Este es un artículo de opinión de Alon Ben-Meir, profesor retirado de relaciones internacionales en el Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York.
Alon Ben-Meir
NUEVA YORK – El acuerdo de alto el fuego y la liberación de los rehenes israelíes y los prisioneros palestinos son solo los primeros pasos en el largo y traicionero camino que podría poner fin al calamitoso conflicto entre israelíes y palestinos, que dura ya décadas.
En un artículo anterior, titulado «Una alineación poco común: el mundo está preparado, ¿lo están los palestinos?», abordé lo que deben hacer los palestinos para hacer realidad sus aspiraciones nacionales.
Ahora toa hacerlo con lo que deben hacer los israelíes no solo para poner fin a su conflicto con los palestinos, sino también para salvar la reputación moral de Israel, que yace en las ruinas en Gaza.
El conflicto entre Israel y Palestina ha alcanzado un nuevo punto de ruptura, más precipitado ahora que nunca. Aunque los israelíes han sufrido un trauma inconmensurable como consecuencia del horrible ataque de Hamás, ahora es el momento de que todos ellos examinen cuidadosamente las circunstancias que los han llevado a esta encrucijada decisiva.
Décadas de conflicto violento y la negación persistente de los derechos de cada uno culminaron en la barbarie de Hamás, seguida de la guerra más larga y devastadora, que ha redefinido la naturaleza del conflicto. Ha dejado más claro que nunca que quienes escribieron el obituario de la solución de dos Estados deben ahora reescribir su guion.
Así como la coexistencia es ineludible, también lo es el inevitable surgimiento de un Estado palestino.
Elegir el camino correcto requerirá valentía y una nueva visión. Los israelíes deben primero desengañarse de varias creencias arraigadas en su psique e impulsar una solución justa al conflicto con los palestinos, lo cual es fundamental para restaurar gradualmente la maltrecha reputación moral de Israel, que solo los propios israelíes pueden recuperar.
Amenaza existencial
A los israelíes se les ha inculcado la idea de que un Estado palestino supondría una amenaza existencial y debe evitarse a toda costa, lo que han promulgado falsamente durante décadas políticos egocéntricos, nacionalistas y corruptos como el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
En esta coyuntura, los israelíes deben aceptar la realidad irrevocable de la existencia palestina y tomar medidas para mitigar su miedo en lugar de perpetuar la enemistad.
Israel se creó como un santuario para cualquier judío que desee vivir en paz y seguridad. Sin embargo, este sueño milenario no puede hacerse realidad, como ha demostrado el tiempo, mientras se niegue a los palestinos un Estado propio.
Los israelíes deben superar sus ansiedades y creencias erróneas encontrando un sentido y una autoafirmación que no dependan de negar a los palestinos su propio Estado. Deben alejarse del miedo profundamente arraigado y erróneo de que un Estado palestino suponga una amenaza existencial, ya que, sin él, Israel se vuelve permanentemente inseguro, como ha demostrado el tiempo.
Odio hacia los palestinos
El odio de los israelíes hacia los palestinos tiene sus raíces en un conflicto centenario, que no ha hecho más que agravarse debido a los continuos actos de violencia y al predominio de narrativas mutuamente acrimoniosas.
Esto se ve agravado por la creencia de los israelíes de que los palestinos se niegan a aceptar el derecho de Israel a existir.
En lugar de centrarse en medidas prácticas de reconciliación necesarias para una coexistencia ineludible, se aferran al odio, lo que inconscientemente justifica su continua resistencia a la creación de un Estado palestino.
Un conocido proverbio dice que «el odio es como beber veneno y esperar que muera el otro». De hecho, el odio es autodestructivo, y dejarlo atrás es esencial para la coexistencia pacífica. Los israelíes deben vivir en el presente para liberarse de las cadenas de los prejuicios del pasado contra los palestinos y tenderles la mano en lugar de rechazarlos.
Este enfoque puede sorprender a muchos israelíes, que descubrirán que, en general, los palestinos son socios dispuestos a colaborar, aunque solo si creen que tienen buenas posibilidades de hacer realidad sus aspiraciones nacionales.
Rechazar la realidad de la coexistencia
Los israelíes deben aceptar el hecho de que aceptar lo que no se puede cambiar y abrazarlo con comprensión e incluso compasión redundaría, en última instancia, en su propio interés.
En esencia, los israelíes deben utilizar su poder colectivo para crear las condiciones que produzcan beneficios políticos, económicos y de seguridad mutuos, que es la única forma de coexistir pacíficamente. Los israelíes deben preguntarse cuál es la alternativa a la coexistencia pacífica.
¿Alguien ha encontrado una alternativa viable y mutuamente aceptable que permita a ambos vivir en paz, sin llegar a una solución de dos Estados?
La ironía es que, mientras Netanyahu ha pasado décadas tratando de impedir el establecimiento de un Estado palestino, su devastador ataque contra los palestinos solo ha producido precisamente lo contrario. Ha movilizado a la comunidad internacional para que apoye un Estado palestino independiente como nunca antes.
Israel puede anexionar toda Cisjordania y Gaza, suponiendo que pueda soportar el aislamiento internacional, las sanciones, la expulsión de diversas organizaciones internacionales, etc., pero ¿adónde irán los palestinos?
¿Durante cuánto tiempo podrán siete millones de judíos israelíes oprimir a siete millones de palestinos que viven entre ellos y a su alrededor? ¿A cuántos palestinos pueden matar, desplazar o matar de hambre? ¿Qué otra opción les queda a los palestinos que la lucha armada?
Dado que la coexistencia es inevitable, ¿bajo qué tipo de paraguas quieren vivir los israelíes? La barbarie de Hamás y la devastadora represalia de Israel solo atestiguan las consecuencias de décadas de deshumanización sistemática mutua.
A menos que los israelíes acepten la coexistencia como una realidad incuestionable, tendrán que criar generaciones de guerreros entrenados para matar palestinos, destruir sus propiedades y vivir por la espada hasta donde alcanza la vista.
La catastrófica pérdida de la autoridad moral de Israel
No hay palabras para describir el daño duradero que el gobierno de Netanyahu ha infligido a Israel como país y al pueblo israelí. El mundo entero se quedó atónito al ver a los judíos, precisamente ellos, cometer crímenes contra la humanidad a plena luz del día, más allá de lo que cualquier ser humano con conciencia pueda comprender.
Sí, el mundo aplica un doble rasero cuando se trata de los judíos, y con razón. Los judíos han sufrido durante milenios persecuciones, discriminaciones y expulsiones, que culminaron con el Holocausto, y se espera que, debido a su trágica experiencia, defiendan la santidad de la vida.
Y aunque los judíos han vivido y difundido los valores del cuidado, la compasión, la empatía y el altruismo, valores que los han protegido a lo largo de su dispersión, el bárbaro gobierno de Netanyahu ha traicionado estos principios del judaísmo.
Ha dejado a Israel, y por trágica extensión a los judíos de todo el mundo, sin base moral en la que apoyarse, al tiempo que ha precipitado el aumento exponencial del antisemitismo.
Es difícil imaginar cómo cualquier gobierno israelí podría abandonar estos valores y perpetrar esta inconcebible crueldad y venganza contra los palestinos.
El asesinato de decenas de miles de mujeres, niños y ancianos, el bombardeo de hospitales y escuelas, y el hambre deliberada de todo un pueblo como arma de guerra, han conmocionado al mundo entero, desconcertando tanto a amigos como a enemigos.
Los países que admiraban a Israel por sus increíbles logros en todos los ámbitos de la vida lo ven ahora como un Estado paria que ha perdido su brújula moral y su rumbo.
Mi súplica a los israelíes: afrontar un ajuste de cuentas moral
Nadie puede restar importancia al trauma y al horrible sufrimiento que muchos de ustedes han padecido y siguen padeciendo a causa de la matanza y el encarcelamiento despiadado de los rehenes por parte de Hamás.
Pero la guerra de represalia de su gobierno, que rápidamente se convirtió en una guerra de venganza y castigo que mató a decenas de miles de civiles inocentes, no hizo justicia a sus sacrificios al cometer horribles crímenes de guerra en su nombre.
La guerra en Gaza y sus consecuencias exigen que Israel se enfrente a un ajuste de cuentas moral. Debéis hacer frente a las acciones de vuestro gobierno, que han saqueado las profundidades de la inmoralidad humana. Vuestra obligación moral es levantarse contra el gobierno de Netanyahu.
Recordad que los palestinos se recuperarán de la catástrofe que han sufrido, reconstruirán sus vidas y se unirán en torno a un esfuerzo renovado, con el creciente apoyo de la comunidad internacional, para hacer realidad su aspiración de crear un Estado.
Israel, sin embargo, ha sufrido una catástrofe mucho mayor al renunciar a los valores judíos. Se necesitará una generación (o más) para que su país recupere una cierta dignidad moral, y eso solo si pone fin al conflicto con los palestinos de una manera justa y equitativa, basada en una solución de dos Estados.
Ahora es el momento de rendir cuentas. Tras la liberación de los rehenes, ahora deben embarcarse en poner fin al conflicto entre Israel y Palestina. Salgan a las calles por cientos de miles y exijan la dimisión inmediata de Netanyahu y obliguen a este a enfrentarse a una comisión de investigación sobre su conducta antes y después del ataque de Hamás.
Lo que deben perseguir ahora es aprovechar el alto el fuego y exigir que un gobierno recién formado avance paso a paso hacia la implementación del plan de paz de Trump, que debe culminar en el establecimiento de un Estado palestino.
Esto no será un regalo para los palestinos. Más bien, es lo que deben hacer para transformar la calamitosa guerra en Gaza y el horrible dolor, sufrimiento y pérdidas que han sufrido en un avance en el camino hacia la tan esperada y desesperadamente necesaria coexistencia pacífica entre israelíes y palestinos.
Alon Ben-Meir es profesor retirado de Relaciones Internacionales, y su última experiencia en el campo docente la ejerció en el Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York. A lo largo de su carrera, se ha especializado en impartir cursos sobre la negociación internacional y estudios de Medio Oriente.
T: MF / ED: EG