Explicaciones de lugares inexplicables

Baarle │ Países Bajos y Bélgica

La frontera urbana más compleja del mundo.

  • Entre Países Bajos y Bélgica hay 30 enclaves concentrados en un pequeño territorio.
  • Sus 8 000 habitantes se encuentran con un límite internacional a cada paso.
  • Para mudarse de país solo es necesario cambiar la puerta de entrada de la casa.

Baarle

Hay lugares que parecen diseñados por un cartógrafo bromista. Sitios donde la lógica geográfica se disuelve en líneas caprichosas, como si alguien hubiera trazado el mapa con la mano temblorosa o, peor aún, con mala intención. Uno de esos sitios existe de verdad y se llama Baarle, un pequeño pueblo que vive partido —y a veces entrelazado— entre Bélgica y los Países Bajos.

A primera vista, Baarle parece una tranquila comunidad europea, con sus calles ordenadas, cafés al aire libre y bicicletas por doquier. Pero basta con dar unos pasos para que la realidad se vuelva un rompecabezas. Un pie puede estar en Bélgica y el otro en Holanda; el mostrador del panadero en un país y la caja registradora en el otro. En algunas casas, la línea fronteriza pasa justo por la sala, y los vecinos tienen que decidir por cuál puerta entran… según el país al que quieran pertenecer.

La historia de este desorden viene del siglo XII, cuando duques y señores feudales repartieron tierras sin pensar en que, siglos después, existirían fronteras nacionales. Lo que eran simples parcelas dispersas se convirtieron, con el tiempo, en una maraña de enclaves y subenclaves: pedacitos belgas dentro de Holanda, y hasta holandeses dentro de esos pedacitos belgas. En total, Baarle-Hertog (la parte belga) contiene 22 enclaves dentro de Baarle-Nassau (la parte holandesa), y esta última tiene a su vez 7 minúsculos contra-enclaves incrustados dentro de los anteriores.

El resultado es un laberinto jurídico y territorial único en el mundo. Cada lado tiene su propio ayuntamiento, policía, servicios postales y hasta horarios distintos para la recolección de basura. En un mismo bloque pueden coexistir dos números de casa idénticos, diferenciados solo por una pequeña bandera pintada en la acera: tricolor belga o rojo-blanco-azul holandés. Si el límite pasa por el medio de la vivienda, la nacionalidad se define por el país donde está la puerta principal. No es raro que una familia cambie de “nacionalidad municipal” simplemente mudando la entrada un par de metros.

Durante la pandemia, Baarle fue un experimento vivo de surrealismo administrativo: un lado del restaurante podía abrir y el otro debía cerrar, dependiendo de las reglas sanitarias de cada país. Los dueños resolvían el dilema colocando mesas solo del lado permitido, aunque los clientes podían cruzar de país moviendo apenas la silla.

Sin embargo, lo más fascinante es cómo la gente de Baarle ha aprendido a vivir en ese enredo. Lejos de generar conflictos, la frontera se ha vuelto una atracción turística y un símbolo de convivencia europea. Las líneas blancas pintadas en el suelo, que serpentean por aceras y tiendas, se han convertido en parte del paisaje cotidiano. Los niños crecen jugando a cruzar de país a país sin pasaporte, y los mapas locales parecen más un tejido que un territorio.

En tiempos en que el mundo levanta muros y aduanas, Baarle demuestra que las fronteras pueden ser absurdas, pero también inofensivas, cuando las personas deciden reírse de ellas. En esa pequeña urbe partida —y unida al mismo tiempo—, Bélgica y los Países Bajos se dan la mano cada día sobre una línea invisible que, más que dividir, cuenta una historia de confusión convertida en convivencia.

Porque a veces lo inexplicable no está en los fantasmas ni en los ovnis, sino en los mapas.

Datos curiosos y anécdotas de Baarle

La puerta del país: Si la frontera atraviesa una casa, la nacionalidad se decide por el lado donde esté la puerta principal. Algunos habitantes han movido literalmente la entrada de su vivienda para pagar menos impuestos o acogerse a leyes más convenientes.

Contrabando con precisión geográfica: Durante décadas, los contrabandistas de cigarrillos y mantequilla aprovechaban la confusión. Bastaba cruzar unos metros para escapar de una redada: la policía del otro país no podía actuar fuera de su jurisdicción.

Elecciones dobles: Algunos residentes pueden votar en las elecciones municipales de ambos países, según la ubicación de su domicilio y su nacionalidad.

El café binacional: En el bar ’t Heike, la barra está en Bélgica, pero la cocina está en Holanda. En 2020, durante las restricciones por COVID-19, el dueño solo podía servir bebidas en la parte belga. La solución fue mover las mesas “de país” según las órdenes sanitarias.

Baarle y la paz europea: Lejos de ser motivo de disputas, Baarle es hoy un emblema de cooperación. Los dos municipios tienen un ayuntamiento conjunto, donde belgas y holandeses planifican proyectos urbanos compartidos —cada quien en su idioma, pero en el mismo edificio dividido por la frontera.

Basado en el libro “Un mundo inmenso, explicaciones de lugares inexplicables”

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