Recuerdos de mi barrio (Amón)

Bazar digital

Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

Buena parte de mi vida me he relacionado con los Barrios Amón y Otoya en San José. Nací en Amón y a los tres años de edad mi familia se pasó a vivir al barrio vecino Otoya. Pero en realidad nunca me fui de Amón, dado que mis abuelos y unas tías eran de ese barrio también, y por lo menos iba unas tres veces a la semana de «visita». Y los domingos en la tarde-noche era un ritual de toda la familia, incluidos los primos, ir a cenar. Aún después de muertos mis abuelos, una vez a la semana nos reuníamos a almorzar con una de mis tías que se quedó a vivir en Amón.

Así que mis barrios de niñez y juventud, siempre fueron Amón y Otoya. Incluso mantuve por muchos años mi oficina en Otoya, frente al restaurante “Café Mundo” al inicio de la icónica avenida 9, que prácticamente define a Barrio Amón. Mi casa y la de mis abuelos estaban en avenida 9, entre calles 1 y 3 (no era la misma). De niño y adolescente, cuando visitaba a mis abuelos y luego a mi tía, siempre recorría a pie la avenida 9 completa, así que recuerdo hasta las casas que ya no están. De Barrio Otoya les hablaré en la próxima entrega.

La política también me hizo conocer a la gente del barrio. Siendo del distrito El Carmen, me tocó varias veces censar a Amón y Otoya, así que también me acuerdo de muchas de las familias, especialmente de Otoya.

Y ahora recientemente, con unos amigos, resulta que abrimos una oficina en Barrio Amón, y curiosamente está en avenida 9, a unos 50 mt de la casa de mi tía y muy cerca del lugar donde vivía mi familia. Esto me hizo volver a mi querido barrio y por supuesto, se desataron mis recuerdos, lo que me motivó a escribir esta crónica.

Pero primero como saben, me gusta poner las cosas en contexto, así que inicio con un breve párrafo sobre El Carmen, que es el distrito primero del cantón de San José en la provincia homónima. El distrito está en su totalidad contenido dentro de los límites de la ciudad de San José. Cuenta con una superficie de 1,49 km²​. El nombre se origina en el templo ubicado en su barrio central, la iglesia de Nuestra Señora del Carmen que fue fundada en la primera mitad del siglo XIX, y es una de las parroquias más antiguas de San José.

El Carmen se compone de los siguientes barrios: Amón, Aranjuez, California, Carmen, Empalme, Escalante y Otoya. Dichos barrios tienen características muy distintas. Barrio La California es conocido por su vida nocturna, a menudo acompañada de polémica. Barrio Escalante se caracteriza por la variedad de restaurantes de diferentes cocinas. Barrio Amón,​ cuyo nombre proviene del inmigrante francés Amón Fasileau, Barrio Otoya por Francisco Otoya dueño de los terrenos, y Barrio Aranjuez, bautizado en honor al inmigrante catalán Juan Aranjuez; son reconocidos por su arquitectura de finales del s.XIX y principios del s.XX, y por los numerosos hoteles y casinos que en ellos se encuentran actualmente.

Para detallar, como en otras oportunidades, les transcribo lo que dice al respecto el libro El patrimonio histórico-arquitectónico y el desarrollo urbano del distrito Carmen de Gerardo A. Vargas—Carlos Ml. Zamora, publicado por el MCJ en el año 2000.

El Barrio Amón

La legislación gubernamental y municipal que propició la expansión de la población hacia el sector noreste de la ciudad hizo cada vez más atractivo el sitio, favoreciendo la plusvalía de los terrenos.

Algunas de estas propiedades eran de una extensión considerable, con terrenos planos y en pendiente y ubicados en un entorno de gran potencial paisajístico. La proximidad a las limpias y cristalinas aguas del río Torres, propiciaban un gran verdor y el contacto con la naturaleza; un sitio tranquilo y con una hermosa vista a los extensos cafetales y a las montañas situadas al norte de la ciudad. Esto determinó que los dueños de los inmuebles, procuraran sacar el máximo provecho del desarrollo urbano que se estaba generando en la zona.

Dentro del ensanche poblacional el primer barrio que se empezó a originar fue el Barrio Amón, cuyos actuales límites son: al norte el río Torres, al sur la Avenida 7, al este la Calle 9 y al oeste la Calle Central. El nombre con el cual se bautizó al barrio, correspondió al del emigrante francés Amón Fasileau Duplantier y Roussand, quien vivió en Costa Rica, aproximadamente, entre las décadas de 1860 y 1910; y quien contrajo matrimonio con la guatemalteca, residente en el país, María Guadalupe Machado Lara. Amón murió en 1916, mientras se desempeñaba como Cónsul ad-honorem de Costa Rica en Tolosa, Francia; coincidentemente este mismo cargo diplomático pasó a ser ocupado por Raymond Fasileau Duplantier Machado, su hijo.

Amón Fasileau Duplantier formó parte de un nutrido grupo de inmigrantes europeos que llegaron a nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX. Estas personas realizaron grandes inversiones en una variada gama de actividades industriales y agrícolas, incorporándose a la élite hegemónica detentadora del poder económico y político del país. Aprovechando la coyuntura de la perspectiva del ensanche de la ciudad hacia el norte, Duplantier decidió presentar a la Municipalidad de San José, el día 5 de febrero de 1892, una propuesta para urbanizar una serie de terrenos de su propiedad localizados en ese espacio. Amón manifestó que inicialmente pensó realizar la apertura de una serie de calles para mejorar la comunicación de esos terrenos, pero que, sin embargo, consideró …que este proyecto perjudicaría la armonía de las calles que la Municipalidad en un tiempo más o menos lejano trataría de abrir al servicio público.

El proyecto pretendía la urbanización de su propiedad con el fin de crear aproximadamente 12 cuadrantes en un terreno de topografía quebrada y atravesado por algunos accesos muy simples, según el plano levantado por Alberto González Ramírez. Se planteaba la necesidad de expropiar al menos cuatro casas que no eran de su pertenencia y que dificultarían el trazado de las futuras calles. Para la materialización de esta idea en lo medular, Amón asumía el compromiso de realizar los trabajos de remoción de 30.000 yardas cúbicas de tierra, luego se procedería a abrir las nuevas calles, todo de su propio peculio, dejándolas listas para su posterior macadamización. Además, cedería a la municipalidad los terrenos que fueran de su propiedad y que se ocuparan para las nuevas calles, previo pago de una indemnización a negociar, a raíz de la expropiación que se aplicaría. La Municipalidad de San José sometió a consideración el proyecto de Amón y resolvió que en vista de los altos costos de la obra, el solicitante debería …modificar el plan que propone en condiciones más favorables a los intereses de este municipio. En una contraoferta, Amón decidió ceder gratuitamente el área de terreno que le pertenecía y que se usaría para la apertura de las calles. Sin embargo, quedaba pendiente el pago de otras expropiaciones en la zona, por un monto que ascendía a 10.000 pesos y para las cuales el municipio no contaba con los fondos suficientes; a pesar de la interesada ayuda que por 5.000 pesos ofreció Duplantier.

El 11 de abril de ese año, la municipalidad expresó la imposibilidad de cubrir la erogación de los 5.000 pesos restantes, aduciendo que carecía de los recursos necesarios y solicitó a Amón proceder a la apertura de las calles en su propiedad y esperar para cuando le fuera posible al municipio, hacer estos mismos trabajos en los terrenos que no pertenecían a Duplantier. Salvado este escollo, el 25 de abril de 1892, se firmó el contrato entre la Municipalidad de San José y Amón Duplantier, para la ampliación de la ciudad hacia el sector norte. En el marco de esta negociación llama la atención ver los extremos a que recurrió el Concejo de la Municipalidad de San José, cuando decidió apelar a la falsa sensiblería de tomar el acuerdo de …excitar el patriotismo del señor Amón… con tal de concretar el proyecto, que desde todo punto de vista favoreció económicamente a un inversionista extranjero, que nunca optó por nuestra nacionalidad. De igual manera, Amón recurriría en su debido momento, al conocido abogado y político Máximo Fernández, quien actuando como apoderado generalísimo de su empresa, supo interponer «sus buenos oficios» para la aprobación de ventajosos acuerdos por parte del municipio capitalino en favor de sus lucrativos intereses.

De acuerdo al proyecto de Amón, una serie de modestas viviendas que eran habitadas por gente pobre y los Lavaderos Umaña, entorpecían el «normal» y «adecuado» trazado previsto para las nuevas calles, por lo cual deberían eliminarse, según su criterio y el de sus colaboradores. A pesar de la presión ejercida por él, la municipalidad le comunicó que los lavaderos se mantendrían en el sitio, pero a los dueños de las viviendas se les dio orden de demolición, fijándoseles el término correspondiente para ello.

El contrato original (25 de abril de 1892) sufrió una modificación el 19 de mayo de 1893 y nuevamente el 6 de enero de 1894, se negoció un nuevo contrato que refundió los dos anteriores. En este contrato Amón se comprometió a construir por el sistema de macadam, las calles y avenidas abiertas y niveladas por su empresa en el ensanche del lado norte de la ciudad. La municipalidad pagaría por la construcción de las referidas calles, 1.500 pesos por cada 83,60 metros (una vara) de longitud. Como un privilegio otorgado a Amón F. Duplantier, sus propiedades quedaron exentas del pago del impuesto del macadam.

En 1895 concluida la apertura de calles al norte de San José, el empresario Amón Faseliau Duplantier había edificado dos casas y vendido varios terrenos a personas influyentes de la ciudad en el nuevo barrio en formación. Solicitó a la municipalidad la instalación de pajas de agua en al menos dos o tres calles y ofreció ayudar con la instalación de los tubos necesarios, siempre y cuando se le reembolsara lo gastado con el impuesto que se cobraría por el servicio de agua potable.

La burguesía, principalmente la Josefina, a partir de estos años encontró en la lotificación del nuevo sector un bello refugio para la construcción de sus elegantes residencias. En el Barrio Amón los diseños arquitectónicos se inspiraron en corrientes europeas de la época y crearon un verdadero abanico de estilos, técnicas y materiales constructivos.

En el texto transcrito, hay una pequeña diferencia con la extensión del barrio. En el se afirma que por el este llegaba hasta la calle 9, sin embargo en el mapa oficial de barrios del distrito El Carmen de la MSJ, así como en Google Maps, se extiende hasta la calle 11, la que conforma el “Paseo de la República Argentina”, que llega hasta la vieja entrada del Parque Bolívar. Entonces vamos a convenir que el Barrio Amón se extiende (de este a oeste), de la calle 11 a la calle central (incluido el Parque Bolívar), y de sur a norte de avenida 7 al cauce del río Torres.

Son muchos lugares y casas, así que escogí dos para escribir sobre ellas. Una la famosa “Casa Verde”, al pie de la cuesta del Amón, y la otra conocida como “Casa Huete Quirós”, ambas en avenida 9.

La “Casa Verde” fue construida por Carlos Saborío Iglesias en 1910. Es de estilo Victoriano y fue prefabricada e importada, armada en pedestal de ladrillo debido al terreno irregular, lo que originó un sótano, que se puede apreciar por el costado que da a la calle 7. Como ya habrán adivinado, su nombre se debe al color verde con que está pintada la casa, siempre ha sido de ese color. Su actual dueño es el Instituto Tecnológico de Costa Rica, que la usa como oficinas de su sede en San José, que está precisamente en la siguiente manzana hacia el oeste.

La otra es la “Casa Huete Quirós”, de estilo Victoriano. Construida por Rafael Huete y Amelia Quirós (1912-1914). Mis padres recién casados vivieron en un apartamento que tenía la casa, que era un cuarto principal, que lo acondicionaron para ese propósito. La parte patrimonial de la casa es solo la fachada, ya que internamente la cambiaron totalmente, y es más bien muy moderna. En esta casa vivió el pintor Teodorico (Quico) Quirós entre 1943 y 1946.

No quiero dejar de mencionar el muro perimetral de ladrillo en las instalaciones del Instituto Tecnológico de Costa Rica, en avenida 9, calles 5 y 7. Es muy curioso que se haya logrado conservar en tan buen estado. El muro es de principios del siglo XX, y originalmente en ese lugar estaba el frontón “Beti Jai” (siempre fiesta), para jugar pelota vasca, un circo y también se hacían corridas de toros.

Amón Cultural por medio de Andrés Fernández, arquitecto y cronista de la ciudad, hizo un entretenido vídeo con una guía, que nos lleva a recorrer los principales tesoros histórico-arquitectónicos de Amón y Otoya. De esta forma podrán conocer otras de las casas notables que hay en Amón.

Hay una curiosidad en lo que se conoce o conocía como el bajo de Amón, en la avenida 13, calle 1. Antes no existía un puente en ese lugar, como ahora que comunica con Tournón, y la calle 1 terminaba ahí, en un muro más o menos grande, que impedía caerse al río Torres, y uno solo podía escuchar el río, ya que no se podía ver. En ese lugar en el lado oeste quedaban los lavaderos del Padre Umaña, que era donde la gente pobre llegaba a lavar la ropa, algo como los lavaderos Carit en la zona sur de la ciudad. Esto fue algo muy curioso, pues Amón era el barrio de la burguesía. Actualmente en ese lugar están las oficinas de la FOS (Federación de Organizaciones Sociales). Como bono, incluyo en el anexo la historia de los lavaderos que es muy interesante.

Dentro de lo nuevo, son de destacar las modernas instalaciones de los Bomberos, que en las viejas instalaciones de la Cervecería Traube en calle 0, construyeron la nueva y moderna sede de la Estación Metropolitana Norte y el edificio de Coopemep R. L.

Para la galería escogí las mejores fotos de las casas del barrio y algunos edificios, y aún así me quedó muy grande, pero creo que la van a disfrutar.

 

Anexo

Los «Lavaderos Padre Umaña», en Bajos de Amón

El establecimiento, en la segunda mitad del siglo XIX, de lavaderos públicos en distintos puntos de San José significó otra mejoría en las condiciones de la vida cotidiana. Estos sitios permitieron una mayor comodidad en la ejecución del lavado de la ropa, labor imprescindible en el diario quehacer de las familias. La construcción de los lavaderos se concretó gracias a la donación estipulada en el testamento del presbítero Cecilio Umaña, quien al morir, legó los fondos suficientes para dicho fin. Los lavaderos consistían en una estructura de cemento con una serie de pilas, colocadas una frente a otra e instaladas sobre un planché de cemento y cubiertas por un galerón.

El funcionamiento de los lavaderos y en especial los conocidos como «Lavaderos Padre Umaña», construidos a inicios de la década de 1870 (situados entre las actuales calle 1 y 3 en el bajo de Amón), permitieron a las familias que no recibían el agua directamente en sus casas, recurrir a los lavaderos públicos para facilitarse las tareas domésticas. Por otro lado, algunas mujeres pobres aparte de asear sus propias vestimentas, lavaban ajeno con la finalidad de obtener una fuente de ingresos económicos. Muchas de estas lavanderas residían en un sitio que se conoció en esa época como «El Palomar», en razón de ser una cuartería en donde vivían hacinadas con sus familias. Esas humildes moradas se ubicaban en un terreno de gran pendiente, al costado sur de los lavaderos.

Los lavaderos subsistieron, durante décadas, en medio del proceso de consolidación de lo que sería el Barrio Amón, zona que se distinguió por el elevado valor de los terrenos y la permanencia de familias de altos ingresos. Así en 1904, se autorizó al Gobernador de San José comprar 1.817 metros cuadrados de terrenos, situados al suroeste de los lavaderos, pertenecientes a Hipólito Tournón, con el objetivo de ampliar el área en que las lavanderas secaban la ropa. Un año después se llevaron a cabo trabajos para ampliar y mejorar las instalaciones, tales como la colocación de una armadura y techo de hierro galvanizado, tabiques divisorios de la caseta de vigilancia, así como otras mejoras en pisos, puertas y ventanas.

La Municipalidad de San José en aras de contribuir al bienestar de aquellos sectores sociales, que no podían costear el pago de pajas de agua a domicilio y con el afán proteccionista de dar fuentes de empleo a las mujeres desvalidas; trató en la medida de sus posibilidades de construir otros lavaderos públicos en puntos claves de la ciudad. Así entre 1887 y 1893 se edificaron nuevos lavaderos en las proximidades de la Iglesia de la Soledad, en La Puebla y al sur (Lavaderos Carit).

Fuente: El patrimonio histórico-arquitectónico y el desarrollo urbano del distrito Carmen de Gerardo A. Vargas—Carlos Ml. Zamora

Revise también

Trump

La elección de Trump: Una mirada desde el Sur

Por Fernando Ayala – Meer* La elección de Donald Trump como el 47º presidente de …

Un comentario

  1. Muchas gracias Carlos Revilla, Como costarricense ya con varios años fuera del país, agradezco y gozo todos tus artículos. Su contenido es siempre sólido y denota una gran preparación, pero su forma me resulta narrativamente entrañable y cercana. Eso, conforme uno avanza en los años, resulta cada vez más valioso y digno de mención. Rodofo Robert.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *