La Patrulla Internacional de Bares: Desde tierras australes

Patrulla de Bares Especial para Cambio Político

Misión: Bar Liguria
Dónde: En Providencia, a la salidad de la estación del metro (Tobalaba). Santiago, Chile (ver mapa)

Liguria

Como es ya ancestral costumbre, este Cronista fue llamado por su gloriosa Orden Caballeresca para asistir a su consuetudinario cónclave anual, que esta vez sería celebrado con la pompa y el honor del caso en las lejanas tierras de la Nueva Extremadura, en los confines del Hemisferio Sur, allá por donde el diablo perdió la chaqueta dirán en buen romance. La jornada fue de poco más de mil leguas, larga y extenuante y cuando finalmente este agotado viajero llegó a su acogedor mesón, vio que en la planta baja del mismo había un coqueto local llamado Liguria. No hay duda que la diosa Fortuna es compañera del Cronista, pues sin tener que buscar mucho, su experimentado olfato le indicó que se encontraba ante un local patrullable.

Para efectos de emplazamiento, este Cronista estaba situado en la avenida Luis Thayer Ojeda número 19, de la contemporánea Santiago de Chile. Llegar es de lo más fácil, pues está justo a la salida de la estación del metro Tobalaba, situado en la afluente parte oeste de la villa.

Bar Liguria

 
Acostumbrado a reclutar huestes para toda suerte de temerarias luchas contra bestias míticas tales como endriagos, mantícoras y gárgolas no le fue difícil a este Cronista convencer a un par de sacrificados compañeros de Orden a ejercer tan gallarda función. Así que una espontánea Patrulla se apersonó a ejecutar su riguroso análisis, ubicados en una cómoda terraza que el fresco clima primaveral permitió ocupar. Para el que quiera ordenar rápidamente, hay una pizarra en donde se consignan los “platos del día” y también los vinos que se pueden conseguir, clasificados por cepa. Este Cronista de inmediato encontróse con una gran cantidad de variedades exóticas de las que nunca había escuchado, como Petit Verdot, Carignan, y Carbernet Franc por lo que comenzó a salivar profusamente. Al estar en Chile resulta que sale mucho mejor consumir vino por botella que algún otro tipo de espíritu, así que abnegadamente se procedió a libar un buen caldo de Cabernet Sauvignon del valle de Colchagua. Y en cuanto a las viandas, el menú aunque obviamente no provee un equivalente a nuestras gloriosas bocas, sí se caracteriza por platos ligeros, puesto que los parroquianos no llegan allí sino a beber. De verdad que la Fortuna es generosa.

Bar Liguria

Los ojos de este Cronista bailaban entre tanta comida y bebida inusual, por lo que pidió un chupe de locos, que no es lo que piensan. El chupe es una sopa de origen inca, que en Chile la hacen a base de pan remojado en leche y los locos son unos moluscos univalvos, parientes del caracol, exquisitos y cada vez más difíciles de conseguir porque están siendo sobreexplotados. El chupe es una delicia, sobre todo si se le agrega la salsa picante local, el merkén. Los otros patrulleros fueron más conservadores y se pidieron unos sanguchitos, pero que resultaron venir muy bien preparados, pues se hacen en marraquetas, unos bollos de pan redondos que en Chile son la tradición para hacer emparedados, se probó uno de milanesa parmesana con tomate y albahaca y otro de filetes de pollo a la plancha con pimientos asados, palta (aguacate) fileteada y lechuga. Los nombres lo dicen todo, oh Fortuna, ¡te rendimos culto!

Y para inspirarnos, leíamos en el menú del Liguria versos como éste:

El tomador
Vea, señor despachero
Vengo a que me haga un favor
Que me avíe con licor
Porque me faltó dinero
Me fiará usted por primero
Dos tarritos de salmón
De chicha un buen jetón
Pido porque pobre me hallo
I no me quite caballo
Porque estoi en reunión

Bar Liguria

Al día siguiente al narrar en el seno de su cónclave nuestros héroes acerca de su gloriosa aventura, obviamente sobraron los voluntarios que estaban dispuestos a sacrificarse a probar el menú, así que este Cronista contó con suficientes tractos digestivos para seguir su dura tarea, esta vez la nueva incursión fue en el salón interior del local, el cual tiene una barra con una impresionante pared forrada de botellas hasta el techo, esto no es una pared, ¡es un altar! En esta segunda incursión se probaron las mejillas de congrio al pil pil, el congrio es un pez con cuerpo en forma de serpiente, la salsa pil pil es típica de la cocina vasca, se hace a base de aceite de oliva, ajo y chile picante. Excelente combinación con el caldo de la velada, un vinito Carménère de la comarca de Cachaopal. La mechada con tallarines utiliza uno de los platos típicos chilenos, que nada que ver con la carne mechada mexicana, más bien es una carne sudada que se prepara de muchas formas, normalmente rellena con zanahoria y otros vegetales, en este caso fallaron porque la trajeron fría. Para compensar la evaluación, el costillar de cerdo con charquicán estuvo buenísimo, explicar que es el charquicán es un poco complicado, digamos que es un puré popular tradicional hecho con vegetales, también de origen inca. Ya para ser más aventurados, probamos los erizos al natural con tostadas, son erizos de mar, su sabor es muy particular, no a todo el mundo le pueden gustar pues se comen prácticamente crudos y la verdad es que saben bastante a yodo, pero es un carne muy suave y tienen la particularidad de que cada bichito posee su sabor particular. El arrollado huaso con puré de palta es otro de los platos más típicos de Chile, hecho con carne de cerdo la cual se enrolla con un cordel y en este caso la rellenan con aguacate. Y claro, como estábamos en Chile, había que romper la regla de oro de los borrachos y comer dulce, porque había que pedir una torta mil islas, lo que en Tiquicia se ha llegado a llamar como torta chilena, una hermosa bomba de calorías. Ya a estas alturas del festín había que tratar de hacerle honor a los cerveceros locales, probando algunas variedades artesanales, como la Torobayo, la Mestra y la Guayacán, todas muy buenas. ¡Salve oh diosa Fortuna!

El único problema es que el Liguria es caro. De hecho, mea culpa, se le considera uno de los lugares “de moda” de Santiago, a los que llega la farándula, o sea fuera de los parámetros filosóficos de la Patrulla. Los platos de comida en promedio cuestan unos siete mil colones y las cervezas artesanales unos tres mil. Pero el vino sale barato, la botella servida cuesta lo que sería el precio de un supermercado en Costa Rica. Así que una comida decente con un par de copas de vino generosas en tamaño puede salir a poco más de diez mil colones por cabeza, más que razonable. Peor problema es la atención, es una lacra de todo Chile, son más malos que los saloneros de la Casona de Laly, hay que hacer toda una profesión de amor para que vengan a atenderlo a uno. Pero esos defectos quedan atrás, ante la profusión de comidas y bebidas exóticas a las que accedimos, no en balde atravesamos 43 grados de latitud, literalmente medio mundo, para llegar a este destino. Y como es usual, terminamos esta crónica viajera deplorando que tanto placer nos quede a tan larga distancia. Mi querida Fortuna, en eso nos fallaste.

Para terminar citamos más inspirada poesía que contiene el menú del Liguria, como este

Brindis de un zapatero
Brindo como se orijina
La sociedad caballeros
Porque soi un zapatero
Que trabajo en obra fina
La lesna con la escofina
Me da a mí para el traguito
Como, bebo, gozo i pito
Lo que mi banca funciona
Cuando caldo a una barbona
Me llego a reír solito

Arrollado huaso
Arrollado huaso
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