Hipocresías en el 70 aniversario de la liberación de Auschwitz

Emilio Marín (LA ARENA)

Auschwitz

En el mundo se conmemoró el 27 de enero el día del Holocausto, excepto en Israel que se festeja en otra fecha. Hubo mucho ocultamiento político del rol del Ejército Rojo en la liberación de los prisioneros de Auschwitz.

A nivel mundial, y por resolución de las Naciones Unidas, la conmemoración del Holocausto se realiza los 27 de enero de cada año, tomando como referencia la liberación de miles de prisioneros del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau. El mismo había sido instalado por los nazis entre abril y mayo de 1940 en Polonia, país al que invadieron el 1 de setiembre de 1939, dando comienzo a la mortífera II Guerra Mundial. Y en aquel enero de 1945, con las tropas del Tercer Reich retrocediendo hacia Berlín bajo el impulso de las derrotas que les iba imponiendo el Ejército Rojo, los soldados soviéticos llegaron al centro de exterminio y pudieron liberar a unos 7.000 prisioneros que estaban allí muertos de hambre y de frío, pero sobre todo casi muertos en vida.

El Estado de Israel, en cambio, tiene su propia conmemoración, pues como se lee en Wikipedia: «el Yom Hashoah, Día del Recuerdo del Holocausto y del Heroísmo, se celebra el día 27 de Nisán (hacia finales de abril o principios de mayo), una semana después de Pésaj (Pascua). Este día está dedicado a la memoria de los seis millones de judíos asesinados por los nazis y al heroísmo de la resistencia judía ante el Holocausto. Esta fecha marca el aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia en la víspera de Pésaj, el 19 de abril de 1943».

En el fondo a los dirigentes sionistas les cuesta admitir y tener que conmemorar algo tan esencial como el día del Holocausto o la Shoá, en el marco de ceremonias internacionales y donde tenga lugar el recuerdo del comunismo.

Pero no son los únicos. En estos días el ministro polaco de Exteriores, Grzegorz Schetyna, declaró que la liberación de aquel centro no se había debido al Ejército Rojo sino a soldados ucranianos. Le salió al cruce la Cancillería rusa: «es bien sabido que Auschwitz fue liberado por tropas del Ejército Rojo, en cuyas filas combatían soldados de todas las nacionalidades de la extinta Unión Soviética».

El giro anticomunista de las autoridades polacas se verifica en este tema y en muchos otros. El país se incorporó a la Unión Europea y la OTAN, y dentro de ésta se ofreció para ser base de los dispositivos de radar y bases de misiles del Pentágono, en contra de Moscú.

En el acto de anteayer en Polonia, celebrado en el lugar donde funcionó el lugar de aniquilamiento de Auschwitz, el presidente polaco Bronislaw Komorowski invitó a los presidentes de Francia, François Hollande; Alemania, Joachim Gauk, y Ucrania, Petro Poroshenko. El mandatario ruso no fue invitado. Vladimir Putin dijo el 26 de enero que «el Holocausto es una de las páginas más trágicas y vergonzosas de la Historia de la humanidad». Añadió que el Ejército Rojo salvó del exterminio no sólo a los judíos, sino a otros pueblos de Europa y del mundo.

Las manipulaciones

Se sabe que Estados Unidos y su industria cinematográfica, más el resto de su maquinaria política, cultural y propagandística, han querido presentarse como el gran liberador de Europa del fenómeno del nazifascismo.

Y no es que los soldados norteamericanos, británicos y en menor medida franceses del sector resistente, que era minoría, no hubieran disparado ni un tiro o hecho su aporte a esa victoria sobre el III Reich. Lo hicieron, sobre todo desde la demorada -calculada demora- en abrir el «Segundo Frente» en Francia, desde el Reino Unido.

Pero eso no cambia el balance general de la guerra iniciada en setiembre de 1939. La URSS fue invadida en junio de 1941 y debió lidiar en soledad contra el grueso de los mejores ejércitos germanos, complementados por aliados rumanos e italianos.

La versión idílica estadounidense y europea no resiste el menor análisis. No sólo en cuanto a la liberación de Auschwitz, obra del 60 Ejército soviético, sino en general sobre la salvación de Europa y la capitulación alemana del 8 y 9 de mayo de 1945. Esa conclusión de la contienda, y por lo tanto del gran sufrimiento de la humanidad, comenzó a escribirse con la gran victoria de Stalingrado en 1942-1943. Y con el consiguiente movimiento de contraofensiva que culminaría con la bandera soviética siendo agitada en los techos de la Reichstag (cancillería) alemana, por soldados soviéticos.

Esto también se plasma en otra clase de números. Sobre aproximadamente 60-65 millones de personas que murieron en la gran conflagración, entre 20 y 22 millones eran soviéticos, soldados y civiles. Dicho sea de paso, esta magnitud pone en su debido y exacto lugar a la tremenda matanza cometida por los nazis contra los judíos. Se considera que fueron aniquilados entre 5 y 5.5 millones de personas de ese origen y religión en aras de lo que los jerarcas nazis planteaban como «solución final». Y uno de los mayores laboratorios de esa masacre contra la humanidad estuvo en los tres campos principales de Auschwitz y sus varios campos secundarios.

El primer responsable del antro, el oficial de las SS Rudolf Höss, fue juzgado por los soviéticos y condenado a muerte. Fue colgado en el mismo lugar de sus «hazañas». Interesante dato histórico. Que no vengan los objetores de la pena de muerte a decir que esa condena fue equivocada y excesiva. Los otros dos jefes que tuvo el campo entre 1940-1945, Arthur Liebehenschel y Richard Baer, tuvieron el mismo final (Baer se suicidó en prisión).

Las manipulaciones de esta historia se ven en el cambio de carteles del Museo. Hasta 1992, cuando Polonia era socialista, el letrero decía: «Lugar de martirio de cuatro millones de víctimas asesinadas en el genocidio Nazi». Luego lo reemplazaron por otra que habla de «alrededor de un millón y medio de hombres, mujeres y niños, principalmente judíos».

Tiene razón Putin

Más allá de las diferencias en cuanto a cifras, es importante llamar la atención sobre que el cartel de ahora recalca que las víctimas eran principalmente judías. Para muchos desinformados, esto puede sugerir que el grueso de las víctimas del nazismo era judía y ya se vio que no fue así (la URSS tuvo más de 20 millones de muertos).

El aviso cambiado en 1992 no aclara que en Auschwitz, si bien la mayoría de víctimas eran judías, también murieron allí miles de comunistas, patriotas de la resistencia, gitanos, homosexuales, etc.

Al menos el cronista no aprobaría que en la ex ESMA recuperada por la democracia hubiera un cartel que diga: «aquí fueron desaparecidos más de 5.000 argentinos, en su mayoría militantes de Montoneros». Eso sería verdad, pero lo más correcto parece ser buscar la unidad de la lucha, las víctimas y sus familiares, y no la diferenciación por militancia política o fe religiosa.

Confirmando que en Auschwitz lucharon toda clase de personas, sobre todo los partizanos, en el acto de esta semana habló un sobreviviente no judío, el polaco Kazimierz Albin, deportado a Auschwitz en 1940 por cooperar con la resistencia. La crónica dice que recordó «el papel de estos partisanos polacos que lucharon contra los nazis en los alrededores del campo y ayudaron a los pocos presos que, como él, lograron escapar con éxito de sus instalaciones».

También en Auschwitz hubo muchos héroes pero también «kapos» o colaboracionistas judíos y no judíos designados por los nazis para controlar y delatar a sus propios compañeros. Otra semejanza con lo ocurrido en los campos de tortura y exterminio de Argentina en 1976…

Además de la omisión del rol del Ejército Rojo en la liberación de tan ominoso lugar, otra de las falsificaciones fue del primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu. Hizo un llamado para no olvidar y preservar la memoria del Holocausto. Que se quede tranquilo el premier. Son muchos los judíos que no olvidan, como Noam Chomsky, y saben que el estado de Israel se conduce tan brutalmente contra los palestinos como lo hacían los nazis con los judíos.

¿Por qué el cronista insiste con estos temas históricos? No es nada original lo suyo. El presidente ruso cuestionó las falsificaciones sobre Auschwitz: «debemos entender que cualquier intento de reescribir la historia, revisar el papel de nuestro país en la Gran Victoria, significa de hecho la justificación de los crímenes del nazismo y allana el camino para el renacimiento de su ideología asesina».

Salvando las distancias, es como si algunos historiadores y autoridades sudamericanas analizaran el curso de la lucha de esta parte del mundo contra el dominio español, hace casi doscientos años, más específicamente la campaña del cruce de los Andes desde Mendoza, para liberar Chile, en enero de 1817. Sería una deshonestidad intelectual muy grave hablar de esa expedición y hasta glorificar las batallas de Maipú y Chacabuco, pero omitir que se trataba del Ejército de los Andes comandado por el general argentino José de San Martín.

Algo parecido pasa con Auschwitz: fue liberado por el Ejército Rojo soviético de los generales Guergui Zhúkov y Konstantín Rokossovski, cuyo jefe máximo era José Stalin. No fueron los hombres de George Patton, Bernard Montgomery y Dwight Eisenhower. Aunque no les guste a Hollywood, el Pentágono, Wall Street y el Mossad, es la verdad de lo sucedido.

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