Putin y el crimen de agresión. Entrevista con Philippe Sands

Philippe Sands

Putin y el crimen de agresión. Entrevista con Philippe Sands

“La verdad, me gustaría estar en Leópolis”, afirma Philippe Sands desde su oficina de Londres. «Es por mi relación con la gente que conozco y que hoy vive allí. Pero es que también es el lugar en el que nació mi abuelo. Se escapó cuando tenía diez años. La estación de tren de Leópolis es la misma desde la que mi abuelo huyó de los rusos. La historia da muchas vueltas».

Destacado abogado internacional, que ha actuado como asesor de las Islas Salomón, Georgia y Gambia en el Tribunal Internacional de Justicia, Sands es también un autor célebre. En Calle Este-Oeste relata la invención de dos conceptos jurídicos – el de «crímenes contra la humanidad» y el de «genocidio»- y su intersección con la vida de su abuelo. Sands desveló de qué modo dos hombres, Hersch Lauterpacht y Raphael Lemkin, estuvieron en el orígen de esos conceptos enfrentados mientras eran profesores de Derecho en la ciudad que fue primero Lemberg, luego Lwów y ahora es Lviv [Leópolis]. Se trata de una compleja disputa jurídica que cambió el curso de los juicios de Núremberg y el futuro del Derecho internacional.

Poco después de que Rusia invadiera Ucrania, Sands sostuvo en el Financial Times que, si bien apoyaba las recién anunciadas investigaciones del Tribunal Penal Internacional sobre crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, debería haber también una investigación inmediata por el crimen de agresión.

La propuesta de Sands no tardó en cobrar fuerza, y el ex primer ministro británico Gordon Brown se sumó a Sands para proponer la creación de un tribunal especial que pudiera investigar el crimen de agresión. Entre los firmantes del plan se encuentran decenas de personalidades de la política y el Derecho internacionales, así como escritores e intelectuales públicos.

Sam Wolfson, del diario The Guardian, conversó con Sands para entender los orígenes del crimen de agresión y su importancia en la guerra de Ucrania.

¿Podría explicarnos por qué es importante comenzar ahora las investigaciones y hasta iniciar procesos judiciales, mientras las bombas siguen cayendo, la gente sigue muriendo y la guerra no tiene un final evidente a la vista? ¿Cuál es la urgencia de una respuesta legal? Núremberg tuvo lugar después de que terminara la Segunda Guerra Mundial.

Las distintas comunidades hacen lo que pueden. En esos momentos, la comunidad médica proporciona asistencia médica, la comunidad artística proporciona apoyo moral, los escritores redactan peticiones. ¿Y qué pueden hacer los abogados? Somos bastante inútiles, pero tenemos el Derecho. Eso es lo que conocemos.

Lo que es diferente, por ejemplo, de 1939, es que hay un conjunto de normas, hay tribunales: el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, el Tribunal Internacional de Justicia y el Tribunal Penal Internacional. Así que el litigio de los conflictos es algo que ha ido subiendo en la agenda. Pero la cuestión más importante es qué se consigue con ello.

En primer lugar, creo que proporciona esperanzas a las personas que están sufriendo el horror. Sé por los mensajes que estoy recibiendo, desde Kiev, desde Leópolis, que les da esperanzas, porque la gente siente que no está sola.

En segundo lugar, nos ofrece un medio de deslegitimar ciertos comportamientos.

En tercer lugar, en términos muy prácticos, políticos: si toda Ucrania cae, hay procedimientos en marcha, que el gobierno actual, existente y legal de Ucrania podrá llevar adelante.

En cuarto lugar, en algún momento habrá que llegar a un acuerdo, y eso le da a Ucrania mucha más influencia. No puede hacer que el fiscal del TPI deje de investigar o procesar. No puedes decirle al TIJ que deje sus instrumentos a un lado y pare el caso su caso. Así que se convierte en otro factor en el proceso, y eso deslegitima a Putin.

El TPI está investigando crímenes contra la Humanidad y crímenes de guerra, pero ha argumentado usted que es necesario crear un tribunal especial para investigar un tercer crimen, el de agresión. ¿Por qué es tan importante y hay tanta diferencia entre los tres crímenes?

A partir de 1939, hubo básicamente un solo crimen internacional relevante, que eran los crímenes de guerra.

Luego, en 1945, en Londres, los redactores de lo que se convirtió en el estatuto de Núremberg, se sentaron y analizaron por qué iban a procesar y acusar a los nazis. No había delitos, así que básicamente tuvieron que idearlos. Los llamaron crímenes contra la humanidad, genocidio y lo que entonces llamaron crímenes contra la paz, que es hoy el crimen de agresión: librar una guerra manifiestamente ilegal.

Desde 1945, esos han sido los cuatro crímenes que hemos tenido (he pasado gran parte del último año trabajando en un quinto crimen, que es el ecocidio, pero podemos dejarlo de lado por el momento).

En teoría, el TPI tiene jurisdicción sobre los cuatro. Sin embargo, cuando se adoptó la normativa del TPI en 1998 se tomó la decisión de no otorgarle jurisdicción sobre el crimen de agresión, porque algunas grandes potencias se mostraban preocupadas: ¿va a volverse en nuestra contra?

Cinco años después, tuvimos la guerra de Irak. Así que decidieron no otorgar al TPI la competencia sobre el crimen de agresión hasta que definieran el crimen de agresión, y eso llevó casi 20 años. Finalmente, acordaron una definición en 2017 en Kampala y 43 países la han ratificado. Pero la definición reza: no se puede ejercer la jurisdicción del TPI en relación con el crimen de agresión contra una persona que sea nacional de un país que no sea parte de la norma del TPI.

Así que, para que lo entiendan los legos: Karim Khan, fiscal del TPI, puede investigar crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y genocidio en el territorio de Ucrania. Pero no puede investigar el crimen de agresión porque Rusia no ratificó el estatuto [de Roma].

La dificultad de los crímenes contra la humanidad y los crímenes de guerra es que hay que demostrar una conexión directa entre el acto que constituye el crimen y el perpetrador del mismo. Así, por ejemplo, hemos visto algunos vídeos horribles en los que aparentemente se dispara contra unas personas. Como el soldado ruso que le disparó a un hombre que salía de su coche con las manos en alto. Eso parecería un crimen de guerra a primera vista. Entonces, ¿quién entra en ese marco? El soldado ruso, sí. Su oficial al mando probablemente, por autorizar las normas para entablar combate, que permitieron que eso sucediera.

¿Pero llega esto hasta los generales? ¿Alcanza al mando civil? ¿Llega hasta Putin? Son preguntas realmente complejas.

Si nos centramos en los crímenes contra la humanidad y en los crímenes de guerra, acabaremos dentro de siete años con juicios a gente de un nivel medio. Y el gran tema, librar una guerra ilegal, nunca va a llegar a la justicia. Por eso es por lo que he escrito que las investigaciones de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad por sí solas podrían dejar libre de culpa al principal responsable.

¿Esperaba que el artículo condujera a algo más concreto?

No esperaba las consecuencias que se derivaron del artículo. Pero me alegro de que haya habido consecuencias, porque, francamente, el delito de agresión es cosa hecha. Hemos hecho grandes progresos. Estamos hablando informalmente con un pequeño grupo de países sobre la posibilidad de establecer una oficina provisional para investigar. Estamos hablando con posibles fiscales de amplia experiencia.

La acusación se escribe sola. No hay dificultades con las pruebas. No hay gran dificultad con las evidencias. No se trata sólo de la decisión de librar la guerra, se trata de la decisión de seguir haciéndola incluso ahora, después de que el Tribunal Internacional de Justicia haya declarado en una decisión legal vinculante: detente, retira las tropas. Todo acto, todo ataque, toda bomba en un teatro con mil personas dentro constituye un crimen de agresión. No quiero dejar que esta gente quede libre de culpa.

¿Hay algún obstáculo para la creación de un tribunal de este tipo?

Los dos gobiernos que creo que causarán más problemas al respecto serán el británico y el francés. No tiene nada que ver con los principios. Tiene todo que ver con el miedo a crear un precedente y a lo que pueda ocurrirles. Tenemos que dedicar bastante tiempo a animar a los gobiernos británico y francés a reflexionar sobre si quieren ser los que efectivamente dejen libre de culpa a Putin por su propio miedo a verse ante algún tribunal en el futuro.

El presidente Biden ha llamado a Putin criminal de guerra y Zelenskiy ha invocado la palabra genocidio para describir lo que está ocurriendo en Ucrania. ¿Por qué se siente incómodo con su lenguaje?

Me pregunto hasta qué punto es prudente que los políticos de alto nivel tachen a determinados individuos de criminales de guerra. Creo que se puede decir que el señor Putin ha librado una guerra que es manifiestamente ilegal. No hay ninguna defensa o justificación concebible para ello en la ley. Pero ¿diría yo que el señor Putin es un criminal de guerra? No. No estoy seguro de que el presidente Biden haya elegido sus palabras con especial cuidado. ¿Estaba diciendo que había violado las convenciones de Ginebra? No me siento del todo cómodo con ese tipo de etiquetas adheridas a individuos concretos.

¿Y qué hay de Zelenskiy, que dijo que «se está cometiendo un genocidio con los ucranianos»?

Creo que lo ha utilizado en sentido político. Por lo que he visto, no se está produciendo un genocidio de la población ucraniana en términos de lenguaje jurídico. No veo intención de destruir un grupo en su totalidad o en parte, en el sentido de la convención de 1948.

¿Son los ucranianos conscientes de que estos conceptos tuvieron su origen en su país?

Cuando llegué por vez primera a Lviv en octubre de 2010, la gente de la Facultad de Derecho, con una sola excepción, un profesor muy mayor, no sabía que los creadores de los conceptos de crímenes contra la humanidad y genocidio habían estudiado en su Facultad de Derecho, y que se podían rastrear los orígenes de esos dos delitos hasta llegar a esa ciudad, hasta esa Facultad de Derecho, hasta una sola sala. Cuando volví, un año después, había fotos de Lauterpacht y Lemkin, y hoy hay placas conmemorativas en [los que fueron] sus domicilios, hay bustos de ellos en sus aldeas y en la facultad de Derecho.

Y eso debe haber sido una satisfacción

Ha sido una satisfacción. Lo interesante de esto es que es muy complejo, porque [Lauterpacht y Lemkin] eran judíos polacos, y lo cierto es que en el periodo entre 1941 y 1944, algunos ucranianos se mostraron muy activos apoyando a los alemanes. De esa compleja historia he hablado a menudo estando en Ucrania, y ellos quieren comprometerse con ello. Me preocupa mucho que Putin aproveche eso para afirmar que Ucrania es un país nazi. No lo es.

Pero poco a poco, con el paso de los años, han llegado a asumirse esos datos de Lauterpacht y Lemkin.

¿Hay razones para ser optimistas?

Es una llamada de atención. Creo que nos hemos vuelto increíblemente complacientes en Occidente, imaginándonos que la guerra en Europa había terminado para siempre.

El mundo cambió en 1945. Fue un momento revolucionario. Por primera vez, los estados aceptaron que no eran absolutamente soberanos, que no podían liquidar individuos ni aniquilar grupos.

Quienes verdaderamente atacaron el legado de 1945 fueron Gran Bretaña y los Estados Unidos. Hoy en día, el «Make America Great Again» y el Brexit nos han recordado la singular importancia de ese momento de 1945.

¿Quién podía imaginarse hace un mes que el Senado de los Estados Unidos admitiría una resolución del senador Lindsey Graham en la que se pedía el apoyo total a la investigación del Tribunal Penal Internacional? Y que se aprobaría por unanimidad. Eso supone un cambio radical, y es un cambio radical realmente significativo.

No se puede aprobar una resolución diciendo que el TPI tiene jurisdicción sobre los ciudadanos rusos, mientras se afirma que no tiene jurisdicción sobre los norteamericanos. Así que, no es que sea otro momento como 1945, pero con un poco de suerte, reforzará lo que se enmendó en 1945 y le dará una vida renovada. Y eso es una buena cosa.

Philippe Sands abogado y profesor de Derecho en el University College de Londres, ha intervenido en destacados jui­cios internacionales celebrados en el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y el Tribunal Penal Internacional de La Haya, en casos como el de Pi­nochet, la guerra de Yugoslavia, el genocidio de Ruanda, la invasión de Irak o Guantánamo. Algunos de sus libros más conocidos se han publicado en castellano, como “Calle Este-Oeste” (Anagrama, Barcelona, 2017) o “Ruta de escape” (Anagrama, Barcelona, 2021).

Fuente: The Guardian, 30 de marzo de 2022
Traducción: Lucas Antón para sinpermiso.info

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