¿Embargo o bloqueo?

Editorial

Cuba-USA

Durante más de seis décadas, el gobierno cubano ha denunciado ante el mundo el “bloqueo económico, comercial y financiero” impuesto por Estados Unidos. La palabra bloqueo se repite cada año en la Asamblea General de la ONU, donde la inmensa mayoría de países vota contra él. Sin embargo, la realidad es más compleja de lo que sugiere la retórica política.

En sentido estricto, lo que existe no es un bloqueo —que implicaría impedir todo acceso a bienes, personas o mercados—, sino un embargo, es decir, un conjunto de sanciones y restricciones impuestas unilateralmente por Washington desde 1960. Estas limitaciones afectan el comercio, las finanzas y la inversión, pero no prohíben completamente las transacciones entre ambos países.

Desde el año 2000, tras la aprobación de la Ley de Reforma de las Sanciones Comerciales y Ampliación de las Exportaciones, Cuba importa de Estados Unidos alimentos, medicinas y productos agrícolas, siempre bajo condiciones de pago estrictas y sin financiamiento. En los últimos años esas importaciones incluso han aumentado, con cifras que superan los cientos de millones de dólares anuales. Resulta difícil hablar de “bloqueo” cuando barcos con maíz, pollo y trigo estadounidenses arriban con regularidad a los puertos cubanos.

Lo que sí persiste es un entramado de sanciones financieras y comerciales que limita el acceso de Cuba al crédito internacional y castiga a empresas de terceros países que comercian con la isla, lo que le da al embargo un carácter extraterritorial. Esa extraterritorialidad —no la inexistencia absoluta de comercio— es la que alimenta la narrativa del “bloqueo” en La Habana.

En definitiva, la discusión sobre el término no es solo semántica, sino política. Llamarlo bloqueo sirve al discurso de victimización del régimen cubano; insistir en embargo enfatiza su dimensión jurídica. Pero los hechos son tozudos: Cuba comercia con Estados Unidos, y por tanto, hablar de un “bloqueo total” ya no corresponde con la realidad. Lo que persiste es un embargo que, más que aislar a Cuba, se ha convertido en un símbolo de la inercia política de ambos lados del estrecho de la Florida.

Revise también

Caryl Alonso

¿Cómo lidiar con la tiranía del optimismo y las nuevas regresiones…? (I)

Los dilemas del minotauro en la fiesta del siglo… Caryl Alonso Jiménez Al parecer y …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *