El puente de Brooklyn, ideado por un ingeniero alemán, cumple 140 años

Por Christina Horsten (dpa)

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Imagen histórica del famoso puente de Brooklyn en Nueva York, diseñado por el ingeniero alemán Johann August Roebling. Foto: DB/dpa

Nueva York, 24 may (dpa) – Bastan unos pocos metros para que el cónsul general de Alemania en Nueva York, David Gill, se cruce con los primeros turistas de su país en el puente de Brooklyn.

«¿Sabe cuántos años tiene el puente?», pregunta Gill a un padre y su hijo, y les da él mismo la respuesta: «¡140 años! Una gran construcción». Sus compatriotas coinciden: «Sin duda, muy impresionante».

El 24 de mayo se cumplen 140 años de la inauguración del puente de piedra caliza, granito y cemento sobre el East River, entre los distritos de Manhattan y Brooklyn, que fue concebido por el ingeniero Johann August Roebling, nacido en 1806 en la localidad de Mühlhausen, en el este de Alemania.

Para conmemorar el aniversario, el cónsul germano y el comisario de Transportes de Nueva York, Ydanis Rodríguez, recorren a pie el ahora mundialmente famoso puente desde Manhattan a Brooklyn bajo un sol radiante. Gill recibe durante el paseo una piedra original de la construcción.

«Este puente es una magnífica combinación de ingeniería alemana y espíritu empresarial estadounidense, una auténtica cooperación germano-estadounidense», destaca Gill.

«Durante 140 años, personas, coches y tranvías han cruzado este puente, que sigue en pie y probablemente lo hará durante al menos otros 140 años», añade el cónsul.

Cuando se inauguró en 1883, la construcción con pilares neogóticos atravesados por una pintoresca red de cables de acero fue el primer puente colgante de Estados Unidos, el más largo del mundo y considerado una maravilla de la ingeniería.

Entretanto, se ha convertido en un símbolo de la ciudad mundialmente famoso, muy frecuentado y a menudo restaurado, que atrae tanto a los locales como a turistas y ha inspirado a arquitectos, artistas, cineastas y poetas.

Sin embargo, el puente no trajo suerte al alemán Roebling, quien emigró a Estados Unidos en 1831. El ingeniero se aplastó el pie durante un trabajo de topografía y murió de tétanos unas semanas más tarde, mucho antes de que concluyeran las obras, que duraron 13 años.

Su hijo Washington tomó las riendas. Para poder anclar los dos pilares del puente a gran profundidad en el lecho del río, experimentó con cámaras de aire comprimido, poco probadas hasta entonces. Como consecuencia, se enfermó gravemente de la llamada enfermedad de los buzos, causada por una descompresión demasiado brusca, y solo pudo observar el avance de las obras con prismáticos desde la ventana de su piso en Brooklyn.

A partir de ese momento, la construcción fue vigilada por su esposa Emily, que también fue la primera en cruzar el nuevo puente en carruaje durante la inauguración. Junto a miles de neoyorquinos que ondeaban sus banderas también estuvo presente el entonces presidente estadounidense, Chester Arthur.

Al principio había que pagar peaje para circular por el puente de Brooklyn. Actualmente lo cruzan a diario y de modo gratuito unos 116.000 coches, 3.000 bicicletas y 30.000 peatones.

Según Gill, en un comienzo los neoyorquinos se mostraban escépticos ante la idea de usar la construcción de casi dos kilómetros de largo, cuyos pilares eran más altos que todos los edificios y torres de las iglesias de la ciudad.

«Las autoridades se preguntaron cómo podían lograr que la gente confiara en el puente y pensaron en algo que tuviese mucho peso. Se les ocurrió pedir al director del circo local que trajera a todos sus elefantes y camellos a Brooklyn para demostrar a la gente que este puente podía soportar tal carga. Y fue entonces, aproximadamente un año después de la inauguración, cuando el director de circo de Nueva York hizo cruzar a sus 21 elefantes y 17 camellos. A partir de ese día, los neoyorquinos creyeron que el puente era digno de fiar», relata el cónsul.

El Puente de Brooklyn

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