Antonio García Maldonado (eldiario.es)
En estos días en que la prensa sueca publica que Stieg Larsson, autor de la exitosa saga ‘Millenium’, conocía al autor del asesinato del primer ministro de Suecia Olof Palme y lo vinculaba con el régimen sudafricano del ‘apartheid’, repasamos otras hipótesis. Entre ellas, las que apuntan a la industria sueca de armamento y a la India de Rajiv Gandhi. Lo contó el forense Jan Bondeson en ‘Blood on the Snown’, una crónica negra magistral.
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El 28 de febrero de 1986, Olof Palme fue asesinado en Estocolmo al salir del cine, al que había acudido sin escoltas junto a su mujer, Lisbet. El asesinato del primer ministro y líder socialdemócrata conmocionó a la sociedad sueca, y en gran medida a la opinión pública mundial, toda vez que Palme era un reconocido defensor del Tercer Mundo en Occidente, y un hábil hombre de Estado comprometido con las causas democráticas y sociales del continente. Mítica es la imagen que nos lo muestra, ya como primer ministro, en las calles de Estocolmo con una hucha y un cartel en el que pedía dinero para los represaliados españoles que luchaban contra Franco.
El caso Palme es en Suecia algo más traumático y de actualidad que el asesinato de Kennedy en EE.UU. Incluso hoy en día siguen publicándose artículos y ensayos con nuevas teorías sobre quién, cómo y por qué mataron a Palme, e incluso aún permanece un equipo de doce inspectores de policía trabajando en el caso.
La comisión de investigación oficial que se instauró en 1999 concluyó lo evidente: la respuesta policial al magnicidio fue torpe y lenta, se desecharon líneas de investigación claves, se despreció a testigos, y los inculpados o señalados por las autoridades como culpables no eran más que chivos expiatorios necesarios para acabar con un trauma que estaba creando demasiada conmoción en el país y poniendo en evidencia a sus autoridades. Fue el caso de Christer Petterson, un delincuente borracho del submundo de Estocolmo, a quien sus antecedentes criminales y sus relaciones con la extrema derecha sueca pusieron en el punto de mira de unas autoridades sobrepasadas por la conmoción de la muerte de Palme. Pese a la condena inicial a cadena perpetua, fue posteriormente absuelto dos veces en distintos tribunales de apelación. En Suecia pocos creen que Petterson fuera el culpable.
Entre otras cosas porque la opinión mayoritaria en el país escandinavo es que Palme fue víctima de una conspiración, en la que la policía sueca y el servicio secreto (SAPÖ) jugaron un papel clave como catalizadores del odio extremista hacia el primer ministro. Una circunstancia en la que se apoyan los defensores de esta tesis es la reiterada declaración de los testigos sobre los walkie-talkies que utilizaron las personas sospechosas vistas en los aldededores del cine, y por supuesto la lenta respuesta policial, que más bien pareció un operativo para permitir la fuga del asesino y sus cómplices.
No obstante, las últimas teorías, sin dejar de admitir que probablemente la extrema derecha sueca fue el brazo ejecutor, el cooperador necesario, apuntan en otras direcciones, algunas sorprendentes, y que no dejan de tener sentido.
Antes de pasar a resumirlas, recordemos que los testigos que vieron el momento del asesinato unánimemente declaran que Palme parecía hablar con la persona que lo asesinaría como si lo conociera, al tiempo que Lisbet se encontraba delante de ellos, a apenas unos metros, con intención de dejarles hablar en privado. A los pocos segundos (30, según las investigaciones), el desconocido abatió de un tiro al primer ministro e hirió en la espalda con otro a su esposa, tras lo cual huyó por las escaleras de un callejón transversal a la calle donde yacía el cadáver de Palme. Aunque Lisbet, que entró en pánico histérico al ver a su marido, lo desmiente. Según su versión Palme y ella iban agarrados por el brazo, hablando en su camino de regreso a casa, en la Ciudad Vieja de Estocolmo. De pronto, escuchó un disparo que le pareció el sonido de unos petardos, y cuando le iba a comentar a su marido lo molestos que le resultaban, se dio cuenta de que Palme estaba malherido en el suelo. No obstante, su relato no cuadra con el informe pericial que estableció la cronología del crimen, y se cree que su testimonio puede estar condicionado por algún tipo de amnesia producto del shock por el asesinato de su marido.
¿Quién mató a Olof Palme? Después de más de veinte años, todo parece indicar que fue la extrema derecha sueca, con ayuda de elementos de las fuerzas de seguridad, quien ejecutó el crimen. ¿Por qué? La mera venganza política no es suficiente para explicar un motivo creíble. Varias fueron las líneas de investigación que indagaron en decisiones políticas del mandatario en busca de autores intelectuales e inductores del magnicidio.
¿Fueron los kurdos? Suecia era el único país (junto a la propia Turquía) que consideraba oficialmente al partido de los trabajadores del Kurdistán (PKK) y a su líder Abdullah Öcalan como terroristas. La mafia proveniente de la inmigración kurda (a cuyos miembros, pese a todo, Suecia no deportaba por miedo a que fueran torturados en Turquía) era violenta, y a los asesinatos probados que tenía a sus espaldas se unía el control que ejercía sobre parte del tráfico de drogas en Suecia. Y dicha pista kurda fue de las primeras y más importantes líneas de investigación. Sin embargo, pese al probado odio que profesaban en general hacia Olof Palme, las evidencias demostraron que su violencia contra el que, al fin y al cabo, les refugiaba, era más retórica que real.
¿El régimen sudafricano? Otra pista fue la que concluía con la instigación del magnicidio por parte del régimen del Apartheid de Sudáfrica, que tenía en Palme a uno de sus mayores enemigos, el más prestigioso altavoz externo contra el racismo oficial del régimen. De nuevo, pese a que el relato teórico le daba verosimilitud, la pista sudafricana se desvaneció durante las investigaciones y el contraste con la realidad.
En 2001, el escritor indio Salman Ruhsdie escribió un artículo en The Guardian en el que se preguntaba si la muerte de Palme no estaría directamente relacionada con el caso India-Bofors, en el que la empresa de armamento sueca (Bofors) se había visto envuelta tras descubrirse las comisiones y sobornos que había pagado a distintos intermediarios para realizar la venta al país asiático.
¿Qué tiene todo esto que ver con Olof Palme?
Suecia era un país neutral, con un compromiso pacifista y en pro del desarme bien conocido. Bofors, la empresa de armamento pública del país, vivía un momento de recesión industrial agudo, al punto que amenazaba con su supervivencia. India, gobernada entonces por Rajiv Gandhi, estaba reorganizando su ejército y negociaba contratos de abastecimiento de armamento y maquinaria militar con una empresa francesa y con la mencionada Bofors. Esta última, conocedora de las buenas relaciones entre Palme y Gandhi, acudió a él para pedirle que mediara con el dirigente indio y consiguiera el contrato para Bofors. Palme accedió, pero con una condición: que Bofors no pagara a ningún intermediario y que la transacción fuera transparente, algo a lo que accedió la empresa.
Por entonces, Palme era el negociador designado por la ONU para el conflicto entre Irán-Irak, y por eso recibió la mañana de su asesinato, el 28 de febrero, al embajador de Irak en Suecia. Éste le transmitió algo inquietante a Palme. Bofors, a través de intermediarios relacionados con sus negocios en India, estaba exportando armamento a Irán pese a la negativa del gobierno Sueco, y pese al compromiso exigible al propio mediador.
Palme montó en cólera y llamó al director de Bofors para exigirle una explicación, pues el embajador iraquí le había informado de los negocios que varios intermediarios, sobre todo la empresa de comercio de armas A&I Services, con sede en Johanesburgo, estaba haciendo con la empresa sueca. Se supone que Palme amenazó a Bofors con retirar su apoyo al trato India-Bofors. Lo turbio del trato ponía en peligro su credibilidad política, además de suponer el desprecio a las peticiones que, como primer ministro, hizo a la empresa a cambio de sus gestiones para conseguir el acuerdo. La ruptura del pacto, que dependía en última instancia de las gestiones de Palme, suponía la desaparición de un contrato de compra-venta de armamento en el que varios intermediarios extranjeros y el propio Congreso Nacional de Gandhi, se jugaban muchos millones de dólares.
Eso explica que Palme estuviera de tan mal humor durante todo el 28 de febrero, algo raro en él.
La teoría que presenta el escritor y médico sueco Jan Bondeson en su libro “Blood on the Snow” (Cornell University Press, 2005) es que, tras la llamada de Palme a Bofors, se desencadenaría un operativo de urgencia en el que los intermediarios (especialmente A&I Services y la propia Bofors) decidieron la muerte de Palme para salvar su suculento negocio, y encargaron el trabajo a sus terminales de extrema derecha en los aparatos de seguridad del Estado.
¿Conocía Olof Palme a su asesino?
Es problable, según las declaraciones de los testigos. Ninguno duda de que el primer ministro estaba hablando distendidamente con la persona que, segundos después, le dispararía en el pecho.
En la pista India-Bofors, se trabaja con la hipótesis de que Palme habría concertado la reunión con un emisario que le había llamado para decirle que tenía información de vital importancia sobre los negocios turbios de la empresa armamentística, pero que no quería darle aquellos documentos delante de ningún policía, escolta o funcionario del Gobierno. Palme, que desconfiaba profundamente de las fuerzas de seguridad, habría aceptado y acudido al encuentro sin escoltar con intención de recabar la información que le confirmaría que debía anular el acuerdo. Y cayó en la trampa.
Con él murió la posibilidad de que dicha transacción diera marcha atrás. El negocio se hizo, aunque ya entrado el siglo XXI dicha transacción fue condenada por la justicia de la India, que destacó los delitos económicos cometidos por las firmas intermediarias. No obstante, el asesinato de Palme aún no conoce culpables.
Fuente: eldiario.es