Un país y un gobierno sin políticos o…

…la perdida de la credibilidad democrática

Juan Jaramillo

Dr. Juan Jaramillo Antillón

Por ahí del año 1600, el político, filósofo y científico Francis Bacon describió en su libro La Nueva Atlántida, un país situado en una isla remota en el Pacífico. En ese paraíso un noble rey Solamona, organizó siglos atrás una forma de gobierno para hacer feliz a sus súbditos. El país era regido por la llamada Casa de Salomón (Congreso) y era la sede del gobierno. Pero en esa isla no había ni partidos ni políticos, ni comités, convenciones, o campañas a favor de determinada persona para ser elegidas, y ni siquiera elecciones primarias. Por lo tanto, no había por los medios de comunicación discursos, populismo, mentiras ni ofertas de ningún tipo.

El camino para llegar a ocupar un cargo en ese Congreso donde se creaban leyes para el pueblo y por el pueblo era muy sencillo. La población se encargaba de escoger periódicamente a diferentes individuos por el prestigio y la honestidad que tenían y por sus conocimientos en diversas ramas del saber humano: técnicos, economistas, sociólogos, sicólogos, ingenieros, médicos, filósofos, formaban el gobierno. La principal obligación una vez elegidos era trabajar por mejorar el país y proporcionar el máximo de conocimientos de sus problemas a la población para que esta cooperara con ellos en resolverlos.

Todos sabían que al ser elegidos por un periodo de tiempo, debían dedicarse a servir y no a servirse del poder de que disfrutarían, y esto resultaba, al revés de lo que sucede en todas las naciones actualmente, debido a que los escogidos eran personas que tenían una trayectoria conocida de capacidad para desempeñar su trabajo y de honestidad en su labor. La isla produce lo que consume y consume lo que produce; no emprende guerras para la conquista de mercados en el exterior aunque tenía naves avanzadas, pero si hacían intercambio de mercaderías y trataban de aprender lo mejor de cada pueblo visitado para aplicarlo en su isla. En resumen este pueblo era gobernado en la abundancia de la paz y la moderación por sus hombres más sabios. El sueño de todo pensador se realizaba en esta utopía, como era sustituir al político por el técnico y el científico experto en cada campo.

Pero a fin de cuentas era sólo un cuento ya que en ninguna nación, la población (ni siquiera en la Grecia Antigua) ha llegado a tener la suficiente madurez, y discernimiento para no hacer caso a los cantos de sirena de los políticos y escoger a sus mejores hombres para gobernar, y de hecho cuando cree haberlo conseguido, al tiempo aparecen las fallas y la desilusión. Platón señalaba que “el Estado es lo que es porque sus ciudadanos son lo que son. Por lo tanto, ni esperemos siquiera tener mejores Estados, mientras no tengamos mejores hombres”. Decía que no existía la democracia o igualdad perfecta de oportunidades ya que es muy difícil lograr en una población la suficiente educación en la mayoría de sus gentes para desempeñar por turnos cargos públicos, y por ello, solo aquellos que habían demostrado tener sabiduría, capacidad y honestidad en su labor diaria deberían ser los elegidos para gobernar. (N del A) Esto por supuesto era solo un sueño que nunca se realizó.

La utopía de un gobierno perfecto no se ha realizado ni es realizable en ningún lado porque el ser humano es imperfecto en muchos aspectos, incluyendo en ello a los mejores de un país. Hemos aprendido que así como la democracia nos depara libertad y “supuestamente” igualdad de oportunidad, también tiene fallas, entre ellas permitir la incompetencia y la corrupción, lo cual se da por avaricia y deshonestidad del gobernante, que al tener el poder, cree tener derecho a usufructuar el mismo en su beneficio y no en el del pueblo que lo eligió.

La ventaja de la democracia (que en cierta forma es una debilidad o más bien, una forma de autocorrección de ella, que no existe en las dictaduras), es la libertad de opinión y expresión que existe y que le permite a la prensa independiente y honesta de un país, poner en evidencia las fallas y así aparece la desilusión en los ciudadanos sobre si la democracia es un gobierno adecuado para avanzar social y económicamente. Las deficiencias generan desconfianza y pérdida de credibilidad de los partidos políticos y sus candidatos, y entonces el ciudadano comienza a preguntarse ¿por la necesidad de una mano fuerte para gobernar?, así es como las democracias ceden paso al totalitarismo. La ley mordaza de este gobierno es ir en ese camino.
A pesar de lo anterior, debemos entender que la democracia, más que una meta, es en realidad un camino, que en un país se va perfeccionando con los años, y sabiendo que no hay seres perfectos, debemos buscar elegir a personas honestas que ofrezcan programas realizables para nuestros recursos y que tengan una clara visión de nuestras limitaciones y de los valores que deben protegerse o incrementarse en el país. Todos somos responsables en menor o mayor grado por la elección de las personas a puestos políticos y por ello debemos tener el máximo cuidado al elegir al que consideremos el mejor posible si es que lo hay. Esto forma parte de la responsabilidad del ciudadano en buscar a los mejores para lograr el desarrollo social y económico de su pueblo además, de que todas las personas (mujeres y hombres) honestas y trabajadores deberían estar dispuestos a participar en la campaña política y a ocupar cargos públicos si se les pide.

Aristóteles decía “que el hombre no actúa movido por ideales éticos, es preciso coaccionar su voluntad por medio de la ley para que haga lo correcto. Con la ley, el hombre es el ser más perfecto, sin ella es el más salvaje. Por eso precisa de una buena organización social, El Estado, el cual mediante leyes, lo obliga a obrar rectamente”. La democracia a pesar de imperfección, contribuye a que el Estado creado dentro de ese sistema, sea el mejor posible para los ciudadanos. Por eso todos debemos contribuir a mejorarla no a destruirla.

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