Especial para Cambio Político
Misión: Cantina El Caporal |
El escogido fue la Cantina El Caporal ubicada en la Colonia Álamos en la zona central-sur de la diminuta villa de Tenochtitlán. Llegar es muy fácil, pues saliendo del Templo Mayor hacia el sur por la Calzada de Tlalpan, luego de cruzar el río de la Piedad a la siguiente cuadra se dobla a mano derecha por una calle en diagonal. Pero como va a ser un poco difícil encontrar el templo y el río por debajo de la moderna ciudad, mejor es tomar el metro, bajarse en la estación Viaducto, caminar dos calles hacia el oeste y en la calle Fernando número 65 se encontrará el mesón en cuestión, ubicado en una vistosa esquina.
Un importante detalle para los no iniciados. Los tenochtitlanenses tienen la sana costumbre de acompañar la ingesta de sus néctares acompañados de algún sólido, conocidos allí como botanas. Y en las cantinas realmente tradicionales, ese “gallito” viene incluido en el precio de la bebida, una hermosa tradición que desafortunadamente se ha perdido en nuestro globalizado país. A eso súmele la famosamente deliciosa cocina mexicana y comprobará que ha aterrizado en un rincón del paraíso.
En la Cantina El Caporal además hay una serie de promociones que desatan un alud hormonal, los sábados al mediodía hay un buffet que si uno consume más de 120 pesos (¡apenas unos 5000 colones!) en bebidas, sale gratis. Obviamente estamos en México y es de rigor pedir un balde de “chelas”, que con sólo ese cumple con la cuota de consumo mínimo. También hay cerveza de barril, que se puede pedir en una especie de bola a la que le cabe un litro, apenas para calmar a un sediento patrullero. Y sale muy bien acompañar la bebida con un clamato, un cóctel hecho a base de jugo de tomate y caldo de almejas, este Cronista puede dar fe que es el mejor invento que ha descubierto la ciencia para curar una buena “gotera”.
El único problema de las cortesías botaneras, es que aquí se le aplica la máxima de “a caballo regalado”, o sea, no hay un menú preestablecido del que se pueda escoger, sino que van saliendo según el momento y por lo tanto la variedad es muy restringida. De hecho, en la visita de este Cronista sólo había dos: un extraño pozole y decimos extraño porque a pesar de que el caldo estaba muy bueno y tenía una buena carne de chancho, casi no había maíz. Nota histórica, como en el antiguo México precolombino no había cerdos, lo que usaban era tepezcuintle, ¿se imaginan la delicia?, aunque también algunos antropólogos dicen que después de los sacrificios humanos rituales, como sólo el corazón se le ofrecía a los dioses, el resto de la carne del exprójimo iba para la olla. La otra botana eran los infaltables tacos de carne de pastor, esa que van cocinando lentamente en una estaca de hierro giratoria, nuestro anfitrión de una vez nos pidió cinco que por supuesto fueron devorados con fruición. Lo de la cantidad es un mero convencionalismo, pues dado que se trata de botanas, se pueden pedir la cantidad de tacos que uno quiera. Así como lo están leyendo. Por eso este Cronista se acuerda y sus ojos se humedecen. Otra nota histórica curiosa, el taco al pastor es relativamente reciente dentro de la historia culinaria mexicana, se comenzó a hacer a mediados de la década de 1960 como una evidente adaptación del shawarma de los árabes, hay un negocio llamado “El Tizoncito” que se jacta de haber sido su creador.
Pero hablando de tristezas, lo más doloroso fue cuando nuestro baquiano local comenzó a narrarnos las botanas que no pudimos probar, para lo cual transcribimos sus palabras verbatim, por el ejemplo, el caldo de camarón “es el típico caldo que hacen acá con un chile de tipo guajillo, con los clásicos camarones chicos pelados o con cáscara y le agregan papas y zanahorias, el limón se le pones al gusto, es muy bueno para la cruda, goma o resaca y con unas buenas muertas de beber…”, los tacos dorados “son las clásicas tortillas enrolladas y que pueden ser de papa, chorizo, carne deshebrada y pollo que es lo mas común, varían en tamaño y se le conoce también como flautas”, los frijoles caldosos “son los clásicos porotos o judías pintas españolas mas pequeñas que las alubias normalmente cocidos y sazonados con cebolla, ajo y si quieres un poco de jitomate, lo mismo los negros”, el arroz “es el típico y popular arroz mexicano que puede ser blanco o rojo, rojo por el tomate, normalmente primero se fríe luego se sazona con cebolla, ajo y se cuece con caldo de pollo o agua y una barrita de consomé en polvo, al final se le pone plátano (banano) crudo o frito (tostones) o un huevo estrellado para los mas vikingos y hambrientos”, la pasta con crema “es la típica pasta tipo spaghetti que se cuece se sazona con sal, cebolla, ajo y le agregan crema ya casi al final de cocida”, los chicharrones “es el típico chicharrón de cerdo que lo hacen de la piel del cerdo frito en grandes cacerolas y que te lo puedes comer crocante como botana con guacamole o salsas de todas, el rojo se hace con un molido de jitomate, cebolla y ajo en una cazuela donde se ha troceado la pieza de chicharrón y el verde lo hacen con el tomatillo verde que es mas picoso, a ambos le puedes poner picante al gusto y también es muy bueno para las crudas” y los fines de semana tienen paella de botana, también por supuesto todo lo que uno quiera (o mejor dicho pueda) comer. Mejor no seguimos preguntando, pues nuestro interlocutor terminó diciendo que además había “las carnitas, la barbacoa y demás guisos mexicanos como para comer e irte caminando hasta donde estaba tu hotel…” Sobra decir que por tratarse de la ciudad de México, nuestra posada estaba a unos cuantos centenares de calles de la Cantina el Caporal.
Pero como nada es perfecto en esta vida, la agradable velada regada con abundante suministro de Coronas, Bohemias, Tecates, Soles, Dos Equis y Victorias se vio interrumpida violentamente cuando irrumpió un abominable karaoke. De todas las decenas de miles de bares que debe haber en México nos tuvo que tocar una con el más nefasto invento de la humanidad y pero aún las improvisadas cantantes competían fieramente para ver cuál era la más gritona y desafinada. No hubo más opción que poner pies en polvorosa y pasar la noche desvelados recordando la narración de nuestro contertulio…
SEMPER COMPOTATIUM
Al rescate de la más noble de las tradiciones culinarias costarricenses: la boca
Enemigo mortal del karaoke y los bares de pipicillos
LLOREMOS POR SIEMPRE POR LA EXTINTA SAINT FRANCIS
¡LA BIRRA EN VASO SIN HIELO! ¡NI A PICO DE BOTELLA!
Combatiente declarado contra los sports bar
Los aborrecibles Pancho’s, Millenium, Yugo de Oro Cinco Esquinas y el Valle de las Tejas dichosamente de Dios gozan
VALETE ET INEBRIAMINI