Por Ralf Krüger (dpa)
El nombre de productos y marcas es una herramienta de marketing esencial. En el caso de los vinos, hay algunas denominaciones que podrían considerarse más que peculiares.
«Mr Perfect», «Nymphomane» (Ninfómana), «Original sin» (Pecado original) y «Allesverloren» (Todo perdido) son solo algunos de los que se ven en las estanterías de bodegas y supermercados.
Los nombres de vinos sudafricanos no retroceden ante nada, ni siquiera ante un «Red Rhino», o rinoceronte rojo. Aquellos que quieran embriagarse de eterna juventud pueden recurrir a una creativa oferta del extremo sur de África: «The Fountain of Youth», El manantial de la juventud, de la bodega Oak Valley, es uno de los vinos de calidad premiados en la región vinícola del Cabo.
A los viticultores sudafricanos no solo les gusta utilizar nombres de sus hijas o esposas, sino también de sus mascotas: la gama abarca desde el fiel canino («Faithful hound») hasta el perro negro («Black dog»).
La administración de parques sudafricanos también se suma a la lista de creadores de nombres y apuesta por un vino llamado «Rhino Tears», lágrimas de rinoceronte.
Mientras disfrutan esta mezcla de cabernet sauvignon, shiraz y pinotage, los amantes del buen morapio contribuyen a la recaudación de fondos para la lucha contra la caza furtiva.
Nombres peculiares como «Dark Lady of the Labyrinth», La dama oscura del laberinto, o la expresión idiomática «Bob’s your uncle» (¡Y se acabó!) son una clara tendencia de marketing.
En Alemania, el «Kröver Nacktarsch», de la región vinícola del río Mosela, tiene una larga tradición. Con la alusión a un «culo desnudo», el nombre de este gran viñedo se refiere probablemente a una altura rocosa que en otoño está sin hojas y, por tanto, simplemente desnuda.
Los viticultores no dejan de idear nuevos nombres para convencer a su clientela con ideas originales. «La creatividad en la denominación de los vinos ha aumentado mucho en los últimos años», afirma Ernst Büscher, del Instituto Alemán del Vino. «Esta tendencia está estrechamente relacionada con el cambio generacional hacia los jóvenes viticultores».
La bodega Lukas Krauss, por ejemplo, de la región vinícola alemana del río Rin, embotella un «Pornfelder», una especie de dornfelder pornográfico que, de hecho, se trata de una mezcla de las variedades de uva tinta dornfelder y portugieser.
El viticultor Emil Bauer, de la misma región, contrarresta esta oferta comercializando sus vinos bajo el lema «Nada de sexo, drogas y rock and roll – ¡solo riesling para mí, gracias!»
Algunos viticultores se han vuelto creativos por necesidad, por ejemplo, cuando las nuevas variedades de uva son tan poco conocidas que su nombre es difícil de comercializar.
La bodega Gemmrich, en el sur de Alemania vende sus vinos elaborados con PIWI, variedades de uva resistentes a los hongos, con el nombre de «Unkaputtbar» (Irrompible), aludiendo así al carácter especialmente robusto de las vides.
En Francia, el gastrónomo Jean-Marc Speziale llamó mucho la atención hace unos años con su «Vin de Merde», en buen español: vino de mierda. Este procede de la región costera de Languedoc-Rosellón, en el sur del país.
En una entrevista, Speziale señaló que estaba harto de que los vinos de la región tuvieran a menudo una reputación bastante mala. Con el lema «Lo peor esconde lo mejor» quiso aludir a estos prejuicios, y lleva años vendiendo con éxito su vino de mierda.
En Nueva Zelanda, sin embargo, hasta las bodegas tienen nombres curiosos, a menudo referidos a la rica fauna de esta isla del Pacífico.
Por ejemplo, la «Squealing Pig Winery», de la famosa región vinícola de Marlborough, en la Isla Sur. De la bodega del «cerdo chillón» proceden vinos que abarcan, entre otras, las variedades sauvignon blanc, pinot noir y rosado espumoso.
Además, hay bodegas como la de la cabra solitaria («Lone Goat») de Hawkes Bay, en la Isla Norte, la de la urraca graznadora («Squawking Magpie») de la misma región, y la del pájaro gordo («Fat Bird»), nombres que coronan las etiquetas de variedades chardonnay, merlot y pinot gris.
Sin embargo, hace unos años, un sauvignon blanc neozelandés de la bodega Coopers Creek, llamado «Cat’s Pee on a Gooseberry Bush», es decir, pis de gato en un arbusto de grosellas, se llevó la palma.
Desde el valle australiano de Barossa llega un vino de la variedad garnacha con el igualmente conciso y prometedor nombre de «Bitch» (puta). El equivalente masculino sería quizás el «Ball Buster» (hinchapelotas) de Tait Wines. «Queríamos que este vino rompiera con el esnobismo que rodea al mundo de los vinos», explican los creadores.
Cuando se trata de creatividad en la denominación, los tres viticultores de la bodega Some Young Punks, del valle australiano Clare Valley, también están a la cabeza.
Su surtido incluye nombres tales como «Naked on Roller Skates» (Desnudo sobre patines), «Quickie» (Rapidito), «Monsters, Monsters, Attack!» (Monstruos, monstruos, ataque) y «Passion has Red Lips» (La pasión tiene los labios rojos).
A la hora de buscar nombres fuera de lo común, los viticultores argentinos suelen recurrir al mundo animal. Cuando la familia de emprendedores mendocinos Millán se introdujo hace unos años en el negocio del vino, los viticultores más veteranos de la región los llamaron «sapo de otro pozo».
La familia se lo tomó con humor y bautizó su mezcla de malbec, cabernet franc y syrah con ese mismo nombre. Más tarde, añadieron «Perro Callejero», «Mosquita Muerta» y «Cordero con Piel de Lobo».
El artista conceptual suizo Dieter Meier le puso a su vino tinto de Argentina el nombre de «Malo». A pesar de esta poca favorecedora denominación, la mezcla de malbec, petit verdot y syrah es un gran vino.
Muchos argentinos conocen el «Abuso de Poder» por parte de sus políticos: una práctica que, con una copa de este delicioso malbec, quizás sea más fácil de soportar.
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