¿Por qué la política nos está agotando?
Oscar Arévalo Solórzano
El asunto es que gran parte de la energía política no se está yendo en explicarnos cómo vamos a solucionar los grandes retos que tenemos por delante. Se va en decirnos por qué el otro candidato es una pésima idea, por qué su pasado lo condena o por qué su partido es el origen de todos los males. En campañas mediáticas de sicariato simbólico. Esta contienda constante, centrada más en el ataque que en la propuesta, es simplemente agotadora. Es un «todos contra todos» que nos deja a los ciudadanos a mitad del fuego, no como participantes de un proyecto de país, sino como espectadores de una pelea de lodo que no pedimos y que, francamente, no nos interesa. La campaña negativa, la que busca el «click» fácil del escándalo, es la que chupa todo el oxígeno de la habitación.
¿Y qué pasa cuando uno se cansa de oír solo gritos? Simple: deja de escuchar. Se desconecta. Empezamos a verlos «todos iguales» y, lo que es peor, que «nada va a cambiar». Este cinismo es la peor goma que da la fatiga electoral. Es un veneno lento para nuestra democracia, porque nos lleva a no querer ir a votar, o a votar con desgano, eligiendo el «mal menor» en lugar de algo que realmente nos ilusione. Cuando el debate se centra en quién es peor, perdemos de vista quién es el mejor para liderar.
Esto no es casual. Hay grupos interesados en esto y que parezca que, en la noche, todos los gatos son pardos.
Pero ¿de verdad tiene que ser así? Los costarricenses queremos otro tipo de conversación. ¿A qué hora hablamos de futuro? Estamos pidiendo a gritos un giro, una campaña que sea más luminosa, que, en lugar de buscar la oscuridad del contrario, se atreva a encender la luz propia. Queremos ideas claras, que se puedan entender, que nos digan el cómo y el cuándo de sus promesas. Exigimos transparencia radical, no solo en las finanzas de la campaña, sino en las intenciones y en los planes de gobierno. Hartos estamos de las agarradas de chancho y del atolillo con el dedo, además. Ya basta de campañas que se basan en el miedo o en el desprestigio del adversario. Lo que necesitamos desesperadamente es una política que apele a nuestra inteligencia, a nuestros mejores valores cualidades como país. No a nuestros instintos más bajos. Necesitamos una dosis de optimismo realista, un liderazgo que, en lugar de hurgar en la herida para dividirnos, nos recuerde que podemos construir juntos. Hace falta una campaña que, al final del día, en lugar de agotarnos, nos deje con un poco de esperanza. Con ese sabor de que los ticos hemos sabido hacer bien las cosas y de que podemos seguir haciéndolas bien. El país lo merece, y francamente, los electores lo estamos exigiendo. Jefaturas de campaña, ¿lo pueden ver? O ¿Les hacemos un gráfico?
– Abogado
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