Ocean Castillo Loría
La semana pasada (27 de febrero), nos enteramos de la muerte del general Carlos Humberto Romero, el último presidente derrocado de El Salvador. Unos 20 oficiales, fueron los que comenzaron a planear el golpe de Estado contra Romero, que se llevaría a cabo el 15 de octubre de 1979.
En ese marco, se dice que otro Romero: Monseñor Oscar Arnulfo, sabía que al General, lo iban a derrocar, pero no sabía cuándo (De hecho, en su cuarta carta pastoral, del 6 de agosto de 1979, Romero denuncia la represión a las organizaciones populares y la plena libertad de acción de las estructuras patronales, lo que era caldo de cultivo para el golpe)
Las cifras eran alarmantes y Romero las denunció:
• De enero a julio de 1979, los asesinatos llegaban a 406.
• En ese mismo periodo, los capturados por razones políticas eran: 307.
Dirá Monseñor: “…El Gobierno se muestra impotente para detener la escalada de violencia en el país. Más aun, una sospechosa tolerancia de bandas armadas que, por su persecución implacable a los oponentes del gobierno, podrían considerarse como servidoras suyas, contradicen, en la práctica, las enfáticas declaraciones del gobierno contra toda clase de violencia. Más bien parece proclamar represión contra toda oposición política y contra toda organización que proteste socialmente”.
Una vez que se llevó a cabo el golpe, según testimonios del líder de la asonada: Adolfo Majano, Monseñor se reunió con los golpistas y hasta vetó a potenciales miembros del gobierno de facto…
El golpe debía ser justificado y para ese fin, se hicieron 3 proclamas, una de ellas, fue escrita por el Jesuita, Ignacio Ellacuría respetadísimo teólogo de la liberación. El gobierno del General Romero, no andaba en buenos pasos, a la administración del militar se le acusaba de 200 desaparecidos y muertos.
La Proclama que sale a la opinión pública y que, justifica la subversión, acusa al gobierno de Carlos Humberto Romero de:
• Violar los derechos humanos del conglomerado.
• Fomentar y tolerar la corrupción en la Administración Pública y la justicia.
• Desprestigiar profundamente al país y a la noble institución armada.
Los golpistas, se planteaban 3 objetivos:
• Cese de la violencia y corrupción.
• Garantizar la vigencia de los derechos humanos.
• Adoptar medidas que conduzcan a una distribución equitativa de la riqueza nacional, incrementando al mismo tiempo, en forma acelerada, el producto territorial bruto.
Según Adolfo Majano, el ejército quería servir al pueblo. En esa línea, había militares que deseaban una participación plural – ideológica en el gobierno y una transformación en la estructura económica. Súmese que dentro de las mismas fuerzas armadas, se deseaba un giro hacia la defensa de los derechos humanos (El mismo Adolfo Majano era de esta tesis)
En ese momento, los Sandinistas derrocan a Somoza en Nicaragua…
La oficialidad visita a Majano, para que encabece el golpe. A él le hablan: Román Barrera, Sigfrido Velazco y un militar de apellido Pozo. Para esa época se sabía que Monseñor Romero, apoyaba el golpe.
La idea era que los civiles tomaran el poder, apoyados por sectores militares, de cara a realizar los cambios que El Salvador necesitaba. Los Estados Unidos, bajo el gobierno del Demócrata Jimmy Carter, dudaron que se llevara a cabo el evento.
El golpe fue apoyado de un modo u otro, por sectores progresistas de la empresa privada y la Democracia Cristiana. Según Majano, hubo contactos con algunos sectores de la izquierda (El Foro POPULAR)
Algunos pro golpistas, llevaron a cabo reuniones en la Universidad Centroamericana (UCA), se dice que en algunas de ellas estuvo presente Monseñor Romero. Pese a ello, el testimonio de Majano, indica que los ideólogos del golpe eran militares.
En lo que dice Majano que participó Romero, el prelado, fue en la discusión de quién sería el Ministro de Defensa de la Junta de Gobierno. Junto a él en esas conversaciones, hubo muchos militares jóvenes.
Se dice que Romero estaba claro en que esa cartera, debía ser ocupada por un militar, pero pensaba en uno de línea democrática y de renovación. El elegido es Guillermo García, pero éste no es del agrado de Romero, que protesta por el nombramiento (Lo mismo sucede con el Coronel Rafael Flores lima, quien fue nombrado director de la Escuela Militar y luego fue removido)
Romero y Majano, se reúnen al día siguiente del golpe en San José de la Montaña, el hoy Beato, insta a los golpistas a escoger gente de buenas condiciones para el ejercicio del gobierno. Monseñor estaba preocupado por las reformas económicas, asimismo, la defensa de los derechos humanos y el combate a la violencia.
Inclusive días después del golpe, Romero se basa en la misma Constitución de El Salvador y en la Doctrina Social de la Iglesia, para justificar el evento: es legítima una insurrección en el caso muy excepcional de una tiranía evidente y prolongada, que atentara gravemente contra los derechos de la persona y damnificara peligrosamente el bien común del país, ya provenga de una persona, ya de estructuras evidentemente injustas.
Monseñor dijo que la insurrección fue legítima.
Casi como contraparte, en las declaraciones de algunos miembros de la Junta, mencionadas en la conferencia de prensa, se habló de: “Notable participación de la Iglesia que ha sido castigada por defender la causa de los Derechos Humanos”.
El asunto aquí, es que la Junta nunca pudo asumir plenamente el poder y, los sectores más conservadores del ejército y los grandes empresarios organizados en la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP), mantenían amplios márgenes de acción e incidencia y poder en los “Escuadrones de la Muerte”, que ya existían.
En algún momento, ya cuando la Junta de Gobierno iba hacia al fracaso, cae en las manos de Majano, un documento que contiene una estrategia, “el plan Pina”, allí se mencionaba el asesinato de Monseñor Romero.
Desde ese momento para Majano, Roberto d´Aubuisson, es uno de los sospechosos del asesinato de Romero, pero en el caso particular de Adolfo Majano, éste no lo puede acusar directamente, pues considera que el magnicidio no fue bien investigado.
Ahora bien, con posterioridad, según Majano, Romero criticó a los propios miembros demócrata cristianos de la Junta, por lo que el golpista, fue parte de una cena, donde se intentaba limar asperezas entre Monseñor y los miembros del gobierno de facto.
Para el 10 de enero de 1980, se da un pacto entre las fuerzas armadas y el Partido Demócrata Cristiano. Surge así, una Segunda Junta de Gobierno, ya sin la presencia de civiles…
A Romero lo matan el 24 de marzo de 1980, a Majano intentan matarlo en dos ocasiones en ese año y una más en 1988. Según su persona, Romero no fue tan fuerte en las denuncias contra la izquierda como lo hizo con la derecha. Pero eso sí, el mismo Majano reconoce que, cuando Monseñor apoyó el golpe, los izquierdistas trataron al cura, de reaccionario y vendido a los Estados Unidos. Se concluye de esas declaraciones, que Majano no ha leído a Romero. La ausencia de una lectura integral, no permite un juicio cercano a la objetividad, de los criterios de Monseñor, sobre temas particulares.
Majano dice que a Romero le faltó prudencia, algunos historiadores de la época piensan lo mismo. Lo cierto es que un profeta no sabe de prudencias y el fuego que surge en el corazón de éste va más allá de las reservas humanas. A Romero le balean el corazón, buscando apagar ese fuego, lo cierto es que hoy, esas llamas de amor, de sacrificio cristiano, están más vivas que nunca.