Por Marion van der Kraats (dpa)
Berlín, 21 ago (dpa) – Aquí se hospedan los Rolling Stones, como cuando, hace poco, se presentaron en Berlín. El Hotel Adlon, cerca de la Puerta de Brandeburgo, también atrae a presidentes de Estados Unidos, majestades y estrellas de la televisión.
En él se alojaron la reina de Inglaterra e incluso el Dalai Lama, varias veces. Angela Merkel y Barack Obama se juntaron a cenar allí. Por otra parte, quedó para siempre en el recuerdo la escena protagonizada allí en noviembre de 2002 por Michael Jackson cuando sostuvo por encima de la reja de la ventana de su habitación a su pequeño hijo para mostrárselo a los fans.
El bebé pataleó y los fans gritaron asustados. Para el hotel, sin embargo, significó un pequeño empujón en su popularidad, según afirma el director del hotel, Michael Sorgenfrey.
Hace 25 años, el 23 de agosto de 1997, el Hotel Adlon volvió a abrir sus puertas. Fue el primer edificio nuevo en la Plaza de París, donde después de la Segunda Guerra Mundial y durante los años de la República Democrática de Alemania (RDA) habían sido destruidos todos los edificios majestuosos de antaño.
La reconstrucción del legendario hotel de lujo se convirtió también en un símbolo de la reunificación alemana. En el mismo lugar en el que hoy en día los turistas se agolpan para sacarse selfies delante de la Puerta de Brandeburgo, había tras la guerra y la división de Alemania tan solo un enorme terreno sin construir.
El antiguo hotel de lujo que abrió sus puertas en 1907 era muy conocido. Por ese entonces, el empresario Lorenz Adlon ofreció las primeras habitaciones con luz eléctrica y agua corriente caliente. Algo mucho más moderno que los salones del cercano palacio del emperador Guilermo II, quien inauguró el hotel y se convirtió en uno de sus huéspedes habituales al igual que muchos otros políticos de la época.
En los años 20, en los que el lujo convivía con la pobreza en Berlín, su hijo Louis Adlon y su esposa Hedda lo convirtieron en un punto de encuentro para huéspedes como Charlie Chaplin, Josephine Baker o Marlene Dietrich. En los años 30 también les gustaba festejar allí a los nazis.
En 1945, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, el hotel se incendió casi por completo, salvo por un ala lateral. En 1984 se derribó también ese resto, cerca de lo que se conoció como «la franja de la muerte» del Muro de Berlín. El nombre Adlon se convirtió en un mito. Sin embargo, en medio de la Guerra Fría, el grupo de hoteles Kempinski le compró el nombre a los herederos Adlon, más de 30 años antes de la caída del Muro de Berlín.
El tataranieto del fundador, Felix Adlon, afirma que hubo «ofertas muy lucrativas» para construir un nuevo Adlon en otro lugar. Una de las opciones era ubicar el Hotel Adlon en la ciudad de Wiesbaden, pero fue rechazada. «Si iba a haber un nuevo Adlon, tenía que ser en la Puerta de Brandeburgo», asegura.
En 1989 cayó el muro y Alemania y Berlín fueron reunificadas. La Plaza de París ya no estaba invadida por el alambre de púas. El empresario Anno August Jagdfeld comenzó a reunir dinero para construir un nuevo hotel mediante un fondo.
«A principios de los ’90, esto era puro escombro. Fue difícil crear el fondo y encontrar inversores», recuerda Jagdfeld, quien más tarde tuvo problemas por otros fondos inmobiliarios. El estado federado de Berlín apoyó la empresa. Entre los primeros inversores se encontró el empresario del sector alimenticio Rudolf-August Oetker (1916-2007).
El proyecto costó más de 400 millones de euros (407 millones de dólares) y los dueños son 4.000 inversores. La arquitectura, imitando al viejo Hotel Adlon, fue muy controvertida. Es probable que muchos de los turistas que se pasean por la Puerta de Brandeburgo no sepan que detrás de la fachada histórica y todo el terciopelo rojo y el revestimiento dorado de su interior se esconde una moderna construcción de concreto.
Veinticinco años después de su reapertura, y por más que algunos famosos prefieran alojarse en alguno de los hoteles de lujo nuevos más modernos en el Potsdamer Platz o junto a la Ópera Estatal, el Hotel Adlon es internacionalmente conocido. Pero su ubicación cerca de la Puerta de Brandeburgo hace que el Adlon sea percibido como una parte de la historia de Berlín. Cerca de él se encuentran las embajadas de Reino Unido, Francia y Estados Unidos, así como la Academia de las Artes.
Es por eso que, en el marco del competitivo mercado hotelero de Berlín, con más de 20 hoteles de lujo, el emplazamiento tiene un rol clave. Pasar una noche allí cuesta al menos 360 euros. La «Deluxe Suite Brandenburger Tor», con 130 metros cuadrados, se puede alquilar en la web por 8.500 euros la noche. Con tina y desayuno.
«El Adlon es sinónimo de hotelería de lujo y monumento al mismo tiempo», opina Christian Tänzler, portavoz de la oficina de turismo Visit Berlin. Afirma que la ubicación cerca de la Puerta de Brandeburgo es clave. «A esto se suman la agitada historia y los muchos huéspedes famosos. Muchos de quienes visitan Berlín quieren ver al Adlon, al menos tomando un café o té», dice.
La deslumbrante vida de la familia Adlon llegó incluso al cine. En 1996, el alemán Percy Adlon (descendiente por parte materna de la misma familia, quien dirigió, entre otras películas, «Bagdad Café»), rodó la película para televisión «In der glanzvollen Welt des Hotel Adlon» («En el mundo deslumbrante del Hotel Adlon»). En 2013, el canal alemán ZDF mostró la producción de 10 millones de euros «Das Adlon – eine Familiensaga» («El Adlon – una saga familiar») en tres partes.
En tanto, en la realidad, se abre un nuevo capítulo en los tribunales. Felix Adlon, hijo del director, lleva varios años luchando por la devolución de la propiedad e incluso demandó al estado federado de Berlín.
La cuestión que se aborda es si la familia podría haberse defendido contra la apropiación por parte del régimen nazi. Se argumenta que los Adlon fueron «expropiados de facto» y, por tanto, tienen derecho a una indemnización. Sin embargo, nada cambiará en relación a la propiedad del Adlon, según subraya el portavoz del grupo Jagdfeld, Christian Plöger.
«Queda descartado un traspaso de la propiedad, así como del hotel. En el mejor de los casos habrá una compensación económica por parte del Estado», añade.
Los 25 años del nuevo hotel serán festejados con una fiesta para empleados y una gala para invitados, así como ofertas especiales para pasar la noche allí. Y quien tome un té en el lobby del hotel el día del aniversario o entre el 26 y 28 de agosto, será saludado por camareros de frac y guantes blancos que le servirán champagne de una botella Magnum, de acuerdo con la portavoz del hotel, Sabina Held.
En tanto, los barman servirán el cóctel «Hommage 1997», en el que tiene un rol preponderante una de las bebidas preferidas de los huéspedes del Adlon, el champagne.