Encontrar prosperidad después del desplazamiento

EP
Fernando Plascencia recibe un reconocimiento del Gobierno panameño luego de haberlos asesorado en temas de narcotráfico en sus puertos. Cortesía de Fernando Plascencia

MADRID, 27 Jul. (Martín Pinzón y María Isabella Espinosa/Universidad de La Sabana) – Desierto texano, medio día. Fernando Plascencia acaba de encontrar en su turno a unos migrantes mexicanos que atraviesan la trocha. Van madres, niños, obreros y albañiles. «Uno ve la cara de sus padres en ellos», recuerda el ex Border Patrol (patrullero fronterizo). Son ilegales.

El agente de «La Migra», como apodan a la policía fronteriza, los detiene mientras espera a que llegue la camioneta tipo van para llevarlos a la estación. Le piden a Plascencia pedacitos de su sándwich y un poco de agua. Él se los da y les dice: «Mañana ustedes lo intentan de nuevo. Que les vaya bien. Dios los bendiga». Sin embargo, debe cumplir con su labor: deportarlos.

Así, inició su carrera de agente federal Fernando Plascencia, ex miembro del Homeland Security Investigation (HSI), «una especie de FBI internacional», según sus propias palabras. Desde su infancia amó la autoridad y ya adulto la impartió por toda América. Cazó narcotraficantes, «Maras» -los pandilleros de El Salvador- y ayudó a desmantelar una estructura de narcotráfico que la cadena CBS catalogó en un reportaje como «The Super Cartel». Todo sin que sus equipos de trabajo sufrieron ninguna baja. «Es una bendición que nunca tuve una situación así», recuerda Plascencia, a quien le «enseñaron valores desde chiquito».

Fernando Plascencia nació en El Paso, Texas, en 1964. Sus padres eran una pareja de mexicanos que emigraron legalmente a los Estados Unidos. Al año de nacido, se divorciaron y Plascencia, junto con sus tres hermanos, pasó a vivir con su madre. Ella era costurera y trabajaba la jornada completa en una fábrica. Los niños se levantaban, tendían la cama y su madre les ayudaba a preparar el sándwich para la escuela. Cuando volvían del colegio les tocaba hacer algo de la casa: Plascencia y su hermano lavaban el baño, otra aspiraba y la hermana mayor cocinaba. Luego, hacían sus tareas. A los 15 ya sabía cocinar de todo, lavar la ropa y los quehaceres del hogar. Eso formaba parte de la ética de trabajo que su mamá les inculcó.

Desde su infancia, Plascencia admiró a los Border Patrols (patrulleros fronterizos). Creía que era lo más cercano a los vaqueros. El trabajo solitario en medio del desierto, los uniformes y su rol de autoridad seducían a un joven que se le inculcó el respeto por la autoridad y una cultura del trabajo. No obstante, las pocas vacantes en la Guardia Fronteriza parecían truncar la ilusión de Plascencia. Decidió estudiar para ser enfermero, pero «qué carrera más difícil», comenta entre risas. Cursó por dos años Artes Liberales, en la Universidad de Texas en El Paso y recibió el Associates Degree, diploma para quienes tienen dos años de educación superior. Pero, por inquieto, se fue a trabajar en Reddy Ice, uno de los productores de hielo más importantes en Norteamérica, desde los 25 años hasta los 30. Fue ahí cuando la crisis migratoria de finales de siglo, con más de 1.2 millones de inmigrantes ilegales en 1992 cruzando la frontera, le abrió las puertas de «La Migra».

Empezó en agosto de 1994. Él no se quedaba quieto en su posición. Entrevistaba a los migrantes en español e inglés, arrestaba y procesaba a quienes atrapaba, mientras colaboraba en investigaciones encubiertas para otras agencias federales. El ‘Sheriff’ dio «su palabra al país de que iba a hacer todo lo correcto. Si tenía que trabajar 14 horas para hacer algo, lo hacía: lo que quiero son resultados», señala Plascencia.

«Este tipo es bueno, es agresivo», comentaban agentes de otras agencias, de acuerdo con Plascencia. Sin embargo, cuando capturaba a los ilegales, «les daba la bendición y les deseaba suerte».

Luego de vivir su sueño por 10 años, Plascencia se aburrió. En 2004, sus amigos en otras agencias, dónde él colaboró, le dijeron que en el ICE – el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas – tenía una vacante para investigador en el HSI. «Leí la aplicación, el puesto, y dije: ‘Ah no, eso está escrito exactamente para mí’. Apliqué, inmediatamente me llamaron y fui elegido». Así, Fernando Plascencia, su esposa e hijo se fueron a San Diego, California.

Su trabajo era un proceso con un resultado esperado a largo plazo. A diferencia de su anterior cargo, Plasencia se convirtió en un agente «proactivo» que se encargaba de realizar investigaciones en las que, por medio de entrevistas a distintas fuentes, creaba un archivo con pruebas en contra de grandes organizaciones de narcotráfico.

Plascencia fue trasladado a Latinoamérica para continuar en su lucha en contra del narcotráfico y, posteriormente, el tráfico de personas. Durante los tres años que vivió en El Salvador, se enfocó en capturar y procesar a los «Maras» más buscados por la Interpol, la policía internacional. «Entrevistamos de nuevo a los familiares del ‘Mara’ (pandillero) – . Muchos platicaban que se iban a los Estados Unidos. Nos decían que trabajaba en una empresa x. Investigaba sobre esa empresa y lo encontrábamos». Así, capturó, según él, 24 cintas rojas, los delincuentes buscados por todo el mundo, del Top 10 en el país centroamericano, recibiendo un reconocimiento del gobierno salvadoreño.

En 2008, fue trasladado a Colombia, donde Plasencia conoció «sus más grandes casos de narcotráfico». La primera incautación fue en Buenaventura. Los mafiosos traían el dinero desde México a través de los puertos en contenedores. Llegaron tres contenedores de fertilizantes de sulfato de amonio que escondían en bolsas los billetes. La primera incautación fue de $41 millones de dólares. Luego vino el arresto de Daniel Barrera Barrera, alias «El Loco Barrera», en Venezuela, uno de los capos más grandes en la historia del narcotráfico.

A pesar de su éxito, no faltaron las filtraciones de sus investigaciones. «A veces información de nuestros casos, que ya estaban archivados en la Fiscalía, se filtraba. Nos dábamos cuenta de que la banda de criminales ya tenía información de lo que habíamos hecho, estábamos haciendo y para dónde íbamos. Es por esto que nos teníamos que blindar con fiscales especializados, que les dicen ‘blindados’, y que solo trabajan en casos de muy alto perfil», explica Plascencia.

En 2017 Plascencia terminó su trayectoria internacional. Lo trasladaron a Florida, donde prestaba apoyos al Comando Sur del Ejército estadounidense desde un escritorio, cuando su lugar había sido siempre el campo. Contemplaba el retiro, pues ya tenía los 25 años de trabajo como agente federal y estaba cerca de la edad máxima de jubilación: 57 años. Así, empezó a pasar cinco hojas de vida al día hasta que llegó una oferta imposible de rechazar para él: ser asesor en los puertos de Panamá en temas de narcotráfico, su «pan de cada día».

Ahora está cerca de sus seres amados. Visita a su madre de viernes a domingo. No se habla mucho con su hijo, «solo por chat». Luego del divorcio, y cuando Plascencia empezó a viajar por Sudamérica, el celular era lo único que los mantenía en contacto. «No estuve allí», lamenta «Fer», como le dicen de cariño. Ser un padre ausente es una de las pocas cosas que le pesa a esta altura.

Pero Fernando Plascencia ya tiene organizado su futuro. A los 62 años, con su pensión de agente federal, piensa dejar de trabajar, pues ha invertido en bienes raíces. Renta cuatro propiedades en los Estados Unidos. Eso le asegura estabilidad para cumplir con su nuevo sueño: «viajar, quedarme 2-3 meses en un Airbnb y conocer Sevilla y Lisboa». Además, planea tener un hogar en Florida, donde pueda estar cerca de su madre en los últimos años de su vida. Una vida de éxito. Para disfrutar la cosecha de años de siembra.

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