Instalo lámparas a domicilio

Volví a Suiza No. 7

Mauricio Castro Salazar
mauricio.castro.salazar@gmail.com

Mauricio Castro

¿Diay Castrosalazar por qué tan calladito, estás ocultando algo?”—me preguntó en frío mi vocecita interna. En realidad no, no tengo nada que ocultar—dije. Pasado un rato….“Castrosalazar: ¿y ese silencio sepulcral….?”—me volvió a embestir.

Estoy ocupado instalando lámparas, es algo que me cuesta y que me da miedo y debo concentrarme…—contesté.

“Castrosalazar: ¿miedo? Compre perro… ¿miedo a hacer otro circuito como cuando estabas güila?”—me dijo venenosamente…
Es un episodio que cada vez que necesito hacer algo relacionado con electricidad me envía mi memoria y termino contratando un electricista…

“Castrosalazar: contá, contá”—me conminó.

¡Fue un susto hijodeputa! Estaba en 6to grado, tenía 11 años, y no sé por qué diablos se me ocurrió meter un desatornillador en un enchufe, solo recuerdo que sonó como una bombeta tronadora de aquellas triangulares, salió una especie de llama, todo olía a quemado, quedó la pared pintada de negro, el desatornillador quebrado y chamuscado en la punta y oí a los lejos a la muchacha que nos ayudaba en la casa gritar “se fue la luz”, yo temblando de miedo me hice el zorrito, pero mi madre que tenía ese don de saber que había hecho uno con solo una mirada, llegó y me preguntó: ¿qué pasó?…

Si encendían la cocina se prendían las luces del segundo piso, si encendían una luz se desconectaba una parte entera de la casa…

Yo lloraba aterrado, al haber visto una llama salir temía que el fuego se hubiera ido por los alambres por toda la casa….solo me imagina un incendio “tipo jolibut”. Mi papá que también estaba en casa, y que siempre fue una voz tranquilizadora, me dijo que eso no pasaría…llamaron un electricista, que tardó su rato en reparar todo…

En resumen: desde hace 50 años no me relacionó con la electricidad y le ando de lejos, bien de lejos.

“Castrosalazar: un toque extremista sos…”—me dijo burlándose

Y yo para medio defenderme dije: a eso le sumo que en una clase de laboratorio de física 2 en la U, que era de electricidad y magnetismo, nos hicieron una prueba a cada uno, nos daban dos cables, uno agarraba uno en cada mano, por un lado emitían electricidad y por el otro medían cuánto había pasado, lo convertían a uno en una especie de resistencia, todos pasaban el 95% de la corriente, pero cuando midieron lo que pasaba por mi cuerpo yo no pasé ni un 5% o sea toda la electricidad se quedaba en mí cuerpo y el profesor dijo en broma: va a tener que cuidarse que no le pegue una descarga porque lo carboniza…¡quedás hecho un chicharrón! Qué bueno que no estudia ingeniería eléctrica, sería un fracaso…

Todo eso me quedó grabado para toda la vida. La electricidad llegó a un nivel de miedo muy superior que el que le tengo a una culebra…que las veo solo de lejos, de cerca solo en fotos.

“Jajaja Castrosalazar, que miedoso, ¿por eso te da miedo instalar las lámparas”—se burló de mi.

Pues sí, pero vi unos 50 videos en YouTube sobre cómo instalar lámparas, los vi en inglés, en español de por allá y de España, los vi en francés, al final concluí que, superando y tragándome los miedos, podría y me hice un mantra: yo puedo, yo puedo, yo puedo, yo puedo, yo puedo, yo puedo yo puedo, yo puedo, yo puedo, yo puedo, yo puedo, yo puedo…

Por lo que potis pregunté cuánto costaría un mae como de esos que “pintan casas a domicilio” instalar 10 lámparas…la respuesta fue, como siempre, sencilla: depende del esfuerzo, pero no se cobra menos de una hora, o sea 200 dólares, que es lo que cobran los técnicos por visita…en resumen calculé que costaría cerca de 500 dólares…unas dos horas y media.

“Castrosalazar, achará tanto estudio, no jodás, y volvió con una cantaleta ya escuchada… ¿no es que los ingenieros saben de todo? Manda güevo que vayan a pagar ese montón de harina por algo tan simple”—me “apoyó” mi vocecita interna.

Mi mente, poderosa consejera, me advertía como el robot de Perdidos en el Espacio: “peligro, peligro Mauricio Castro, peligro” y claro, el peligro además de que aquí son 240 V y allá 120 V (o sea el güevazo es doblemente más fuerte), es que la altura de colocación de 9 de las 10 lámparas era un poquito más de 3 metros y medio. Y confieso que con la edad, ese maldito virus que de repente va tomando todo el cuerpo, me ha empezado a dar cierto temor a caerme desde ciertas alturas o simplemente a tener que brincar desde más de dos metros…que sumado a mis debilidades de motora fina y acortamiento de vista….realmente me pondría en peligro.

“Castrosalazar: ¡no seas pendejo…echá pa´lante y ya!”—me animó mi vocecita interna.

Un día eché pa´lante: compré espanders, tornillos, busqué una escalera y pa’l agua pato.

“Ojo guevón—me dije yo, no mi vocecita—chequeá cuáles “breiks” tenés que bajar, para que no quedés hecho un chicharrón…”

No tienen idea del miedo: –la escalera se movía más de la cuenta, o al menos sentía eso, al igual que los chanchos los humanos no estamos hechos para estar viendo pa´rriba, y menos los que somos operados de la cervical, hacer huecos para los espanders, colocar los plafones a pulso, al socarlos la puta escalera se movía más y más, yo veía el piso, cuando me quitaba el polvo de los ojos que venía de los huecos perforados y me decía y si me caigo sí que la hago, ir al médico aquí cuesta una fortuna, y me repetía: a lo mejor era más barato traer un guevón que hiciera esto…-

Inmediatamente después de cada lámpara instalada subía el “breik”… y “voala” hágase la luz, excepto en dos…que para no cansarlos demasiado luego de poner y quitarlas un chorro de veces y que no encendieran, convencido de que estaban malas, me fui a la tienda donde las compramos y las probaron, y para mi felicidad, no lo pueden creer: ¡no encendieron! y quien me atendió en una conversación mezcla de francés y portugués (el portugués es fácil de hablar para mí porque solo se trata de hablar nasal, con tono dulce y poner iño al final…) y luego de probar y de tocar cables un rato, me dijo: ya sé que es, tomó el bombillo y lo empujó un poquito y luego lo enroscó……y no me lo van a creer: el jueputa bombillo encendió.

“Castrosalazar: qué burro que sos, cómo no se te ocurrió, eso, es como la marcha pa´ echar pa’trás de algunos carros, la empujás y ya, que inútil”—se burló de mí.

Después de varios días y muchas horas, de las 10 lámparas me quedaban dos, una “que decidimos” que no iba, que no se veía bien y que había que cambiarla y buscar otra; y una para instalar en la sala, en un cielo raso de esos antiguos, blanco como camisa de primera comunión, todo rococó, lleno de hojitas de laurel a relieve…que ya cuando estaba a punto de hacerle un par de huecos escuché: “Castrosalazar: este edificio es Patrimonio de la Ciudad, tiene más de 100 años, y si te traes pa’l suelo el cielo raso o después no se pueden reparar los huecos sino que se tiene que restaurar ¿qué vas a hacer? ¿te imaginás el platal que cuesta un restaurador?”

Obviamente no hice los huecos. Nos tuvo pariendo una semana entera el poder instalar la pinche lámpara, la poníamos amarrada a un gancho hincado en el concreto, que salía por un pequeño huequito por donde salían los cables y no en el cielo y se venía, además que el plafón dejaba ver todo los cables, que dicho sea fuimos cortando poco a poco hasta dejar solo cabitos de los originales, hasta que se nos ocurrió ir de tiendas y ver si había un plafón con forma de cono —y dejar de usar el plano— en el que cupieran el cable que quedaba y tapara el gancho que colgaba del concreto, que parecía uno de esos en que se cuelgan las hamacas para pasar una tarde haciendo nada….

Y ahí quedó, mejor que antes, lejos de la perfección, pero funciona. Yo quedé con dolor de cuello, de espalda, de brazos, piernas tembeleques de tanto estar haciendo equilibrio para no caerme de la escalera y con los ojos jodidos de tanto polvo….pero las instalé.

Ya puedo estar más tranquilo, solo me queda una lámpara y todas las cortinas…y como de todo se aprende en la vida, les ofrezco instalar lámparas a domicilio, donde quieran y como sean, solo me avisan, cobro barato o me pagan con un café, una bolsita de “gatos” rojos, de esos de la panadería Luján, sin gluten y una buena conversada.

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Un comentario

  1. Gustavo Elizondo

    Mi estimado Mauricio, cuente con el café, Tarrazú por cierto y no con gatos rojos, sino con bizcocho de la zona de Los Santos, pero tranquilo, las lámparas no es necesario que me las coloque, yo mejor si busco un electricista. Saludos y gracias por hacernos ver la vida con alegría en medio de la tristeza que pasamos.

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