La oreja de doña Katharina

Luis Paulino Vargas Solís

Luis Paulino Vargas

Alguna gente dice que no hubo agresión física alguna a la ministra Müller. O, al menos, no se observa tal cosa en los videos. Admitamos, sin embargo, que la situación fue bastante molesta, y algo caótica, puesto que la distinguida señora se vio rodeada por muchachas y muchachos que gritaban cosas utilizando megáfonos.

No justifico el proceder, pero si entiendo el origen de la cólera de esos jóvenes. El caso, innegable por obvio, es que Rodrigo Chaves, Müller, Nogui Acosta y el gobierno al completo, se dedican, 30 horas al día y 12 días a la semana, a insultar y provocar.

Pero exigen que, en reciprocidad, se les envíen ramos de margaritas blancas, se les entonen canciones de cuna y se les regale con bombones y confituras.

Cualquier otra cosa, hará que Chaves y su gente sufran un desvanecimiento, que les hará caer, cuan largos son, en el suelo. Y todo a causa de la “ofensa” proferida. Hay que correr entonces con su frasquito de esencias revitalizantes para que vuelvan en sí, después de lo cual toca soportar, por días y días, la bomba de mocos y sus inacabables y lastimeros plañidos.

De momento, dos cosas tenemos por ciertas.

La primera, es que la oreja de doña Katherina pasa a la inmortalidad, como una de las tres orejas más célebres de la historia. Las otras dos son, primero, la oreja izquierda que el gran pintor neerlandés Vincent Van Gogh decidió cortarse; segundo, la oreja derecha de Donald Trump -salvada por la gracia del Señor de los Ejércitos- y, claro está, la oreja izquierda de doña Katharina, tocada por mano invisible, seguramente la de un ángel.

Segundo, que la novelita le cayó que ni pagada a hacer a Rodrigo Chaves con el fin de: 1) tener un pretexto para encabritar los ánimos de su siempre leal y belicosa feligresía; 2) distraer la atención del colosal, pantagruélico, y verdaderamente apestoso, chachullo de Gandoca-Manzanillo.

Lo primero lo logrará. Pero -pobre don Rodri- lo segundo no. Cada día que pasa el rabo es más largo y más feo y el hedor más insoportable.

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