Manuel Mª Medrano Marqués, Universidad de Zaragoza
Si teme que le hechicen a usted o a algún miembro de su familia, no se preocupe. La mejor precaución es tener cerca una “botella de bruja” (witch bottle en inglés), instrumento mágico que supuestamente las repele o atrapa.
En sus 500 años de existencia, estos dispositivos para evitar hechizos han tenido siempre una estructura muy similar: dentro de un recipiente se introducen clavos, espinas, cabellos humanos, alfileres (a veces doblados), huesos, trozos de madera, recortes de uñas, tierra y otros materiales (algunos afilados) y, muy frecuentemente, orina de la persona a la que se quiere proteger.
Algunas contienen elementos más complejos, como un corazón de fieltro o tela perforado con alfileres o clavos, de forma similar a los talismanes para hechizos de amor u odio. También las hay con dientes humanos de adulto. Después de rellenarlas, se sellan muy bien para que no se salga el contenido.
En resumen, son un talismán físico de protección.
Atrayendo a la bruja
Se supone que este artefacto funciona mediante la atracción que la orina ejerce sobre la bruja, que entonces queda atrapada por los alfileres y otros elementos afilados, clavándose en ellos.
Se colocaban debajo de las casas o en sus alrededores. Muchas veces se ubicaban cerca del hogar o la chimenea, por donde se pensaba que era frecuente que accediesen las brujas a las viviendas.
También se han encontrado en cementerios y riberas de ríos, lo cual nos lleva a pensar que algunas pudieron utilizarse con otras intenciones.
El ejemplar más antiguo que se conoce se halló durante las excavaciones arqueológicas realizadas por el Centro del Patrimonio de Flandes en 2020 en Turnhout, Bélgica. Apareció intacta una jarra de cerámica decorada que había sido enterrada de manera deliberada, probablemente producida en la zona de Colonia (Alemania) hacia el segundo cuarto del siglo XVI, en cuyo interior había una sustancia oscura y numerosos clavos de cobre. El análisis del contenido de la jarra demostró claramente que contenía orina, entre otras cosas.
Inglaterra, una mina para las brujas
De fecha posterior se han documentado en Inglaterra casi 200 ejemplares de estos elementos, y se conocen también en Estados Unidos, aunque menos de una docena de ellos.
Entre las más antiguas destacan las llamadas jarras Bartmann, o bellarmines, utilizadas en el siglo XVII. El primer nombre se debe a que estas vasijas, hechas en gres esmaltado con sal, muestran un hombre barbudo (bart mann en alemán) en relieve. El segundo nombre, por su parte, parece responder a Roberto Belarmino, cardenal e inquisidor.
En todo caso, las jarras Bartmann se fabricaron en Renania, alrededor de Colonia y en ciudades próximas. Los envases evolucionarían, utilizándose posteriormente botellas y frascos de vidrio, e incluso botellas de plástico.
Hallazgos recientes
En una exposición realizada en 2018, el Museo de Londres presentó siete “botellas de bruja” del Ashmolean Museum de Oxford en la muestra Spellbound: Magic, Ritual and Witchcraft. Varias de las vasijas de gres que pertenecen a esta colección, del siglo XVII, se encontraron enterradas en diversos lugares de Londres. Estaban siempre tapadas y contenían diversos objetos, así como, habitualmente, orina de la persona que pretendía protegerse.
Entre las piezas mostradas en esta colección destacaba, por su cronología, una “botella de bruja” en un pastillero de plástico encontrado en la orilla del Támesis. Contenía esquirlas de metal, monedas, una pequeña botella de aceite de clavo y una gran cantidad de dientes humanos de adulto, fechándose la última moneda en 1982.
Entre el siglo XVI y finales del siglo XX ha habido muchos otros hallazgos interesantes, como el que se encontró en la chimenea de una antigua posada y taberna en Watford, Inglaterra. Se trata una botella con forma de torpedo que se fabricó por primera vez durante la década de 1830, llena de anzuelos, dientes humanos, fragmentos de vidrio y un líquido no identificado.
Así que, por lo que sabemos hasta ahora, las “botellas de brujas” se utilizaron ya desde el siglo XVI, continuando su uso, al menos, hasta la botella de plástico hallada en la orilla del Támesis, datada en algún momento después de 1982.
Puede que otros muchos ejemplares hayan aparecido casualmente o en excavaciones arqueológicas, pero que no hayan sido reconocidos como lo que son. Así que, en adelante, habrá que tener cuidado cuando encontremos una botella bien sellada y analizar su contenido, aunque esté en lugares poco convencionales.
Incluso los casos más recientes nos hacen plantearnos si hoy día se seguirán empleando estos instrumentos mágicos…
Manuel Mª Medrano Marqués, Profesor del Departamento de Ciencias de la Antigüedad, Universidad de Zaragoza
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.