Los europeos no confían en los productos estadounidenses

Son ciertas las afirmaciones de Trump sobre el déficit comercial?

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Waya Quiviger, IE University

La guerra comercial entre EE. UU. y la Unión Europea (UE) está cobrando impulso. Tras la imposición de aranceles de importación del 25 % por parte de EE. UU. sobre el acero y el aluminio a partir del 12 de marzo, el presidente Donald Trump anunció nuevos planes para introducir aranceles “recíprocos” a todos los países a partir del 1 de abril. Esto significa que EE. UU. igualaría los aranceles de importación de otros países de manera recíproca, o como dijo Trump, “ellos nos cobran, nosotros les cobramos”.

Estas medidas tendrían un impacto devastador en la industria automotriz de la UE, ya que Trump también pretende que los nuevos aranceles reflejen el impuesto sobre el valor añadido (IVA) y las subvenciones de la UE, lo que podría suponer un arancel de facto del 30 % para los automóviles europeos que entren en EE. UU.

Trump ha expresado en repetidas ocasiones sus quejas contra la UE, declarando: “No se llevan nuestros coches, no se llevan nuestros productos agrícolas, no se llevan casi nada, y nosotros les quitamos todo. Millones de coches, cantidades enormes de alimentos y productos agrícolas… la Unión Europea, es una atrocidad lo que han hecho”.

Pero ¿hasta qué punto están justificadas las quejas de Trump? ¿Se está tratando realmente a Estados Unidos de forma injusta? Y, en primer lugar, ¿por qué existe un déficit comercial entre las dos potencias?

Trump pasa por alto las exportaciones de servicios

En los últimos 15 años, la UE ha exportado sistemáticamente más bienes a EE. UU. de los que ha importado. Según datos de Eurostat, el déficit comercial de bienes de EE. UU. con la UE ascendió a 158 000 millones de dólares en 2023. Entre 2013 y 2023, el superávit de la UE en el comercio de bienes con EE. UU. varió de 81 000 millones de euros en 2013 a 166 000 millones de euros en 2021.

Sin embargo, en servicios, EE. UU. tuvo un superávit de exportaciones sobre importaciones con la UE que ascendió a 104 000 millones de euros en 2023. Esto reduce significativamente el déficit comercial general a “sólo” 54 000 millones de euros, una cantidad relativamente pequeña en comparación con el valor total de la economía estadounidense de 27 billones de dólares.

A pesar de esto, Trump se centra exclusivamente en el déficit de bienes comercializados y amenaza con igualar los aranceles elevados por otros países para lograr la igualdad de condiciones. Sin embargo, los tipos arancelarios generales entre los dos bloques son bastante similares, con una media del 3,95 % para los productos estadounidenses y del 3,5 % para los productos de la UE. No obstante, existen variaciones significativas en determinados sectores.

Las preocupaciones de Trump sobre los aranceles sobre automóviles, agricultura y alimentos no son del todo infundadas. Por ejemplo, el tipo arancelario de la UE sobre los automóviles importados es del 10 %, frente al 2,5 % de EE. UU., y los aranceles de la UE son alrededor de 3,5 puntos porcentuales más altos en alimentos y bebidas. Además, los aranceles sobre productos químicos son, en promedio, 1 punto porcentual más altos en la UE que en EE. UU.

En estas áreas, la UE podría enfrentarse a importantes amenazas arancelarias y a difíciles sesiones de negociación en el futuro.

Las regulaciones de la UE frenan la tecnología estadounidense

La UE ha prometido una respuesta “firme y proporcionada”, afirmando que está preparada para tomar represalias contra los aranceles del 25 % sobre el acero y el aluminio y cualquier otro adicional. Los Estados miembros de la UE ya han autorizado aranceles de hasta el 50 % sobre importaciones estadounidenses por valor de 4 800 millones de euros, y podrían realizar rápidamente una votación para aplicarlos.

Los productos afectados incluyen el whisky bourbon, las motocicletas Harley-Davidson, las lanchas a motor y ciertos artículos de acero y aluminio. Estos aranceles entrarán en vigor automáticamente a finales de marzo, a menos que la mayoría de los países de la UE decidan aplicarlos antes.

Otro punto de influencia potencial es el poder regulador de la UE, especialmente sobre las grandes empresas tecnológicas. Esto es una preocupación importante para Washington, con empresas como Facebook y Twitter bajo el escrutinio de la Unión Europea por la regulación de contenidos y el intercambio de datos con las autoridades.

Como mayor exportador de servicios del mundo, EE. UU. podría enfrentarse a considerables represalias por parte de la UE. Bruselas podría imponer restricciones adicionales a las empresas consultoras y financieras de ese país, aumentar los impuestos digitales a sus plataformas o revocar los derechos de propiedad intelectual.

A pesar de tener la sartén por el mango en este terreno, la UE ha insistido en que prefiere la negociación a la confrontación. En una reunión reciente con el vicepresidente estadounidense, J. D. Vance, la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, reafirmó el “compromiso de la UE con una relación comercial justa [con EE. UU.]”. Sugirió que la Unión Europea podría comprar más productos estadounidenses, como gas natural licuado, para reducir el déficit comercial.

Bernd Lange, presidente de la comisión de comercio del Parlamento Europeo, dijo recientemente a la prensa que el bloque estaba dispuesto a reducir su impuesto de importación del 10 % sobre los automóviles para alinearse más estrechamente con el tipo del 2,5 % establecido por EE. UU. Otra posible oferta podría ser aumentar el gasto en defensa y comprar armas y armamento estadounidense.

Sin embargo, más allá de las diferencias arancelarias, hay otros factores importantes que explican el antiguo déficit comercial entre EE. UU. y la UE, y estos no son tan fáciles de solucionar.

La UE no confía en los productos estadounidenses

El comportamiento y las preferencias de los consumidores a ambos lados del Atlántico desempeñan un papel muy importante en la relación comercial entre Estados Unidos y la Unión Europea. Un déficit comercial suele reflejar diferencias en los costes de producción y en la calidad de los productos. Esto sugiere que los consumidores estadounidenses suelen preferir los productos europeos a las alternativas nacionales, mientras que los consumidores de Europa prefieren sus propios productos a los estadounidenses. El resultado es un déficit comercial a favor de la Unión Europea.

Un factor importante que contribuye a ello, especialmente en las exportaciones de alimentos a la UE, es la estricta normativa del bloque en materia de agricultura, que Estados Unidos ha cuestionado en repetidas ocasiones. Esta incluye normas sobre higiene y plaguicidas (conocidas como normas sanitarias y fitosanitarias) y las indicaciones geográficas. Las antiguas disputas comerciales no resueltas en torno a los productos agrícolas han limitado las exportaciones estadounidenses a la UE, especialmente en lo que respecta a la carne de vacuno, las aves de corral y los productos lácteos.

Las normas sanitarias y fitosanitarias de la UE también pueden obstaculizar el comercio de productos alimenticios que utilizan biotecnología y otros métodos de producción comúnmente utilizados en los EE. UU. Un ejemplo notable es la disputa entre la UE y los EE. UU. sobre la carne de vacuno con hormonas, que duró de 1996 a 2009.

Durante 13 años, la UE impuso una prohibición total a las importaciones de carne de vacuno estadounidense alegando preocupaciones sanitarias relacionadas con las hormonas, en virtud del principio de precaución de la UE (“más vale prevenir que curar”). Estados Unidos impugnó repetidamente esta prohibición e incluso la llevó ante la Organización Mundial del Comercio. En 2009, la UE acordó importar una cuota de carne de vacuno estadounidense sin hormonas.

La disputa resurgió cuando EE. UU. alegó que la UE no estaba respetando esta cuota, lo que finalmente condujo a un acuerdo en 2019 por el que la UE aceptó importar 35 000 toneladas de carne de vacuno estadounidense sin hormonas.

Las regulaciones de indicaciones geográficas (IG) de la UE también restringen el comercio de ciertos alimentos, vinos y bebidas espirituosas etiquetados con nombres protegidos por la UE que los productores estadounidenses consideran genéricos. Por ejemplo, los quesos estadounidenses etiquetados como parmesano o asiago no pueden venderse en la UE, ya que sólo los quesos producidos en regiones con registros de IG pueden utilizar esos nombres.

Mientras que EE. UU. sostiene que estas regulaciones son una forma de proteccionismo, la UE mantiene que sus normas sanitarias y de salud son más estrictas que las de EE. UU. y se aplican de manera uniforme a todos los productos no pertenecientes a la UE, no sólo a los de EE. UU.

La guerra comercial parece inevitable

Independientemente de si las quejas estadounidenses están justificadas o no, la realidad es que la UE y EE. UU. están en pie de guerra comercial sin un final a la vista. La UE afirma que está mejor preparada para un Trump 2.0, haciendo alarde de un conjunto de herramientas de represalia ampliado que incluye el instrumento contra la coerción y un actualizado Reglamento de Ejecución de la UE para disputas comerciales. Pero sigue siendo incierto si estas medidas serán suficientes para disuadir a EE. UU.

Lo que está claro, sin embargo, es que estamos asistiendo a un notable retroceso de la historia. Estados Unidos, que ha defendido el libre comercio durante los últimos 80 años, está ahora desafiando activamente las normas y principios que sustentan el sistema comercial multilateral, con consecuencias potencialmente catastróficas para la UE, Estados Unidos y el resto del mundo.The Conversation

Waya Quiviger, Professor of Practice of Gobal Governance and Development, IE University

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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