Historia de un intento que no cuajó

Sergio Erick Ardón Ramírez

Sergio Erick Ardón

Casi nadie lo recuerda, pero si existió, un partido llamado Acción Democrática Popular. Corría el año 1961, y en Costa Rica como en el resto del continente el asunto que agitaba la política tenía que ver con la naciente revolución cubana.

Con la Asamblea Legislativa como foro, dos diputados liberacionistas se declaraban abiertamente partidarios de aquella experiencia. Para entonces los comunistas tenían prohibición de presentar candidaturas.

Su partido, el Vanguardia Popular, había sido ilegalizado desde 1948, al triunfo de Pepe Figueres y su asonada.

Así fue como Enrique Obregón y Marcial Aguiluz hostigados por su propio partido que se había decantado contra la experiencia cubana, resolvieron fundar una organización independiente rompiendo con el PLN.

La Revolución cubana entusiasmó y radicalizó a mucha gente, los dos diputados, entonces liberacionistas, entre ellos.

Obregón, un soñador que se veía a si mismo como una especie de reencarnación de José Martí, asumió el liderazgo de una corriente de pensamiento que convocaba a un número escaso de personas.

Sus discursos y sus posiciones llenas de grandilocuencia y dramatismo, hicieron que algunos jóvenes inquietos, entre ellos, yo, lo viéramos como el dirigente necesario para poner a Costa Rica sobre los rieles del progreso social y la soberanía plena.

Como representante del grupo de Alajuela fui invitado a participar en las reuniones de una especie de dirección política que se fue conformando alrededor de la figura de Obregón.

Estaban ahí: Marcial Aguiluz, Carlos María Jiménez, Teodoro Martén, Lisímaco Caamaño, Fermín Alvarado, Manuel Astorga Sell, Antonio Román Jenkins y Carlos Carrión.

Los recursos con que se contaba eran exiguos y las bases de apoyo inexistentes. Llegaban, si, algunos estímulos y adhesiones, pero a cuenta gotas. Nada que permitiera enfrentar la virulenta y amplia campaña de desprestigio que se levantó, presentando a Obregón y a quienes lo acompañábamos como solapados comunistas, al servicio de La Habana, y peor, a sueldo de Moscú.

Debe decirse que hubo valentía en aquellas circunstancias adversas, y que el programa que se elaboró tenía sus atrevimientos destacados, como que incluía una reforma agraria radical con el lema de «la tierra es del que la trabaja» y el llamado clasista de «pueblo contra oligarquía».

Se acercaban las elecciones de 1962 y se dispuso levantar la candidatura de Obregón, como alternativa popular frente al PLN que tenía como candidato a Francisco Orlich, y una oposición conservadora que no logró presentar un frente común y marchó a la derrota con los ex- presidentes Rafael Angel Calderón Guardia y Otilio Ulate como candidatos separados.

Para enfrentar sin bases y sin recursos tamaña empresa Obregón negoció el apoyo del ilegalizado Partido Vanguardia Popular, que había ido recuperando algo de la influencia y el apoyo que había tenido en los 40s.

Así, a la hora de escoger los candidatos a las diputaciones provinciales, los comunistas exigían la presencia en las papeletas de algunos de sus militantes.
La fórmula presidencial se conformó con el prestigioso intelectual de izquierda residenciado en México, Vicente Sáenz y el dirigente sindical bancario Lisímaco Caamaño.

El periodista Julio Suñol Leal encabezaría San José, Oscar Valverde, muy querido médico alajuelense, ocuparía el primer lugar por Alajuela. Siendo estas las únicas posibilidades reales de elección. A mi me asignaron el primer lugar en la papeleta municipal de Alajuela.

La asamblea de definición de candidaturas tuvo sus momentos conflictivos, dada las pujas que se establecieron entre vanguardistas y obregonistas, y ya se hizo evidente la fragilidad de los acuerdos con el PVP y la debilidad del partido de Obregón.

La campaña estuvo llena de hechos violentos de rechazo y de intolerancia. En muchos lugares llovieron piedras o frutas podridas sobre nuestros oradores, presentados como engendros del mismo Satanás por una prensa 100% volcada a denigrar y asustar.

La noche del 4 de febrero, reunidos en el local desvencijado que hacía de club, los fieles presentes fuimos testigos de lo que para mi fue la lápida que definió la suerte de la iniciativa. El resultado electoral había sido malo, muy malo. Suñol fue el único diputado elegido, y esto con dificultad, Obregón obtuvo poco más de 3.000 votos, esto no le impidió decirnos con aire de Mesías que: «en Costa Rica quedan dos líderes políticos, José Figueres y Enrique Obregón». Fue en ese momento que caí en la cuenta que el líder endiosado no estaba en sus cabales, y que su conducción no llevaría a ninguna parte.

Después, abrumado por la realidad que se negaba a aceptar y las deudas contraídas, Obregón entró en una fuerte depresión que lo sacó de la escena política. Después el PLN le tendió la mano y lo recuperó a sus filas.

Suñol por su parte intentó convertir su solitaria curul en tribuna revolucionaria, pero rápidamente se agotó y bajó sus banderas. No existía un respaldo político que lo sostuviera.

El resto de nosotros, ayunos de liderazgo y perspectiva, nos fuimos dispersando, algunos tirando la toalla, otros radicalizándonos.

Tomado del muro de Facebook del autor

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