Nauru
La isla que se quedó sin suelo
- Era el país más rico del mundo hace cuatro décadas
- No tiene capital y nunca se registró un temperatura inferior a 20°C
- Sus problemas son variados: mala administración, corrupción y obesidad
Nauru tiene solo 21 kilómetros cuadrados. Es decir, cabe entera dentro del aeropuerto Juan Santamaría, con espacio de sobra para un par de sodas y la calle de taxis. Pero en ese pedazo de coral levantado por fuerzas geológicas hace millones de años se vivió uno de los capítulos más insólitos de la historia moderna, el país que destruyó su propio territorio para ser rico, y cuando quiso recuperarlo ya no había nada que recuperar.
Todo empieza con los pájaros. Miles de años de excremento de aves marinas —guano, si preferimos la palabra culta— se compactaron hasta formar fosfato de altísima calidad, el oro blanco del siglo XX. Nauru, sin haberlo pedido, se convirtió en el sitio más valioso del Pacífico.
Alemanes, británicos, australianos y neozelandeses explotaron el yacimiento sin pudor. Después de la independencia en 1968, los propios nauruanos tomaron el control… y, por primera vez, disfrutaron de una riqueza que parecía infinita. Durante un tiempo, Nauru tuvo el ingreso per cápita más alto del planeta. No había impuestos. El Estado pagaba todo: casa, educación, salud, electricidad. El país era un improbable emirato de coral.
Hasta que, un día, el fosfato se acabó. Y el 80% del territorio quedó convertido en un paisaje lunar: columnas afiladas de roca, surcos secos, nada verde, nada suave. Un país agujereado hasta sus entrañas.
El colapso económico fue tan rápido que ni siquiera dio tiempo de inventar un plan B. El gobierno intentó ideas desesperadas:
- Ser paraíso fiscal.
- Ser banco de lavado de dinero ruso.
- Ser estado con pasaportes a la venta.
- Ser centro de detención de migrantes para Australia.
Todas esas estrategias dejaron dinero, sí, pero también escándalos, demandas internacionales y una reputación global más ácida que el fosfato agotado.
Mientras tanto, la naturaleza no se recuperó. Nauru, literalmente, destruyó su centro. Solo queda habitable la franja costera, una fina circunferencia alrededor de un país vacío.
Otro dato inexplicable: Nauru no tiene capital oficial. Yaren, un distrito de seis mil metros de nada, funciona de facto como tal. Como si el país hubiese dicho: “Bueno, es lo que hay”. Todo está a pocos minutos: la oficina presidencial, el parlamento, el aeropuerto, la única carretera que rodea la isla. Darse una vuelta completa toma 25 minutos en bicicleta, con viento a favor.
La isla depende casi por completo de desalinizadoras. Cuando fallan —porque siempre fallan— Australia envía barcos cisterna. La dieta se ha vuelto una mezcla de arroz importado, latas y refrescos, lo que explica por qué Nauru tiene una de las tasas más altas del mundo de obesidad y diabetes.
Aun así, los nauruanos viven con resiliencia admirable. Pescan, juegan rugby, celebran bodas que duran varios días, y mantienen viva una cultura que sobrevivió colonizaciones, guerras y la devastación ambiental más extrema que un país haya infligido a sí mismo.
Hay proyectos tímidos de restauración, pero revertir un siglo de minería es casi imposible. Nauru sigue existiendo, pequeña y frágil, como una advertencia geográfica: lo que ocurre cuando un país extrae hasta la última molécula de su riqueza sin pensar en el día siguiente.
En un Pacífico lleno de islas hermosas, Nauru es la excepción que ilumina a las demás. Un lugar inexplicable, pero real. Un país donde el suelo desapareció antes que la nación. Y aun así, sigue ahí, resistiendo en la delgada orilla que queda, mirando el horizonte y esperando la próxima mañana.
Nauru, la isla donde lo improbable es rutina
Si el relato principal de Nauru parece exagerado, esta sección demuestra que la isla todavía guarda un arsenal de rarezas que desafían la imaginación. Son los detalles que no aparecen en los folletos turísticos —porque no hay folletos turísticos—, pero que explican por qué Nauru es, geográficamente hablando, un pequeño laboratorio de lo surreal.
1. El país donde el clima no cambia casi nunca
En Nauru las estaciones no existen. No en el sentido poético, sino literal: la temperatura oscila entre 26 °C y 32 °C todo el año.
La gente no tiene ropa “de invierno”. No hay palabras para “frío intenso”. Y los guardias del aeropuerto han contado que algunos visitantes preguntan cuál es la “temporada baja”, como si el clima fuera una variable. No lo es. En Nauru el clima es un paréntesis perpetuo.
2. El único parlamento del mundo con menos curules que una junta directiva de condominio
El parlamento tiene 19 diputados. Si faltan dos, ya no hay quórum. Si hay una boda, una gripe o un funeral, la legislatura entera puede quedar “en pausa”. A veces las votaciones importantes dependen de que un parlamentario despierte temprano o que otro no se vaya a pescar ese día.
3. El país donde el océano es más hondo que la isla alta
Nauru no tiene montañas, pero justo frente a su costa el mar cae hasta profundidades superiores a los 4.000 metros. Es una isla mínima situada sobre una especie de torre geológica gigantesca: una elevación submarina que se levanta casi vertical desde el abismo. Es como vivir en la azotea de un rascacielos que nadie ha visto.
4. El único país donde perderse es imposible… pero sí podés desorientarte
Con una sola carretera circular y calles interiores mínimas, perderse no es una opción. Sin embargo, los visitantes cuentan un fenómeno curioso: al caminar dentro de los poblados, todo se parece tanto —mismas casas, mismos árboles, mismo mar de fondo— que uno siente que está atrapado en un bucle. La explicación es simple: la arquitectura es funcional, repetitiva y adaptada al viento salino. Nada dura demasiado.
5. Nauru no tiene ríos… pero sí tiene una laguna que respira
En el centro de la isla está la Laguna Buada, uno de los pocos puntos verdes que sobrevivió al desastre minero. Lo extraordinario es que la laguna sube y baja levemente según las mareas, pese a estar tierra adentro. Es, técnicamente, una laguna que respira con el océano.
6. El deporte nacional tiene reglas que cambian según el día
El deporte local más practicado, el Australian rules football, se juega con reglas adaptadas a la disponibilidad de jugadores, clima y tamaño del campo. A veces juegan 18 por lado; otras, 12; otras, “lo que haya”. Si llueve, se suspende. Si hay demasiada arena en la cancha, también. Es el único fútbol donde la alineación depende de quién no está cocinando o quien terminó de reparar la moto.
7. La ceremonia tradicional donde se canta para atraer peces
Una costumbre antigua, aún practicada en el distrito de Boe, consiste en cantar al borde del agua para atraer bancos de peces hacia la orilla.
No es una superstición: las vibraciones funcionan, y los peces se acercan.
Es una escena que parece salida de un documental mitológico, pero es parte de la vida diaria.
8. El único país donde un hotel abandonado es el edificio más imponente
El Hotel Menen, construido en los tiempos de abundancia, es un mastodonte para la escala nauruana. Quedó semivacío, con pisos cerrados, pasillos sin uso y habitaciones que actualmente funcionan como oficinas improvisadas. Es el rascacielos de una isla sin rascacielos.
9. Nauru tiene una ceremonia de iniciación para bebés… con polvo blanco
Tradicionalmente, cuando nace un niño, los familiares lo bendicen con polvo de coral molido. El coral representa fuerza y protección. Es una costumbre que ha sobrevivido incluso a la desaparición física del interior de la isla.
10. Un país sin perros callejeros: todos tienen dueño (o varios)
Los perros en Nauru no andan sueltos sin historia: todos “pertenecen” a alguna familia, pero suelen moverse libremente y visitar casas ajenas.
No existen verdaderos perros callejeros; existen perros sociables. Algunos terminan teniendo tres o cuatro familias adoptivas que los alimentan.
11. El lugar donde aún se usan nombres de clan para organizar quién pesca dónde
Aunque la modernidad llegó rápido, persisten reglas antiguas: ciertas zonas costeras están “asignadas” a clanes tradicionales. No es un asunto legal, sino cultural; aun así, todos lo respetan. Si pescás en la zona equivocada, nadie te multa. Solo te miran raro, lo cual es peor en una isla donde todos se conocen.
12. Un país con jabalíes… que nadie recuerda haber importado
En Nauru hay pequeños jabalíes que viven en zonas marginales del bosque costero. Nadie sabe exactamente cuándo llegaron. La explicación más aceptada es que fueron traídos por navegantes polinesios hace siglos. Son una de las pocas especies terrestres presentes en la isla.
13. La biblioteca nacional funciona en un edificio que antes era almacén de fosfato
El tiempo de bonanza dejó estructuras industriales inmensas. Una de ellas, semiabandonada, se convirtió en biblioteca y archivo.
Entre estantes metálicos todavía se ven restos de un pasado minero que parecía eterno.
14. La isla donde casi no hay apellidos repetidos
Por ser una sociedad pequeña, muchos apellidos tradicionales se extinguieron o son poco comunes. Es posible encontrarse con alguien y descubrir que sus apellidos son únicos en el país.
15. La astronomía casera es popular, porque el cielo es perfecto
Sin contaminación lumínica en el interior (porque está deshabitado) y con la brisa salina despejando nubes, Nauru es un observatorio natural excepcional. La comunidad local practica la observación de estrellas desde tiempos precoloniales, usando constelaciones para navegación y pesca.
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