¿Quién controla a la Contraloría?

Cuaderno de Vida

Gustavo Elizondo Fallas

Gustavo Elizondo

Han sido ya muchos años donde la inversión pública, en especial en el tema de infraestructura vial, ha sido manejada por una mafia, que surge ahora con nombres tan antagónicos como cochinilla y diamantes, pero que independiente a esta denominación es más de lo mismo, empresarios corruptos mojando la mano de funcionarios públicos con algún poder de decisión. Por supuesto que esos recursos que llegaron a los bolsillos de estos funcionarios, de una u otra forma, ya están considerados en los inflados contratos obtenidos por las empresas constructoras y por lo tanto, han sido financiados por el pueblo con la rabia de saber que aparte de estos sobrecostos, se han valido del “compadre hablado” para entregar obras de baja calidad y así tener trabajo de mantenimiento en el corto plazo, algunas veces incluso a los pocos meses, aprovechando de que son ellos mismos los que tienen esos contratos. Es una realidad que manejaba el vox populi pero es hasta ahora que se devela.

Con un elefante de este tamaño que se podía observar a kilómetros de distancia surge dudas igual de grandes, ¿qué hace la Contraloría en estos casos? ¿cuál es la función de esta institución tan voluminosa como este elefante y con salarios de los mejores de la función pública, con un nivel profesional muy calificado? ¿cuál es el valor agregado para la sociedad costarricense si esta institución no logra frenar esta clase de sinvergüenzadas?

Algo está fallando con esta institución que al igual que aquel anuncio de hace unos años de un famoso detergente, como doña Rotunda, no para una bola, un perfecto colador. A esta inoperancia, agregue a las auditorías externas, pero sobre todo las internas, que están en el día a día de las instituciones y que en el caso de las Municipalidades son tan bien remuneradas, que sirven de referencia para establecer el salario a las máximas autoridades como lo son los alcaldes y esto los lleva a ganar por encima del salario del presidente de la República.

Pero volvamos a la Contraloría, en los últimos meses más que decidir con base a los lineamientos contenidos en los principios del control interno, se ha dedicado a responder más de acuerdo con criterios ideológicos y hasta parece que estuviera en campaña política como lo ha hecho en referencia al proyecto del Tren Eléctrico Metropolitano o a la Red del Bicentenario.

Debiera ser esta institución, más que obstructora, una facilitadora y usar la experticia que se supone han acumulado por varios años en lograr en forma preventiva que los proyectos no se descarrilen por ineficiencias, por ejemplo, apoyando con capacitación a los funcionarios y jerarcas involucrados, sirviendo como asesores en etapas previas como el diseño, carteles de licitación y en establecer los hitos de control e indicadores adecuados, que incluso les facilitaría el control posterior.

Si comparamos la jerarquía de las instituciones con la cadena alimenticia, la Contraloría parece estar, al igual que el águila, en el último eslabón de la cadena, a esta imponente ave nadie se la come, muere de vieja o chocando con un avión, a la Contraloría nadie la controla, lo que ahí se diga como decía mi tía Mercedes _santa palabra_ no tiene discusión, ¿será que le hace falta chocar con algún avión?

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