Alemán condenado a 15 años de prisión en Cuba por filmar una protesta

Por Nick Kaiser (dpa)

dpa
De izquierda a derecha: Maria, Silke y Janie Frómeta Compte, hijas y esposa del germano-cubano Luis Frómeta Compte, sostienen una foto en la que piden su libertad. Luis Frómeta Compte visitaba a su familia en Cuba cuando fue detenido por participar en unas protestas. Foto: Sebastian Kahnert/dpa

La Habana, 8 jul (dpa) – Hace dos años se desataron en Cuba las que probablemente fueron las mayores protestas desde la revolución de 1959.

Los cubanos salieron a la calle, frustrados por las horas de cola para conseguir raciones de comida cada vez más escasas, la falta de medicinas y equipos médicos en medio de una pandemia, los cortes perpetuos de electricidad, el derrumbe de las casas, la represión política.

El 11 de julio de 2021 tuvo lugar una manifestación poco frecuente en la ciudad de San Antonio de los Baños. Incluso antes de que el gobierno estrangulara Internet, circulaban vídeos en las redes sociales.

En muchas otras partes del Estado comunista caribeño, miles de personas salieron a la calle, en su mayoría de forma pacífica, exigiendo libertad o coreando «Tenemos hambre». Las fuerzas de seguridad emplearon la fuerza para disolver las protestas, pero estas volvieron a estallar al día siguiente.

Luis Frómeta Compte visitaba a sus hermanos en La Güinera, un barrio pobre de las afueras de la capital cubana. Desde allí había emigrado en 1985, a la edad de 22 años, a la ciudad alemana de Dresde, donde se formó como trabajador forestal, se convirtió en padre de dos hijas y en ciudadano alemán en 1997.

El 12 de julio fue a comprar una botella de ron con su cuñado, según relata a dpa su esposa, Silke Frómeta Compte, que se había quedado en Dresde. Había una manifestación fuera y se unieron a ella. Fue una de las últimas protestas, y quizá la más sangrienta. Volaron piedras y la policía disparó a un manifestante.

Frómeta Compte filmó con su teléfono móvil y fue detenido. Un vídeo muestra cómo hombres de paisano con porras se lo llevan a rastras del cuello. «Se le veía el miedo en los ojos. Terrible», dice su mujer.

Según ella, lo golpearon durante el interrogatorio y lo obligaron a confesar que Alemania y la Unión Europea le habían pagado para instigar las manifestaciones.

Tiene una herida en la cabeza que nunca ha sido tratada. Lo amenazaron con dispararle si no hablaba. Sin embargo, no había hecho nada y, por tanto, no confesó nada.

Frómeta Compte fue condenado a 25 años de cárcel por sedición, más tarde la pena se redujo a 15 años. «Mi marido no puede cumplir 15 años (de cárcel)», dice su mujer y detalla que tiene la tensión alta, problemas de tiroides y de espalda. Ha encanecido y ha perdido el brillo de los ojos. «Su psique está definitivamente destrozada».

Según ella, este hombre de 60 años tiene que compartir ahora una celda sin ventanas con 30 delincuentes, cucarachas y ratas en la tristemente célebre prisión de máxima seguridad Combinado del Este.

Su familia puede visitarlo una vez al mes y llevarle comida. Las raciones en la prisión se han reducido en un 70 por ciento, precisó esta mujer de 57 años, que trabaja en una empresa de logística y que ha hecho el costoso viaje a Cuba para ver a su marido dos veces hasta ahora, la última en marzo.

En total ha podido verlo tres veces, durante media hora cada vez. «Mi psique también está completamente al límite».

La embajada alemana en La Habana apoya a la familia de Frómeta Compte en sus gestiones con las autoridades, pero no tiene permitido el contacto con el preso.

Según un portavoz, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, escribió recientemente una carta al presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, pidiendo la liberación de Frómeta Comte.

Silke Frómeta Compte y las hijas le escriben postales, aunque a él no le entregan ningún correo, según nos cuenta. «Los bombardeamos a tarjetas». Una vez al mes se manifiestan en Dresde.

«Quiero a mi marido más que a nada y lucharé hasta el último aliento de mi vida para que lo liberen». También dijo que lo hace por sus tres nietos. «Porque ellos también echan mucho de menos a su abuelo».

La familia Frómeta Compte no es un caso aislado. Según cifras del grupo de derechos humanos Justicia 11J, más de 1.500 personas fueron detenidas en el transcurso de las protestas del 11 de julio. Más de 700 siguen en prisión, muchas de ellas con largas condenas.

Desde entonces ha habido protestas esporádicas de menor envergadura, pero la mayoría de los activistas y disidentes están en prisión o en el exilio.

Sin embargo, tras el 11 de julio, nuevas voces se hicieron oír. En aquel momento, Amelia Calzadilla era una ejecutiva de 30 años de una empresa estatal de turismo. Su padre había luchado junto al «Che» Guevara; ella militaba en las juventudes comunistas y había podido participar en 42 actos con Fidel Castro.

Después de las protestas, dice Calzadilla a dpa, todos en el trabajo recibieron instrucciones de enfrentarse a los seguidores de las protestas en las redes sociales. Ella dimitió. «Nunca pensé en salir a la calle ni nada, pero no voy a atacar a los que lo hacen porque les va mal».

Según Calzadilla, en la historia de Cuba hay un antes y un después del 11 de julio. La diferencia con las protestas anteriores, dice, es que lo ocurrido pudo documentarse y el mundo pudo conocer algo más que la versión oficial del Gobierno.

La joven señala su smartphone: «Esto no existía antes». Mientras tanto, la madre de tres hijos denuncia ella misma las injusticias en vídeos en directo en Facebook.

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