Autocracias

Aida Faingzicht

EGÓLATRA: quien profesa culto, veneración, o adoración a sí mismo
MEGALÓMANO: persona con ideas de grandeza; puede mentir, manipular o exagerar situaciones a fin de conseguir sus objetivos.

En las esferas del poder hay muchos que ostentan esas características. Lo podemos ver en campañas electorales, semillero de los autócratas modernos entronizados en el poder con ínfulas de perpetuarse.

Aunque podemos delimitarnos a nuestra región, o más aún, a nuestro país en el fragor de la lucha electoral, en el contexto mundial no se puede abordar el tema de las autocracias sin mencionar a Vladimir Putin.

A raíz de la invasión despiadada de Rusia a Ucrania, el control de las 2 plantas nucleares mas grandes de Europa, ya en manos rusas, la inmensa cantidad de civiles asesinados y los mas de 6 millones de refugiados, ese ególatra tiene al mundo en el umbral de la tercera guerra mundial. Emulando el pacto de no agresión Ribbentrop-Molotov, o pacto germano soviético, el 23 de agosto de 1939, nueve días antes de la invasión alemana a Polonia que inicia la segunda guerra mundial, Putin, antes de invadir Ucrania estrechó lazos con el líder chino Xi Jinping y firmó un acuerdo de apoyo mutuo. Acto seguido se lanzó a invadir Ucrania, su reincidente sueño megalómano. Y, mientras están en mesas de negociación para detener la masacre de crímenes de guerra y de lesa humanidad, los bombardeos a hospitales, escuelas, áreas residenciales, o el bloqueo de suministros médicos, agua, electricidad y alimentos a las zonas cercadas no se detienen, aun con la respuesta gloriosa de los ucranianos encabezados por el propio presidente Volodímir Zelenski.

Muchos auguran que Putin va a perder la guerra, cuyas consecuencias mundiales ya son caóticas. Ahora sólo cabe esperar que pierda poder antes de que pueda destruir la civilización entera. Ese es el retrato de un autócrata, todo una amenaza para el mundo moderno.

Las características comunes de los autócratas son fáciles de distinguir. Todos, sin excepción provocan una polarización toxica de la sociedad enfatizando diferencias raciales, étnicas, económicas, desacreditan a la prensa y siembran dudas sobre la pulcritud de los sistemas electorales, legislativos y judiciales, creando un aura de salvadores de un status quo deteriorado y devastado por los políticos de siempre.

El Instituto sueco Varieties of Democracy señaló en su último estudio (2022), un grave retroceso en las democracias del mundo. Los autócratas ya no llegan al poder por las armas, simulan seguir las reglas de la democracia para entronizarse. Tan solo un 16% del mundo vive en democracia electoral. 5 400 millones de personas viven en regímenes totalitarios. En América Latina destacan en la lista El Salvador, Venezuela y Nicaragua.

La carnada es el descontento social y el anzuelo, la promesa de enfrentar los problemas como si las soluciones fueran obvias y bastara la voluntad del líder para aplicarlas, la ideología o la coherencia no importan, el populismo se impone en fondo y forma, hasta el lenguaje se adapta para endulzar a las masas. Con el poder en mano, buscan silenciar a los otros poderes para gobernar por decreto, o referéndum.

Ningún país está vacunado contra esas tentaciones. Costa Rica, que en este estudio ocupa un prestigioso cuarto lugar, vive en este momento un proceso electoral fuertemente contaminado por promesas mesiánicas, populistas, irrealizables en el marco de un país cuyas instituciones tienen balances, pesos y contra pesos. Al cierre de la campaña electoral, la publicidad, los trolles, los influenciadores y encuestadores de contrato, han distorsionado el mensaje.

En la hora cero, decía John Kennedy “la ignorancia de un votante en democracia, pone en peligro la seguridad de todos.”

Comentario en Radio UCR