Por Marco Krefting (dpa)
El diamante es considerado el «rey de las piedras preciosas». Brilla, reluce y cuesta mucho dinero mientras sea natural. Pero cada vez se producen más diamantes en laboratorios que a simple vista son difíciles de diferenciar.
Jeanette Fiedler sostiene unos 150.000 euros con una pinza. El diamante, de 3,53 quilates, está perfectamente tallado y, por eso, puede refractar los rayos de la luz del techo del lugar. Es verdadero.
Pero eso no lo revela el brillo. Los diamantes creados artificialmente, denominados diamantes sintéticos y mucho más baratos, también brillan.
«Su aspecto se asemeja al de los diamantes verdaderos e incluso se pueden producir en cualquier calidad», afirma la directora de la fundación Instituto Alemán de Diamantes (DDI) en la ciudad de Pforzheim.
Por eso, y porque los fabricantes ofrecen cada vez mejores productos, Fiedler tuvo que apelar a la tecnología. En su laboratorio cuenta con modernos equipamientos que la ayudan a ella y a su colega Lore Kiefert a diferenciar los diamantes sintéticos de los verdaderos y naturales.
Estos últimos brillan con tonos azulados cuando son expuestos a rayos UV. Una caja pequeña marca a los sintéticos con rojo estridente. Y aquellos que no se llega a definir si son naturales o no están señalados con un círculo verde. En estos casos se necesita realizar más pruebas.
Kiefert prueba, por ejemplo, con ayuda de luz infrarroja qué otros elementos distintos del carbono, como por ejemplo el nitrógeno, hay en el diamante y en qué proporción.
De acuerdo a esta información, las piedras son ordenadas en distintas categorías. Técnicamente, esto se llama estructura cristalina.
El DDI existe desde 1976. Los diamantes se analizan aquí, como también en otros laboratorios, a pedido de comerciantes especializados.
Fiedler también pone bajo la lupa, o mejor dicho bajo el microscopio, objetos heredados. Y la luz ultravioleta revela que no todos los diamantes de un brazalete tienen un brillo azulado. «Quizá se perdió una piedra y se sustituyó por una sintética por razones de costos», sospecha Fiedler, quien evita hablar de diamantes «falsos».
«Esto es cada vez más importante con el tema de los diamantes sintéticos», afirma Joachim Dünkelmann, director general de la asociación alemana de joyeros y relojeros.
El experto advierte que cuando hay grandes márgenes de precios, también surgen fines criminales. Y afirma que quien tenga empleados bien cualificados no necesita conocimientos externos. Tampoco si se cuenta un buen proveedor, que trae certificaciones, agrega.
Dünkelmann asegura que, sin embargo, estos expertos son importantes. «Vendemos emociones y productos muy valiosos», dice, y señala que negocios como estos tampoco se cierran en una plataforma en línea.
Hace poco se vendió en una subasta en Londres un diamante negro raro y especialmente grande por el equivalente a unos 3,7 millones de euros (unos 4,1 millones de dólares). La piedra «Enigma», de 555,55 quilates, fue el mayor diamante tallado jamás vendido en una subasta, según anunció la casa de subastas Sotheby’s.
Para producir diamantes sintéticos se necesitan sobre todo presiones y temperaturas extremadamente altas para prensar el carbono. Esto, a su vez, requiere mucha energía, además de tecnología. Y todo esto tiene costes elevados.
Pero puede merecer la pena, según Fiedler, porque se pueden conseguir diamantes sintéticos del tamaño de un quilate con un diámetro de unos seis milímetros en calidad de joya por tan solo 800 euros.
Los diamantes naturales para una joya de calidad promedio se venden a entre 5.000 y 6.000 euros.
Los diamantes sintéticos no son una inversión y no tienen valor de reventa. «Pero por un dinero relativamente pequeño se puede lucir una joya de este tipo que parece un diamante de verdad», sostiene. Su aspecto debe ser tan perfecto como el de los reales.
La especialista sostiene que en otros países hay pocos problemas para mezclar diamantes auténticos y sintéticos, pero que en Alemania no pasa lo mismo. Estima que esto se debería al hecho de que los diamantes tienen un alto valor inmaterial, por ejemplo, en las bodas como símbolo de eternidad.
El tema lleva tiempo ocupando la atención del sector de la joyería y la relojería. Sin embargo, según la asociación de la industria de piedras preciosas y diamantes, no existen cifras fiables sobre las cantidades de diamantes reales y de laboratorio en circulación. El sector es muy reservado, afirma su director general Jörg Lindemann.
Fiedler asegura que el trabajo del laboratorio es importante para que los comerciantes y los clientes finales tengan mayor seguridad.
En los programas de televisión a veces se crea la impresión de que esos exámenes se pueden hacer con una simple mirada. De hecho, muchos joyeros han recibido formación adicional para esas evaluaciones iniciales, según afirma.
Pero cuando se trata de los detalles, se necesitan conocimientos especializados y tecnología, por ejemplo, sobre la conductividad térmica y el comportamiento de la fluorescencia.
El National Diamond Council precisa en su página web los diferentes equipamientos que se necesitan. Algunos cuestan unos 1.000 euros, por otros se pagan cifras de cinco dígitos o directamente se debe consultar al vendedor, lo que hace pensar que no son baratos.
Fiedler asegura que no tiene sentido que cada joyero u orfebre, ni cada laboratorio, compre las máquinas más caras. En general, el examen para obtener un certificado detallado dura dos horas. El peritaje cuesta entre 150 y 200 euros. Si solo se trata de una cuestión de autenticidad, es mucho más rápido.
dpa