falta la elocuencia y la erudición, el más fuerte de todos es el sexo. En definitiva Ayesha gobierna desde el deseo.

Tampoco quiero dejar pasar, que también juega un papel muy importante el amor, un poco retorcido, pero amor a fin de cuentas. Ayesha ve en Leo Vincey a la reencarnación de su amado Kallikrates. Además, el amigo Horacio Holly se enamora de Ayesha, dándose un triángulo amoroso muy particular.

Más allá de estas consideraciones, meramente anecdóticas, los libros de Haggard son interesantes, sólidos, y escritos de un modo genial y sutil, y pueden leerse por el mero placer de una lectura entretenida. Tal vez el único de los cuatro que no encaja del todo, aunque sigue siendo una lectura amena, es el de «Ella y Allan», que es un curioso «crossover» emntre Ella (Ayesha) y el héroe Allan Quatermain, que Haggard escribió, seguramante presionado por su editor, para juntar en un relato a sus dos más famosos personajes.

En su momento me apasionó tanto la historia de Ayesha, que hasta pensé que si algún día tenía una hija le pondría ese nombre. Pero no me hagan mucho caso, tanbién pensé lo mismo con Galadriel, la bella y misteriosa elfa de El Señor de los Anillos de Tolkien (creo que fui de los primeros en leerlo en Costa Rica, a principos de los años 80s). Por suerte superé esa etapa.

A través del tiempo se han hecho varias versiones para el cine, algunas con más mérito que otras. Acabo de ver una de 1935 recientemente coloreada, con Randolph Scott y Helen Gahagan en los papeles principales. A mi gusto cambia muchos aspectos importantes de la historia, como el lugar donde se desarrolla, que es en Siberia y no en África, pero da una idea de la trama y de Ella.

Hay otra más «moderna» de 1965, que tiene la especialidad de contar con la bella y sensual actriz Ursula Andress, cuando todavía estaba joven, en el papel de Ayesha. Esta versión es aún menos apegada al libro que la de 1935, pero bueno, vale por ver a la Andress. La cinta fue un éxito de taquilla, y por supuesto, en 1968 hicieron una segunda parte «La venganza de Ella«. Para rematar esto de las películas, hay hasta una versión en el futuro, que ni siquiera he hecho el intento de verla.

Por si los quieren leer, publiqué en Edel tres de los libros de la saga de Ella, «Hija de la Sabiduría«, «Ella, la que debe ser obedecida» y «Ayesha, el retorno de Ella«. Deben leer primero Ella, y después van a querer leer desesperadamente la continuación. Leerlos, es por mucho, mejor que ver cualquiera de las películas.

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Un comentario

  1. la novela ELLA y la siguiente AYESA son maravillosas y aptas para el cine sería importante volver a proyectarlas …. gracias

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