Pedro Pozas Terrados
Hoy, Israel ha dado luz verde a la movilización de más de 100.000 reservistas para invadir lo poco que queda libre de su control en Gaza. La historia nos dice lo que esto significa: más muertos, más destrucción, más familias enterradas bajo los escombros. Y, sin embargo, los gobiernos europeos y gran parte del planeta guardan silencio o se limitan a declaraciones tibias, carentes de acción real. Este silencio no es neutralidad: es complicidad.
Estamos ante un genocidio en pleno siglo XXI, retransmitido en directo. Las imágenes de niños famélicos, de madres llorando sobre cadáveres diminutos, de hospitales reducidos a polvo, deberían provocar una ola de indignación capaz de paralizar las capitales del mundo. Pero no ocurre. ¿Por qué? Porque el cálculo político pesa más que la vida humana. Porque los intereses estratégicos y las alianzas militares valen más que el llanto de un niño.
La Iglesia católica y otras instituciones religiosas, salvo voces aisladas, no han levantado un grito contundente que llame a las cosas por su nombre. La diplomacia se ha arrodillado. La Unión Europea, tan rápida para condenar a Rusia o para imponer sanciones a otros, se muestra incapaz de tomar medidas reales contra Israel. Dos varas de medir, dos caras de la misma moneda hipócrita. Contra Moscú, toda la artillería política y económica; contra Tel Aviv, tolerancia absoluta, incluso aplauso velado.
Imagen Pedro Pozas Terrados – IA
Se nos debería caer la cara de vergüenza. Estamos permitiendo que un pueblo entero sea arrasado bajo la excusa de combatir el terrorismo. Una excusa que oculta un objetivo más antiguo y profundo: el despojo total de la tierra palestina, apoyado en interpretaciones bíblicas que se usan como carta blanca para exterminar y desplazar. Este “nuevo Hitler” no lleva bigote ni uniforme nazi, pero practica la misma lógica de exterminio, amparado por el silencio de las potencias.
La pasividad no es una opción. Cada día que pasa, más cuerpos son envueltos en mortajas, más niños mueren desnutridos, más ancianos son acribillados, más hospitales dejan de funcionar. Si la ciudadanía no levanta la voz, si no exigimos sanciones reales, boicots y aislamiento diplomático, no podremos decir que no sabíamos. Lo sabíamos. Y no hicimos nada.
No podemos seguir permitiendo que la historia se repita ante nuestros ojos. No podemos seguir aceptando que la geopolítica, los negocios de armas y las alianzas militares valgan más que la vida humana. Gaza no necesita nuestras lágrimas, necesita nuestra acción. Necesita que el mundo rompa el cerco del silencio, que se levanten las calles, que se exija un alto al fuego inmediato, la entrada masiva de ayuda humanitaria y el fin del asedio.
La humanidad se mide en estos momentos. Si callamos ahora, mañana no tendremos autoridad moral para hablar de derechos humanos, ni para condenar ninguna otra masacre. Si callamos ahora, seremos recordados como cómplices. Y ese será nuestro legado.
Madrid, España
Pressenza