Las burbujas más famosas del mundo

Cada año, el tercer viernes de octubre —que en 2025 cae el 24 de octubre— se celebra el Día Internacional del Champagne, el vino espumoso más famoso del planeta. Es la bebida de los brindis, de las victorias y de los grandes amores. Pero detrás de su aura de lujo y glamour, el champagne tiene una historia de errores felices, guerras, reyes, monjes… y millones de burbujas.
Un accidente que cambió la historia
Cuenta la leyenda que el champagne nació por accidente. En el siglo XVII, los viticultores de la región francesa de Champagne (noreste del país) luchaban contra un problema: el vino fermentaba por segunda vez dentro de las botellas debido al frío del invierno. Esa fermentación inesperada producía gas… y muchas explosiones en las bodegas.
Fue entonces cuando apareció Dom Pierre Pérignon, un monje benedictino de la abadía de Hautvillers, quien experimentó con mezclas de uvas y métodos de fermentación. Aunque no inventó el champagne, sí fue quien perfeccionó el arte de mezclar vinos (assemblage) y de usar tapones de corcho atados con cuerdas para evitar que el gas escapara.
A él se le atribuye la célebre frase: “Estoy bebiendo las estrellas”, aunque probablemente fue una invención posterior. Lo cierto es que sin su curiosidad monástica, el vino espumoso más célebre del mundo quizás no habría nacido.
Solo uno puede llamarse “champagne”
No todo vino con burbujas es champagne. De hecho, solo los espumosos elaborados en la región francesa de Champagne, bajo las reglas estrictas del método tradicional (méthode champenoise), pueden llevar ese nombre.
El proceso es largo y meticuloso: una segunda fermentación en la botella crea las burbujas, y las botellas se giran lentamente durante meses para que los sedimentos se acumulen en el cuello, antes de ser expulsados manualmente. Es una danza de paciencia y precisión.
Las variedades de uva permitidas son principalmente Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier, y cada casa guarda sus proporciones como si fueran secretos de Estado.
El vino de los reyes (y de las revoluciones)
Desde el siglo XVIII, el champagne fue la bebida predilecta de la aristocracia francesa. Se servía en las coronaciones de los reyes en Reims y pronto conquistó las cortes europeas. Pero su glamour sobrevivió incluso a la caída de la monarquía: los revolucionarios lo adoptaron como símbolo de libertad, y Napoleón Bonaparte lo bebía antes y después de las batallas.
De hecho, a él se le atribuye otra frase inmortal: “En la victoria lo merezco; en la derrota lo necesito.”
De Veuve Clicquot a Moët & Chandon: las casas legendarias
El siglo XIX fue la edad dorada del champagne, marcada por nombres que aún brillan en las etiquetas más prestigiosas.
Barbe-Nicole Ponsardin, conocida como la viuda Clicquot, revolucionó el proceso de producción al inventar el remuage, una técnica que permite clarificar el vino sin perder burbujas. Su éxito transformó la industria y le abrió las puertas a otras casas icónicas como Moët & Chandon, Taittinger, Bollinger y Krug.
Durante las guerras mundiales, los champenois ocultaron botellas en túneles y cavas subterráneas para protegerlas de los invasores. Hoy, esos mismos pasillos bajo Reims y Épernay forman parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Curiosidades con burbujas
- Una botella estándar de champagne contiene aproximadamente 49 millones de burbujas.
- Las copas tipo flûte (estrechas y altas) ayudan a conservarlas por más tiempo.
- El récord mundial de descorche lo tiene un sommelier italiano que lanzó el corcho a 54 metros de distancia.
- En 2010, unos buzos encontraron 168 botellas de champagne de 170 años en el fondo del mar Báltico. Aún conservaban sus burbujas.
Y sí, hay un champagne para cada gusto. Desde el brut nature (sin azúcar añadido) hasta el doux, el más dulce de todos.
Más que una bebida, una celebración
El champagne simboliza la alegría, la sofisticación y el placer de vivir. No pertenece solo a los palacios ni a los grandes eventos: pertenece a los momentos que merecen ser recordados.
Como dijo el dramaturgo británico George Bernard Shaw: “El champagne es el vino que deja a las mujeres bellas después de beberlo.”
Brindar con champagne, al final, es brindar por la vida misma.
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