Jorge Urbina Ortega
Mucho podría cambiar en los Estados Unidos, el próximo martes 8 de noviembre. El acelerado proceso de polarización y enfrentamiento que viene padeciendo ese país, podría tener un nuevo impulso, de consecuencias imprevisibles.Las crisis políticas no han sido frecuentes en los Estados Unidos y menos aún una, que haya dado lugar a especulaciones sobre la posibilidad cercana de una guerra civil. Sin embargo, ese es el escenario al que aquel país se enfrenta hoy. En estos tiempos lo impensable puede convertirse en realidad, como quedó demostrado el 6 de enero del año pasado, cuando una multitud invadió el Capitolio, azuzada por el Presidente desde la Casa Blanca, con el propósito de revertir un resultado electoral.
Eso es lo que trajo a la vida política estadounidense la irrupción en la vida política del iconoclasta Donald Trump, quien abrió un periodo de confrontación que pronto dio lugar a una fuerte polarización, agudizada por nuevas manifestaciones de racismo, xenofobia, la creciente aparición de mitos, “realidades alternativas”, falsas noticias y conspiraciones fantasiosas.
Ese clima político tan espeso, tan lleno de controversia, ha arrastrado incluso a los partidos políticos, que han cedido a la tentación de usar todos los recursos, válidos o no, para atacar a sus adversarios, para responder a los ataques de que son objeto y también para fraguar represalias y venganzas. Ese estado de ánimo lo encarnó bien el Senador Ted Cruz, precandidato republicano en 2016, cuando proclamó “lo que es bueno para el ganso, también lo es para la gansa”.
Es difícil medir la magnitud y la intensidad de toda confrontación política, pero en el caso de los Estados Unidos, hay elementos, como los llamados “Impeachment”, o procesos de destitución de los funcionarios públicos, que pueden ilustrar su alcance.
Los Impeachment fueron incluidos en la Constitución estadounidense en 1787, para destituir funcionarios en todos los niveles del gobierno, pero para los funcionarios cuyos nombramientos requieren confirmación del Senado, estos juicios políticos tienen lugar en ambas cámaras del Congreso. Los procesos empiezan en la Cámara de Representantes que puede elevarlos al Senado, por simple mayoría. Allí se requieren mayorías calificadas, de dos tercios de los votos, para decretar la destitución de los funcionarios que hayan sido enjuiciados.
Pasaron ochenta años antes de que se recurriera a la institución del Impeachment por primera vez, en 1868. Y luego más de cien años para que se usara por segunda vez contra Richard Nixon en 1974. Esto da idea de lo excepcional que fue este procedimiento, que solo fue activado tres veces en más de doscientos años; la última vez contra Bill Clinton en 1998.
Pero los de hoy, son tiempos distintos y tormentosos. El procedimiento del Impeachment ya fue activado dos veces contra Donald Trump, en 2019 y 2021. Ambos procedimientos fueron enviados al Senado por mayoría de los Representantes, pero en el Senado no alcanzaron la votación requerida por la Constitución para su éxito. Sin embargo, las elecciones de medio periodo, que tendrán lugar la semana entrante, podrían cambiar las cosas y dar a los republicanos la oportunidad de seguir la receta de Ted Cruz.
Según los estudios de opinión, el balance de fuerzas podría cambiar el 8 de noviembre en la Cámara de Representantes, facilitando que una nueva mayoría republicana pueda intentar vengar lo que califican de maniobras politiqueras demócratas, contra Trump.
Si alcanzaran mayoría, los republicanos están dispuestos a activar el Impeachment contra Biden, aunque desde ahora se puede anticipar que, en el Senado, no habrán votos suficientes para destituir a Biden, ni a otros funcionarios demócratas que están en la mira republicana.
Ya los republicanos han dado prueba abundante de su ánimo vengador y las continuas incitaciones de Trump, sumadas a las perspectivas electorales para 2024, podrían ser un estímulo adicional. El mismo 21 de enero de 2021, el primer día de trabajo de Biden, la Representante Republicana Marjorie Taylor Green presentó ante la Cámara su primer intento por destituir al mandatario recién electo. Los descabellados cargos de Green no prosperaron y su intento fracasó. Después, la Representante lo ha intentado varias veces, siempre con muy poco eco en la Cámara, donde su colega Lauren Boebert también trató promover el juicio de Biden y de la Vice Presidenta Kamala Harris. Green también ha presentado otras iniciativas contra el Presidente.
Ya lo importante no es si los juicios de destitución tienen éxito o no, sino el hecho de que el enjuiciamiento político se ha constituido, y aparentemente seguirá siendo un recurso de uso cotidiano que amenaza la estabilidad de la vida política de los Estados Unidos. Su uso motivado en la venganza, ratificado por decisiones tomadas dentro de los estrechos límites de la política partidaria, provocará sin duda mayor agitación en la sociedad y tendrá un impacto negativo en la polarización que ya asfixia a la democracia de los Estados Unidos. Parece llevar razón Joseph Biden, estamos frente a un momento decisivo para el presente y el futuro de su país.