Por Cindy Riechau (dpa)
Sobre las mesas desvencijadas en un céntrico mercado de la capital tunecina se amontonan a diario montañas de camisetas, jeans y zapatos, mientras numerosas personas revuelven con gran ahínco entre la ropa de segunda mano, a la búsqueda de una prenda apropiada.
«Los precios son buenos», señala un joven que compra regularmente en el mercado llamado Fripe. Cuenta que la mayoría de las cosas no cuestan más de tres euros (3,30 dólares) y que incluso algunas se pueden conseguir por unos pocos céntimos.
Sin embargo, mientras muestra un agujero en la manga de un jersey, revela que a veces las cosas se rompen rápidamente.
Vestir ropa de segunda mano es habitual en este país norafricano. No es raro ver a tunecinos con camisetas de una escuela de música o de un club deportivo alemán. El motivo es que muchos productos de segunda mano procedentes de Alemania acaban en Túnez. Según cifras de las Naciones Unidas (ONU), Alemania es uno de los mayores exportadores de ropa usada.
La Asociación Alemana de Materias Primas Secundarias y Eliminación de Residuos (BVSE) informó que en ese país centroeuropeo se recolecta al año más de un millón de toneladas de textiles usados para su reciclaje, el equivalente a más de 15 kilos de ropa por habitante. Y la tendencia va en aumento.
También a Ghana se envían enormes cantidades de textiles usados desde los países occidentales.
Según Sammy Oteng, director de proyectos de la Fundación OR en Acrra, la capital de Ghana, la costumbre de occidente de usar la ropa y luego tirarla provocó en su país un desastre medioambiental.
Oteng, que hace campaña por una mayor sostenibilidad en la industria de la moda, explica cómo se produce este desastre.
El mayor mercado de segunda mano del país, Kantamanto, recibe 15 millones de prendas a la semana. «Con una población de 31 millones de personas, es fácil calcular que la mitad de los ghaneses tendría que comprar una prenda», señala Oteng y resalta que eso es completamente imposible.
Añade que el 40 por ciento de toda la ropa usada que llega es demasiado vieja o está tan estropeada que ya no sirve para ser reciclada.
A diario, según Oteng, Kantamanto vierte unas 70 toneladas de textiles en un vertedero a orillas de la laguna de Korle, en Accra. Desde allí, la ropa suele ser arrastrada a la laguna y luego al mar. «Nos hemos convertido en el basurero de Occidente», destaca.
La tendencia a la moda barata que se usa y se tira también preocupa a la industria en Alemania. Según BSVE, las fibras sintéticas y las mezclas de materiales, muy difíciles de reciclar, son ahora componentes dominantes de la industria de la moda.
También Chile recibe grandes cantidades de ropa vieja de Occidente, es uno de los mayores importadores de vestimenta usada de América Latina. Miles de pantalones, camisetas, chaquetas y demás vestimentas se amontonan en las colinas que rodean la comuna Alto Hospicio en el desierto de Atacama, el lugar más seco del planeta.
Según explica el presidente de la asociación de empresarios de la región, Darío Blanco, a diario acaban unas 20 toneladas de ropa vieja en el desierto, alrededor del 40 por ciento de los textiles recibidos se desechan.
La organización alemana Fairwertung, que desde hace varios años monitorea el negocio de segunda mano, informó que aproximadamente la mitad de las prendas procedentes de los contenedores germanos de ropa vieja o de los puntos de recogida de las iglesias ya no se pueden usar.
Según la organización, que reúne a los recolectores de ropa vieja sin fines de lucro, estos textiles solo pueden transformarse en trapos de limpieza o en materias primas, o en su defecto, tienen que eliminarse.
El centro de Asesoramiento al Consumidor del estado de Renania del Norte-Westfalia, en el oeste de Alemania, reportó que solo entre el cinco y el diez por ciento de la ropa usada es entregada a personas necesitadas en el país o se revende en tiendas locales como artículos de segunda mano.
Alrededor del 40 por ciento de los textiles recolectados se venden a países de Europa del Este y África. La exportación de las prendas a los países africanos también fue controvertida durante mucho tiempo, porque la avalancha de productos baratos amenaza a los productores textiles locales.
Hace unos años, un grupo de países receptores de África Oriental, entre los que se contaban Kenia, Ruanda, Uganda y Tanzania, intentaron defenderse de la avalancha de ropa usada imponiendo una prohibición de importación.
Estados Unidos amenazó entonces con expulsar a esos países del acuerdo comercial Agoa (por su siglas en inglés, Ley sobre el crecimiento y las oportunidades de desarrollo en África), que otorga a muchos países africanos un acceso libre de impuestos al mercado estadounidense. Solo Ruanda se mantuvo firme, mientras que las demás naciones revirtieron su postura.
dpa