La Franja de Caprivi │ Namibia
Una frontera que se estira demasiado
- La frontera entre dos países más corta del mundo.
- Cuatrifinio internacional, la curiosidad que no existe.
- Un extraño cálculo en la época colonial con consecuencias actuales
Para entenderlo hay que remontarse a los días febriles del colonialismo europeo y al reparto de África como quien reparte un pastel sin mirar el plato.
La franja lleva el nombre de Leo von Caprivi, canciller del Imperio Alemán a finales del siglo XIX. Caprivi no era geógrafo ni explorador, pero tenía una obsesión estratégica: conseguir acceso al río Zambeze. Alemania ya controlaba la entonces colonia de África del Sudoeste (hoy Namibia) y pensó que si lograba un corredor hasta el Zambeze, obtendría una ruta navegable hacia el Índico. Comercio, poder y gloria imperial.
Para lograrlo, en 1890 Alemania firmó con el Reino Unido el Tratado Heligoland-Zanzíbar. Los británicos obtuvieron territorios costeros clave en África oriental; los alemanes, a cambio, se llevaron esa línea absurda en el mapa.
Lo que nadie le dijo a Caprivi es que el Zambeze es poco navegable cerca de donde llega la franja, que lleno de rápidos y cascadas, el acceso al mar estaba controlado por otros imperios. La ruta soñada era, en la práctica, inutilizable.
Un golpe de realidad: el corredor era un fracaso geopolítico desde su nacimiento.
Tras la independencia de Namibia en 1990, la franja pasó de ser curiosidad colonial a un punto caliente geográfico: es uno de los pocos lugares donde cuatro países casi se tocan en un solo punto: Namibia, Botsuana, Zambia y Zimbabue (ese “casi” genera debates diplomáticos eternos).
Alberga una mezcla de pueblos indígenas, cuyas vidas quedaron partidas por fronteras ajenas.
Fue escenario de la insurgencia secesionista del Caprivi a finales del siglo XX, cuando grupos locales buscaron independizarse.
Es también una zona de ecosistemas vibrantes: elefantes cruzando carreteras, hipopótamos reclamando sus ríos, parques naturales que se conectan más allá de los límites políticos. Como si la naturaleza se negara a obedecer las líneas que dibujó un europeo que jamás pisó el lugar.
Hoy, la Franja de Caprivi es un recordatorio en forma de frontera improbable de lo que fueron los caprichos coloniales: decisiones tomadas a miles de kilómetros que fragmentaron geografías y pueblos.
Una franja que quiso ser corredor comercial y terminó siendo un error estratégico inmortalizado, una anomalía en el mapa y un rompecabezas político y cultural.
Leo von Caprivi probablemente jamás imaginó que su línea alargada sobreviviría a su imperio, a dos guerras mundiales y a todo un siglo de historia africana. Pero ahí sigue: delgada, terca, casi irónica… como un recordatorio de que las fronteras no siempre explican el mundo; a veces lo complican.
Datos curiosos de la Franja de Caprivi
Casi un “punto de cuatro países”
Durante años se creyó que en Caprivi existía una de las pocas fronteras del mundo donde cuatro países se tocan en un solo punto. Estudios más recientes mostraron que no existe contacto directo entre Namibia y Zimbabue: hay unos 150 metros de separación. Técnicamente, no es un cuadrángulo perfecto… pero casi.
Autopista de elefantes
La franja forma parte de un corredor migratorio de fauna salvaje que conecta varios parques nacionales. Es común ver manadas de elefantes cruzando la carretera como si las fronteras fueran solo un chiste humano.
El río que no cumplió el sueño colonial
Caprivi creía que el Zambeze sería una ruta navegable hacia el Índico. Lo que ignoraba: las Cataratas Victoria y numerosos rápidos hacen imposible esa navegación. El “corredor estratégico” nunca funcionó.
Un mosaico cultural comprimido
En pocos kilómetros conviven varios grupos étnicos como lozi, mafwe y masubia, con fuertes conexiones transfronterizas. Las líneas coloniales separaron familias y redes sociales milenarias.
Intento de independencia
Entre 1998 y 1999 estalló un conflicto secesionista encabezado por el Caprivi Liberation Army, que buscaba crear un Estado independiente. El movimiento fue reprimido, pero el debate identitario continúa vivo.
Una rareza geopolítica protegida por la naturaleza
Gran parte del territorio está cubierto por humedales, ríos y sabanas: belleza natural que también dificulta presencia estatal y vigilancia fronteriza.
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