La Rosa Roja

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Carlos Revilla Maroto

Carlos Revilla

De casualidad hoy domingo 12 de octubre se cumple un aniversario más —el No. 63— de la fundación del Partido Liberación Nacional. Pensé en comentar algo sobre este hecho, pero me puse a ver que ya he escrito mucho sobre el tema en los pasados meses, con lo que sería como llover sobre mojado. Algunas de estas columnas son “El exorcismo necesario”, “¿Cuál partido?” y “Quo Vadis PLN?”, para mencionar solo algunas de la más recientes.

Así que mas bien decidí escribir sobre otra cosa y pensé en hablarles un poco de una de mis heroínas de los inicios de la socialdemocracia en Europa, me refiero a Rosa Luxemburgo conocida como la Rosa Roja y a quien Lenin llamaba «El águila del proletariado». Tocaré apenas algunos aspectos de su vida y obra, y hablaré un poco también del aspecto ideológico, sin profundizar, solo como referencia cuando sea necesario. Mas bien un poco de todo, sin ninguna pretensión especial.

Antes de seguir hay una gran aclaración histórica que voy a hacer de forma muy sucinta, y que es necesaria para ubicarnos en algunos de los hechos de su vida. En los tiempos de la I Internacional, toda la izquierda estaba unida, es decir comunistas, socialistas y socialdemócratas, todos estaban juntos. El rompimiento vino a darse —entre otras razones— por el ingreso de Alemania a la primera guerra mundial, que fue apoyado por el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), del cual Rosa era militante. Fundó la Liga Espartaquista junto a su amigo Carlos Liebknecht, que fue la predecesora del Partido Comunista Alemán (KPD). El 29 de diciembre de 1918, la Liga Espartaquista se separó del Partido Socialdemócrata, por el cual Liebknecht había sido miembro del Parlamento, y fue creado el KPD, sellando la división de la izquierda alemana. De esta división vino la disolución de la I Internacional y la posterior creación de la II Internacional, actual Internacional Socialista de la cual Liberación Nacional es miembro. Posteriormente los comunistas también hicieron la III Internacional que fue conocida como Comintern. Hasta aquí la historia.

Doctora en economía política, polaca, nacionalizada alemana para no correr el riesgo de ser extraditada, fue asesinada el 15 de enero de 1919, en Berlín. Pocas horas antes también habían matado a su compañero Liebknecht, líder del recién fundado KPD. Paradójicamente ambos asesinatos fueron perpetrados por la milicia al servicio del primer gobierno socialdemócrata de Alemania. Rosa y Carlos no fueron los únicos que cayeron en las calles de Berlín en aquellos días inmediatamente posteriores a la I Guerra Mundial. Había sido derrocado el último Káiser, los socialdemócratas se encontraban ante la encrucijada de un pacto con la derecha o el modelo ruso, y los soldados derrotados andaban sueltos y desorientados.

Entre las decenas de muertos se encontró al que había sido el secreto esposo de Rosa, León Jogiches, socialista, judío y polaco como ella. Su amigo común, el eminente intelectual Franz Mehring, falleció poco después, tal vez sin comprender cómo Luxemburgo y Liebknecht, dos pacifistas que habían ido a la cárcel por serlo, podían haber sido involucrados en una guerra civil.

Mujer de estatura pequeña y de salud frágil, consagró su vida a la educación política a través de artículos de prensa, talleres de economía, libros e impresionantes discursos. Uno de sus libros clásicos es «¿Reforma o revolución?» donde hace una crítica demoledora del revisionismo de Bernstein. Entre 1908 y 1914 escribió sus obras más importantes: «La acumulación de capital» e «Introducción a la economía política«.

Aunque Lenin admitió que su trabajo fue una «lección muy útil», sus contradicciones con el aparato revolucionario ruso provocaron resistencia entre los jerarcas del comunismo. Su pensamiento fue orgánico. Si Lenin planificaba y organizaba el éxito, Rosa más bien seguía los pasos de transformaciones profundas que no se podían revertir tan fácilmente como con una toma del poder político. No quería que un grupo pequeño tomara el poder, no quería el poder de una minoría sobre una mayoría. Quería madurar a la clase trabajadora y verla emanciparse, hasta que llegara al poder. Esto sólo podría funcionar si todas las partes de la sociedad pudieran actuar con libertad ilimitada. De más está decir que en la práctica política, esta idea nunca fue tomada en cuenta.

Sobre este tema hay una frase que resume su crítica a Lenin y el partido comunista ruso “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que éste sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente”, En 1931, Stalin se pronunció en contra de sus escritos, que dejaron de ser publicados en la vieja URSS durante más de 20 años.

Por cierto, como muchos creen, el puño con la rosa que es el símbolo de la Internacional Socialista no está relacionado con ella.

Termino con la frase de Rosa de su famoso artículo «El orden reina en Berlín», escrito la víspera de su asesinato, y que es con la cual finaliza:

¡Fui, soy y seré!

Rosa Luxemburgo

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