¿La Suiza centroamericana? un poquito

Luis Diego Vargas Ch.

Luis Diego Vargas Chinchilla

Cuantas veces nos hemos hecho la pregunta de si esa etiqueta tiene sentido cuando sabemos, más allá de la semejanza con vacas hersey y tupidos pastizales de la nubes de Coronado? t sabemos que en Suiza todo es tan milimétricamente organizado y riguroso.

Pues vieran que me atrevo a decir que con esto de la pandemia no tenemos nada que envidiar a la rigurosa Suiza en términos de organización civil. La respuesta de nuestra fuerza civil a la pandemia del COVID 18 ha tenido estándares de organización y efectividad excepcionales.

El viernes por la mañana le comenté a mis hermanos en nuestro grupo de whatsapp que tenía varios días con fuerte dolor de cuerpo y un poco de diarrea y nada de apetito, pero que asumía ante la falta de otros síntomas como la pérdida de olfato o gusto o dolor de garganta que solo tenía una quiebra huesos estacional. De inmediato mi hermano, médico psiquiatra, me dijo: equivocado, lo que tenés que asumir es lo contrario, que tenés Covid, anda hacerte la prueba, negar o evadir no es opción en las circunstancias actuales.

Fui a un laboratorio particular y me dijeron que entre 24 y 48 horas tendría el resultado. Pensé, conociendo cómo funciona la «suiza centroamericana» que tendría que esperar probablemente las 48 horas o más, dos largos días de incertidumbre no me hacían ni pizca de gracia. Equivocado: el sábado a primera hora me estaban llamando del Ministerio de Salud para decirme que el resultado estaba lista y que fuera a retirarlo al laboratorio; así me quedó claro que la coordinación y liderazgo de Ministerio de Salud con los laboratorios privados es un hecho necesario e indiscutible. Me pidieron el correo electrónico, fui por el resultado y era un claro positivo. Regresé muy angustiado a mi casa dispuesto a cortar contacto de inmediato con todo mi entorno. Minutos después me llamaron de vuelta a hacerme un largo cuestionario y respondido este, antes de terminar el día tenía una orden sanitaria de confinamiento y un número telefónico al cual llamar para cualquier consulta.

Llamé y me respondió una doctora que quiso ahondar en varios tópicos: 1) el timing y evolución de los síntomas, 2) si podía identificar a eventuales personas con las cuales hubiera sido posible el origen de la infección, 3) de las condiciones de mi casa de habitación y 4) mis posibilidades de ser auxiliado por terceros. Me sugirió además tener a mano un oxímetro y un termómetro. Un amigo me los trajo un rato después y empezó mi confinamiento absoluto por 14 días naturales. Desde el momento de mi diagnóstico estoy seguro no haber sido canal para trasmitir el virus a nadie más y pienso hacerlo así hasta el final de la orden sanitaria, con la disciplina de un suizo, aún siendo yo tan mestizo como Pablo Présbere.

La causa y momento de mi contacto con el virus les aseguro que pudo ser cualquier actividad como las que poco a poco la mayoría nos hemos ido permitiendo a lo largo de la pandemia. Ir a la pizzería, ir a comprar a alguna tienda alguna cosita, salir a tomar un café con un amigo. No me hizo falta subirme a un bus ni meterme en un bar lleno de gente o aceptar la invitación de unos pocos conocidos a tomar una copa para celebrar un cumpleaños. Quince días de razonable conducta, antecedieron a mi diagnóstico positivo. Así que, gente, el virus está presente y es peligroso, aunque ya esté mejor localizado y se conozca más de él y la forma de enfrentarlo médicamente. Me resulta muy razonable pensar que personas con factores de riesgo que, yo no tengo, pueden poner seriamente su vida en peligro, hay abundante evidencia de ello. También sabemos que el diagnóstico temprano ayuda a evitar complicaciones. No presumamos nada irresponsablemente, entendamos que en esto de la pandemia toca ser doblemente desconfiado.

Ya ven como que la Suiza centroamericana al menos una de sus patitas camina fuerte y bien orientada. Ya basta de gente alegando conspiraciones fantasiosas, hay que plantarse fuerte con esa gente que propaga esas teorías con quien sabe qué propósito. Estamos en medio de una pandemia mortal. Punto y no proceder con cuidado es como andar con un arma desenfundada lista para disparar al amigo gordito, al diabético, a al papá o mamá mayor o la abuelita, a la viejita que vende la lotería.

En toda familia tendría que haber un oxímetro y un termómetro, además de las mascarillas y el alcohol en gel. Si usted tiene recursos para comprar un oxímetro, no compre uno, compre dos y busque una familia con menos recursos y se lo dona; a los ojos de Dios eso tendrá más valor que mil limosnas u ofrendas de fe.

P. S.: tengo dos días con indicadores de oxigenación y temperatura muy favorables, el Ministerio de Salud me acompaña y me cuida; así lo percibo y cantaré victoria hasta el 4 de diciembre. De momento a cuidarme como se defendieron los suizos del infierno que se desarrolló a su alrededor durante la segunda guerra mundial, con cabeza fría, sentido de solidaridad y rigor.

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