¡Exageraciones tampoco!

Y usted… ¿qué opina?

Fernando Berrocal

Fernando Berrocal Soto

No me gusta para nada eso de “nosotros y ellos” o “ellos y nosotros”. En religión, eso es fundamentalismo. En política, eso es fascismo o comunismo. Ambas actitudes solo reflejan autoritarismo y eso le ha causado grandes errores, horrores y conflictos a la humanidad, en muchas partes del mundo.

El sistema democrático se fundamenta en pesos y contrapesos que generan tolerancia y convivencia social, en la libertad y la justicia dentro de un Estado de Derecho que establece límites y controles al “poder político”, en el pensamiento crítico y la plena libertad de prensa. Entre nosotros, no somos enemigos. A lo más somos adversarios con ideas y propuestas de solución diferentes. Alguien en nuestra historia y con mucha razón, dijo alguna vez que “gobernar es educar” y así debería ser siempre en Costa Rica.

Además, y lo digo con orgullo, estoy convencido de que, más allá de los graves y complejos problemas que enfrentamos como país, de alguna forma somos una sociedad singular y diferente en América Latina y que existe un camino costarricense. No es una teoría sociológica, ni mucho menos. Es una conclusión personal, fundamentada en bastantes años de mi vida profesional, trabajando en otros países de Centro y Sur América y de conocer por ello y de primera mano, el exuberante y mágico “Delirio Americano”, como lo califica magistralmente el antropólogo social colombiano Carlos Granés, en su reciente libro “Una historia cultural y política de América Latina”, publicado en el 2022.

Hoy, si alguien me preguntara qué caracteriza al momento político actual de Costa Rica, respondería sin duda alguna que la CRISPACIÓN y la POLARIZACIÓN.

A eso hemos llegado y en ese punto estamos: un país dividido y altamente polarizado, entre quienes apoyan y aplauden al presidente Rodrigo Chaves y quienes se oponen y han llegado a la conclusión de que, el papel de la oposición, por definición y en la coyuntura actual , es oponerse y no solo en la Asamblea Legislativa, sino también en las calles, como lo demuestra la inmensa manifestación primero de los agricultores y, hace unos días, la multitudinaria manifestación de los estudiantes y las autoridades de las Universidades Públicas, con el apoyo de amplios sectores de la sociedad civil y de la política.

Se me dirá y estoy de acuerdo, que eso es vivir en democracia. Manifestaciones siempre ha habido en Costa Rica y no estoy criticando porque participé en las últimas dos, a favor de los agricultores y de un Pacto por la Educación. El argumento es contundente, pero siempre recuerdo a mi abuela que, cuando algo le parecía que se salía de cauce entre sus nietos y pasaba a nivel de bronca y de pleito a mecos, nos llamaba a todos y nos decía con vos fuerte, en su patio familiar: ¡Exageraciones tampoco! En el país estamos a puros mecos y el ambiente es de confrontación y expectativa, sin un panorama claro de hacia adonde vamos, aunque todos sabemos y reconocemos de adonde venimos.

El país anda demasiado mal, en problemas estructurales fundamentales, como para no reaccionar de alguna forma a nivel de simple ciudadano y decir, una vez más, que lo que se necesitan son propuestas y soluciones y un diálogo constructivo entre los factores de poder político, con la participación de los sectores organizados. Ese ha sido por muchas décadas el camino costarricense.

Digo eso porque, a juzgar por los ánimos en las cúpulas políticas, nadie pareciera interesado en influir para cambiar las cosas. Todo lo contrario. Es más, no tengo dudas de que algunos egos están felices de que esto sea así. Eso es más que evidente y no se necesita ser psicólogo para verlo y entenderlo. Aunque esos egos olvidan que, en este país, el poder es transitorio y limitado.

¿Le conviene esto al país? Como simple ciudadano digo que NO. Lo que el país necesita, reitero, son propuestas y soluciones ojalá escritas, pensamiento crítico y debate fuerte y directo, pero constructivo y patriótico. Solo así se verán RESULTADOS que, al fin de cuentas, es lo que le interesa a un país en desarrollo como Costa Rica. Es que solo así podremos avanzar. Solo de esa forma, confrontando ideas y propuestas de solución, vamos a resolver los graves problemas estructurales de nuestro modelo de desarrollo y la crisis de inseguridad que se nos ha venido encima. A base de broncas, esto no camina.

Ese ha sido siempre el camino costarricense. No hay otro, por más en las antípodas políticas e ideológicas en que estén las posiciones entre el gobierno y las fuerzas políticas representadas en la Asamblea Legislativa y en los sectores organizados. Así funciona la democracia, con objetivos, metas y propósitos nacionales. Así debería ser en un pequeño país democrático que tiene una economía vinculada estrechamente al comercio internacional y enfrenta, en el presente, graves problemas institucionales y sociales, en el medio de las Américas, pero con todo el potencial humano y de condiciones objetivas imaginables para recuperar terreno, reactivar su base productiva nacional y generar riqueza con sentido de crecimiento económico y de justicia y equidad social, como es el caso específico de Costa Rica. ¡El país es de todos nosotros!

Lo peor es que, en la realidad de los hechos, pareciera que no existe ningún poder políticos o factor de influencia superior, en estos momentos, que estabilice y tranquilice las cosas y llame a las distintas partes a conciliar, dialogar y encontrar soluciones consensuadas, en beneficio del “bienestar del mayor número” como objetivo nacional. Hoy, cada quien jala para su saco y nada más. Cada parte esta convencida de que tiene la razón y el presidente Chaves, en la primera línea de la confrontación y polarización, está absolutamente convencido de que su línea de trabajo y estilo de gobierno, es lo que le conviene al país. La oposición está en la misma tesitura de oposición y denuncia permanente. Así estamos a estas alturas de junio del 2023.

Todavía hace unos años, los Expresidentes de la República jugaban un papel de mediación y conciliación. Hoy son parte de la crispación, las críticas y la polarización. También, en algún momento, la Conferencia Episcopal jugó ese papel. Hoy no es así y ni a la Iglesia Católica, unida con la Alianza Evangélica y otras denominaciones religiosas, esas cúpulas de poder les harían caso. Tengo presente, en la prehistoria de mi vida que, incluso en momentos críticos del país, hasta los factores internacionales democráticos jugaron ese papel de moderadores y facilitadores, como cuando el Grupo de Contadora hizo todo lo posible y no posible para tranquilizar a los sandinistas en Nicaragua y evitar una confrontación militar con Costa Rica y aquello fue un acto providencial. Lo afirmo con objetividad y pleno conocimientos de causa y de los hechos reales.

Ahora no exista nada de eso. Todas las semanas hay una bronca y vamos a escándalo tras escándalo, procurando unos y otros, desde el gobierno o desde la oposición y en la prensa, la televisión y la radio, mantener los índices de popularidad en las redes sociales o bien aumentar la credibilidad, la confianza y el favor político del pueblo, para una u otra causa partidaria o ideológica y con los estrategas electorales pensando en las elecciones municipales y, más allá, en las nacionales del 2026. Pero el momento de actuar, consensuar y reformar es ahora. Eso es lo responsable frente al país y su futuro. No lo otro.

Conste que, en la lucha contra la CORRUPCION, estoy de lado de los que piensan que ahí la guerra tiene que ser sin cuartel y contra quien sea, al nivel que sea y del partido político que sea. Pero con una condición esencial y absolutamente necesaria en nuestro Estado de Derecho: que se fundamente en pruebas y en hechos reales y no en falsedades persecutorias. Cuando se cae en lo último y se miente bajo juramento en la Asamblea Legislativa, como se hizo hace algunos días, se comete un delito tan detestable e inmoral como el mismo fraude tributario que se denunció y no era. Ese límite jamás se puede trascender. Eso es un atentado contra el sistema de vida en libertad y democracia en Costa Rica. Pero a los pillos y corruptos de verdad y a los que se han aprovechado del sistema desde posiciones de poder político, que sean denunciados y el Ministerio Público los presente ante los Tribunales de Justicia y cumplan la sentencia que se merecen. En eso no hay discusión alguna.

CONCLUSION: Atravesamos por una etapa de guerra política generalizada y con una crispación y polarización creciente, como no la habíamos vivido en muchas décadas hacia atrás. ¿No sería mejor para Costa Rica, abrir algunos espacios de diálogo patriótico y constructivo para enfrentar con soluciones reales y urgentes los temas básicos y fundamentales, como los graves problemas estructurales y funcionales del Estado Costarricense y nuestro modelo de desarrollo o para darle contenido presupuestario a un proyecto integral de acciones eficaces contra la delincuencia organizada y las mafias del narcotráfico y, particularmente, consensuar soluciones para una activa y efectiva reactivación económica y generar empleo bien remunerado? No se trata de bajar la guardia en lo que cada quien creé es lo mejor para el país. Se trata de consensuar y llegar a acuerdos máximos para avanzar en lo necesario.

Mi respuesta de ciudadano es que SI. El asunto es quién da el primer paso, en medio del ambiente de crispación que estamos viviendo y la paralización nacional que podría darse en el corto plazo, si seguimos echándole leña seca al fuego de las broncas y los egos en el liderazgo político nacional. Se está cometiendo un gravísimo error de perspectiva y visión y se nos esté olvidando, como sociedad, lo complejo y competitivo que es el mundo real en el que vivimos a estas alturas del siglo XXI y las necesidades del pueblo costarricense.

Al menos, dejo escrita mi protesta en CAMBIO POLITICO y me pronuncio por un diálogo nacional, pero no de mentirillas como tantos otros que ha habido en los últimos gobiernos, sino de verdad y de frente, a la yugular de los problemas, con propuestas y soluciones escritas y pragmáticas sobre la mesa, para determinar adonde estamos y hacia donde vamos, en los tres o cuatro retos básicos y fundamentales que tiene frente a sí Costa Rica. Seguir en esta bronca permanente, como país, no nos lleva para ninguna parte o nos lleva a un lugar en el que, como en otros momentos de nuestra historia, esto va a explotar y no me atrevo a decir ni imaginar en qué dirección será. Conste que no soy pesimista, ni agorero. Solo digo que el país está mal y que muchos factores están en juego, como para seguir festinando el destino de Costa Rica.

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