Es tiempo de ser más solidarios que nunca

Freddy Miranda Castro

Freddy Miranda

Yo le había solicitado un trabajo de poda y arreglo de cerco a un señor que trabaja de peón y es de origen nicaragüense. Quedó de hacerlo una vez que regresara de Jinotepe, dónde fue a ver a sus familiares y a echarle un ojo a una casita que está construyendo para cuando retorne permanentemente a su patria. La semana pasada regresó, me llamó; y yo le dije que mejor esperáramos a que pasara la cuarentena por el coronavirus. Me volvió a llamar esta semana y yo le repetí lo mismo, entonces me dijo: “Don Freddy me da pena pero es que necesito la platita porque en mi casa ya no tenemos que comer”. Antes del viaje yo le había pagado un adelanto por el trabajo para que dejara algo en la casa y le regalé como mil Córdobas que me habían quedado de mi último viaje a Nicaragua. La esposa trabaja ocasionalmente en labores domésticas y tienen dos niños pequeños y un niña de ocho años. Aquí donde vivo a él lo contratan porque es muy buen trabajador y hace las cosas bien y con diligencia.

Eso de que no tenía que comer, porque nadie le daba trabajo en la situación actual, ya lo había escuchado de otro par de familias en Esparza donde vive mi mamá. De nuevo hice lo correspondiente con mi esposa, raspamos de los ahorros y acudimos en ayuda. Viven en un lugar con sus tres niños en condiciones higiénicas no aptas, un lugar estrecho, sin ventilación junto a un corral de ordeño, en una finca donde el dueño un pequeño finquero se condolió y les cedió el único espacio de que disponía, para que al menos tengan cuatro paredes y un techo que les resguarde de las inclemencias. El granjero también se les apaña con las uñas en el marco de una economía nacional que ya no funciona para los pequeños propietarios agrícolas y que para colmo de males va camino a un recesión profunda, si no es que ya lo está.

Como estas personas que he conocido de primera mano hay miles y no solo de personas no calificadas y realizando trabajos manuales que no demandan calificación. Voy a ser infidente. Mi hijo se dedica a las artes escénicas, su fuente de recursos son los teatros, el parque de diversiones y empresas del sector turístico en particular una que le contrata habitualmente, todo eso está cerrado. En la empresa mencionada, el propietario despidió a 600 trabajadores. Lo hizo para poder seguir pagándole a más un millar y medio que aún tiene en planilla a pesar de que sus ingresos diarios se han desplomado a menos de un 10%, así como lo escuchan. Al igual que las personas, las empresas también están endeudas, les deben a sus proveedores de bienes y servicios, además de la planilla y gastos operativos que deben sufragar. En este caso, esa empresa construyó un edificio grande para concentrar sus operaciones, reducir costos y aumentar su eficiencia. Ese edificio se lo debe al Banco, y si no tiene ingresos, no puede pagar los préstamos.

En tiempos de Cisnes Negros, como este de la pandemia, llueve parejo y nos moja a todos. Es cierto que unos más y a otros menos. También es cierto que hay unos pocos privilegiados del sector privado y del sector público también, que no los afecta o los afecta muy poco desde el punto de vista económico. Es más a unos pocos es previsible que la pandemia les represente un formidable negocio. Siempre es así en todo lado y en todo régimen socioeconómico. Pero que a la mayoría le llueve, le llueve y en especial a los más vulnerables, a los que la tragedia les cae repentinamente y sin capacidad de adaptación alguna. Como el caso relatado al inicio.

El Estado y los que más tienen deben acudir en su ayuda, aunque no sea por auténtica solidaridad humana si no por la mezquindad de no sufrir males mayores, como una rebelión social. La gente no tiene porque ver morir mansamente a los suyos, mientras otros viven como si no pasara nada, aunque esos sean unos pocos. Por las razones que sea hay que acudir presurosamente en ayuda de a quienes la desgracia tiene en los territorios del hambre y la desesperación, sin remilgos y sin dilación.

Yo comparto la indignación que no es de ahora, pero que se hace más evidente en estos tiempos de crisis, con las tasas de interés de usura del sector financiero nacional, de lo cual son los primeros responsables los bancos del Estado. También me indignan los márgenes de intermediación financiera nacionales que deben ser de los más altos del mundo, de nuevo en esta materia también son los bancos públicos los que marcan la pauta y los privados los siguen dando gracias por las pingües ganancias que a ellos les comporta. Si de mí dependiera yo le pondría un impuesto permanente a las utilidades bancarias obtenidas mediante esos exorbitantes márgenes de intermediación financiera, que encarecen el crédito y obstaculizan las inversiones, el empleo y el desarrollo económico nacional. En estos tiempos la banca es un factor de retraso económico en el país a diferencia del pasado donde fue una plataforma de desarrollo. La burocracia, el clientelismo político, la codicia y la corrupción la devoraron.

Igual. Si de mí dependiese declararía una situación de “NO PAGO” de los intereses de la deuda pública que está en manos de las instituciones estatales. En tiempos de crisis debemos salir de estos círculos perversos donde el Estado le debe centenares de miles de millones de colones al propio Estado.

Todos esos recursos que probablemente son más de los que el Ministro de Hacienda ha hablado hasta ahora, ayudarían mucho más que lo hecho para enfrentar la actual crisis generada por la pandemia.

Pero si nos ponemos a esperar que los políticos, los cabilderos y los poderes económicos, lleguen a acuerdos, nos agarra el día del juicio final y la situación para los centenares de miles de costarricenses que se han quedado sin trabajo, sería igual al quinto círculo del infierno.

Hay que actuar ya, por eso aplaudo y apoyo la propuesta del gobierno de imponer un aporte extraordinario con cargo a todos los salarios mayores de un millón de colones para crear un fondo solidario que permita acudir diligentemente en ayuda de quienes pasan hambre o están por caer rápidamente en esa situación. Sin remilgos hay que hacerlo ya, lo demás lo vamos acomodando y negociando. Soy optimista y pienso que de esta crisis tendrá que salir un mundo mejor y más justo, porque las injusticias que antes navegaban dentro de la normalidad ahora se tornan odiosas e inadmisibles.

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