La izquierda y Ucrania: dos obstáculos a evitar

Gilbert Achcar

Ucrania
Acción en solidaridad con Ucrania. Londres, 2022. Alisdare Hickson / Flickr

La desaparición de la Unión Soviética y el final de la Guerra Fría casi acabaron con el “campismo” que caracterizó hasta entonces a gran parte de la izquierda internacional y del movimiento obrero. El término “campismo” se acuñó durante la Guerra Fría para designar el alineamiento sistemático entre las fuerzas que respaldaban a Washington o a Moscú. Aunque todavía existen grupos políticos que se alinean sistemáticamente con Cuba o hasta con la Rusia de Putin –como es el caso de los rancios estalinistas cuyo apego a la URSS ha mutado en adhesión a todo lo ruso–, ha surgido un nuevo fenómeno, el neocampismo. Lo promovió la ocupación de Iraq que dirigió Estados Unidos en flagrante violación del derecho internacional. Esa guerra, con diferencia la más impopular de Estados Unidos desde Vietnam, recibió una enorme contestación internacional y dio un nuevo impulso a la oposición antiimperialista contra el gobierno estadounidense.

En el neocampismo, el alineamiento sistemático con Moscú se ha substituido por una reacción visceral contra Washington, una posición que conlleva una marcada predisposición a actuar según la lógica de “el enemigo de mi enemigo es mi amigo” y, por tanto, a ser escasamente crítico con los gobiernos y fuerzas que se oponen a Estados Unidos militarmente o por cualquier otro medio. Esa fue la actitud mostrada hacia el libio Gadafi en 2011 (a pesar de que colaboraba con Washington desde 2004), hacia el sirio Assad después, y hacia la Rusia de Putin, especialmente desde su anexión de Crimea y su invasión del Donbass ucraniano en 2014, y de su posterior intervención de mano dura en la guerra de Siria a partir de 2015.

Un crudo ejemplo de este neocampismo fue la conferencia organizada en Alemania en enero de 2022 bajo el lema de “¡Manos fuera de Rusia y China!”, tras varios meses de amenazadores movimientos de tropas rusas hacia las fronteras de Ucrania y a menos de dos meses de que invadieran este país.

Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 ha tenido un efecto simétrico al de la invasión estadounidense de Iraq en 2003. Provocó el rechazo del Norte Global, donde no se había producido una guerra de tal envergadura desde 1945. Fue así como el campismo prooccidental de la Guerra Fría resurgió en parte en la izquierda amplia: el atlantismo pro-OTAN entre socialdemócratas y verdes en particular, así como entre sectores del movimiento obrero.

La invasión rusa alimentó asimismo una versión opuesta del neocampismo caracterizada por una percepción del régimen de Putin –y cada vez más también del gobierno chino– como el mayor peligro, y una tendencia concomitante a ser condescendientes o poco críticos con las acciones de las potencias occidentales para enfrentarse a Rusia en Ucrania (o a China en la cuestión de Taiwán).

Gran Bretaña ofrece un buen ejemplo de la nueva polarización en las filas de la izquierda y del movimiento obrero entre los dos tipos de neocampismo, el antioccidental y el antirruso. La mayoría de los medios neocampistas anti-OTAN de Gran Bretaña son activos en la Coalición Stop the War (StWC, por sus siglas en inglés). Desde febrero de 2022, la StWC ha defendido de boquilla la causa de Ucrania y ha condenado tibiamente la invasión rusa y reclamado la retirada de las tropas rusas al lugar donde se encontraban antes de dicha invasión, aunque sin llevar a cabo acción alguna a tal efecto.

Al mismo tiempo, ha desplegado buena parte de sus esfuerzos para exigir que se ponga fin a las entregas de armas británicas y de otros países de la OTAN a Ucrania, con el argumento de que la de Ucrania es una guerra por poderes entre dos campos imperialistas. Al centrarse en una sola dimensión de la guerra actual y minimizar, si no rechazar abiertamente, la acción de los ucranianos en la lucha por la defensa de su pueblo y su territorio, la StWC ha podido representar su inclinación neocampista como de rechazo a ambos campos. Esto se ha traducido en una posición muy incoherente que proclama la oposición a la invasión rusa mientras niega a los ucranianos el derecho a obtener las armas que necesitan para resistir dicha invasión.

Un ejemplo reciente de esta incoherencia es la moción presentada por miembros de la StWC en el congreso del Sindicato Universitario de Educación Superior (University and College Union, UCU, por sus siglas en inglés) celebrado a finales de mayo. Se aprobó por una estrecha mayoría de 9 delegados (130 contra 121 y 37 abstenciones). La moción, titulada “Stop the war in Ukraine-Peace Now” (Alto a la guerra en Ucrania-Paz ya), despliega todos los recursos posibles. Combina un pacifismo absoluto (“las guerras las libran los pobres y desempleados de un país matando y mutilando a los pobres y desempleados de otro”) con una valoración insuficiente y torpe de que “la OTAN no es una fuerza progresista”; pide al sindicato que “se solidarice con los ucranianos de a pie y exija la retirada inmediata de las tropas rusas”, para culminar con un “llamamiento a Rusia para que retire sus tropas y al Gobierno [británico] para que deje de armar a Ucrania”, como si la invasión rusa de Ucrania y las entregas británicas de armas a Ucrania fueran censurables de manera equidistante.

Para la StWC, “la alternativa” para que Ucrania pueda resistir la invasión rusa es “un alto el fuego y conversaciones de paz”. Uno de los principales miembros de la coalición sintió la necesidad de formular una alternativa que mostrara mayor consideración hacia la población ucraniana. Defendió una combinación de cuatro elementos: “Movimiento contra la guerra ruso, motín en el ejército, resistencia ucraniana desde abajo, acciones contra la guerra en los países de la OTAN”. Tal vez los ucranianos deberían haber permitido que Rusia invadiera su país para llevar a cabo una “resistencia desde abajo” (que en este contexto significa necesariamente “clandestina”), apostando al mismo tiempo por un remake de la Revolución rusa de 1917. Semejante fantasía resulta bastante ineficaz para enmascarar una flagrante incoherencia.

En el extremo opuesto del espectro de la izquierda, secciones importantes del movimiento obrero británico han resucitado el tipo de atlantismo de la Guerra Fría que caracterizó al Partido Laborista, y que la dirección de Keir Starmer revivió hasta el punto de identificarse con la fanfarronada de los tory. Así, en su último congreso, celebrado en octubre del año pasado, el Congreso de Sindicatos (TUC por sus siglas en inglés) aprobó una moción relacionada con Ucrania titulada “Recuperación económica y empleos en la industria manufacturera”. Como su título indica, la moción enraíza más con las estrechas preocupaciones sectoriales sobre el empleo que con la solidaridad internacionalista con los ucranianos. Elogia la fabricación de material de defensa como “esencial”, lamenta que se haya reducido en los últimos años y afirma que “los recortes en la fabricación de material defensivo han obstaculizado la capacidad del Reino Unido para ayudar al pueblo ucraniano, sometido al brutal asalto del régimen de Putin”. Al afirmar que “el mundo es cada vez menos seguro”, la moción apoya “las campañas a favor de un aumento inmediato del gasto en defensa en el Reino Unido”.

El principal promotor de esta línea ha sido el GMB, el sindicato más activo en el complejo militar-industrial británico. En septiembre pasado había reclamado al entonces canciller Rishi Sunak que “aumentara considerablemente el gasto de defensa”. En su reciente congreso, celebrado a principios de junio, el GMB aprobó una moción que defendía el derecho de Ucrania a la autodefensa y rechazaba el tipo de oposición de la StWC a la entrega de armas por parte del gobierno británico:

“El Congreso considera que afirmar que una respuesta de este tipo por parte del Gobierno británico equivale a belicismo, o que prolongará la guerra, o que implica un riesgo de escalada bélica con Rusia son, en realidad, excusas encubiertas para dejar que Ucrania se las arregle sola y quede expuesta a la anexión forzosa de grandes partes de su territorio. Revestir estas afirmaciones con llamamientos a conversaciones de paz no cambia el hecho de que la política que encarnan suponen en realidad el consentimiento ante el ataque ruso y su conformidad”.

Sin embargo, la moción del GMB no se limita a apoyar que Ucrania disponga de medios de autodefensa. Sigue así:

“Ucrania también tiene pleno derecho a importar los sistemas de armamento más modernos y tecnológicamente más avanzados de todo el mundo para resistir los ataques y recuperar su territorio. El Congreso considera que el Gobierno del Reino Unido y los de otras naciones con industrias avanzadas en fabricación de armamento tienen el deber de responder positivamente con las armas que Ucrania necesita para defenderse.”

Esto equivale a apoyar entregas de armamento cuantitativa y cualitativamente ilimitadas que permitirían al ejército ucraniano escalar la guerra e incrementar con ello los riesgos para la población de Ucrania y del mundo entero. La moción del GMB sostiene además que “los cimientos de la política de seguridad nacional y de defensa del Reino Unido siguen estando en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), creada por el Gobierno laborista después de la Segunda Guerra Mundial”. En consecuencia, concluye, “no hay alternativa […] a unas fuerzas armadas británicas debidamente entrenadas y equipadas como parte de la OTAN”, y se opone a “las medidas para diversificar los puestos de trabajo fuera de la fabricación de material de defensa” porque “socavan nuestra seguridad nacional y nuestras defensas vitales”. La causa legítima de Ucrania se utiliza así para dignificar lo que es básicamente una posición militarista totalmente a favor de la OTAN.

La guerra de Ucrania ha llevado a algunos activistas anti-Putin de la izquierda radical británica a no oponerse enérgicamente a esas posiciones derechistas. Comprometidos en las tareas de la solidaridad con Ucrania y, por tanto, en estrecho contacto con sindicalistas y socialistas ucranianos, se inclinan a adaptarse a la perspectiva maximalista que de manera comprensible prevalece entre la población de Ucrania. De ahí que se abstengan de tomar posiciones y llevar a cabo acciones para oponerse al belicismo del gobierno británico y a nuevos aumentos del gasto militar en un país que en 2021 fue el tercero en gasto militar en el ranking mundial.

Paul Mason [relevante periodista de la izquierda británica] representa probablemente el caso más destacado. Ha llegado al extremo de pedir apoyo para “un mayor gasto en defensa, apoyo continuo con armas a Ucrania, una OTAN reforzada y la disuasión nuclear”, todo ello bajo el pretexto de oponerse al “campismo” que, por la manera en que lo define, pareciera que solo atañe a quienes se oponen a la OTAN.

El neocampismo anti-Putin lleva a muchos partidarios de la causa ucraniana a mantenerse al margen de los llamamientos a un alto el fuego (que no tiene por qué ser incondicional) y a negociaciones de paz, en la convicción de que el tiempo juega a favor de Ucrania. Con ello permiten que el bando contrario se proyecte como el único defensor de valores antibelicistas y pacifistas, como ilustra la moción de la UCU antes descrita. Los partidarios de Ucrania también suelen hacerse eco de la creciente extensión de la OTAN para cargar contra China además de Rusia, y hacen hincapié en una supuesta similitud entre los casos de Ucrania y Taiwán en lugar de comparar la embestida rusa con invasiones y ocupaciones reales como las de Vietnam o Palestina.

La izquierda debe evitar los obstáculos que representan esas actitudes simétricas campistas y neocampistas. Una posición antiimperialista coherente sobre Ucrania combina las siguientes posiciones y reclamaciones:

1. Oposición a la agresión rusa y denuncia de su criminal embestida actual;

2. Apoyo al legítimo derecho de Ucrania a la autodefensa y a su capacidad de adquirir medios defensivos de cualquier fuente disponible;

3. Retirada inmediata e incondicional de las tropas rusas del territorio que invadieron desde febrero de 2022;

4. Rechazo de los llamamientos belicistas a una escalada de la guerra hacia territorio ruso, que pondría en alto riesgo al mundo y a la población de Ucrania;

5. Apoyo a negociaciones de paz bajo la égida de la ONU sobre la base de los principios de su Carta fundacional;

6. Apoyo a una solución democrática y pacífica del conflicto de Crimea y de las zonas de Donbás identificadas por los Acuerdos de Minsk de 2015, mediante referendos de autodeterminación organizados por Naciones Unidas y bajo la protección de sus tropas, entre las poblaciones que habitaban dichos territorios antes de la invasión;

7. Oposición a la ampliación de la OTAN y respaldo a que ésta y otras alianzas militares se sustituyan por organizaciones de seguridad colectiva como la OSCE y la ONU;

8. Oposición a todo aumento del gasto militar y apoyo sostenido a una reducción drástica del gasto militar internacional;

9. Apoyo a las organizaciones obreras y progresistas de Ucrania contra su gobierno derechista;

10. Apoyo a la oposición antibelicista y democrática de Rusia contra el régimen de Putin.

Labour Hub

Traducción: viento sur

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