El futuro se llama esperanza

Apuntes para los que quieren volver al pasado

Conversaciones con mis nietos

Sábete, Sancho, que todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de
sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien esté ya cerca…
” Don Quijote de la Mancha

Arsenio Rodríguez

A lo largo de la historia de la humanidad, la complejidad de la sociedad y su estructura sociopolítica ha ido variando, a medida que se desarrollaban herramientas de producción, comunicación y desplazamiento. Transitando a través de comunas, ciudades, feudos, reinos, estados-nación, imperios, confederaciones y bloques globales, con diversos tamaños y grados de participación de sus ciudadanos. La educación de masas, la ciencia y la tecnología, el poder, las supersticiones, las creencias, la personalidad los líderes y los procesos naturales fueron gestando la expresión colectiva de la humanidad, de la misma manera que un jardín evoluciona pasando por etapas, de siembra, fertilización, poda, y cambios de clima.

El jardín crece colectivamente, pero sus componentes no están todos en el mismo estado de desarrollo. Algunos elementos aún están creciendo, mientras que otros ya están floreciendo. No hay nada en el universo que no esté en constante movimiento, cambio, y evolución, todo es cíclico. Así parece que están diseñadas las cosas.

La transformación de la humanidad ha ido acelerándose con el tiempo de manera asombrosa. Por dos millones de años vivíamos como tribus aisladas de cazadores-recolectores distribuidos por el planeta. Pero con el desarrollo de la agricultura, la domesticación de animales y la gestión de minerales, hace unos 12 a 15 mil años hubo una gran transformación. Los asentamientos humanos, el lenguaje escrito, llevaron a un mayor desarrollo de la capacidad humana para transformar el planeta. Hace solo 600 años los dos hemisferios del mundo conectaron sus culturas y poblaciones. Y un par de siglos más tarde el uso de la energía para mover la maquinaria y el desarrollo de la ciencia moderna, vinculó las gentes en su quehacer de día a día, en el uso de herramientas y procesos, con base en entendimientos desarrollados por la ciencia, y no con base en supersticiones u opiniones. Y nos llevó a otra realidad que alcanzó su máxima expresión en el siglo XX.

Las ciencias naturales reafirmaron las antiguas enseñanzas espirituales y místicas de que todo está estrechamente interconectado, de que todos estamos en el mismo barco. Y esto se reflejó en un progreso relativo del comportamiento con la abolición de la esclavitud, el reconocimiento de los derechos de la mujer, la expansión de la educación y la salud, la creación de sociedades más democráticas, y la adopción de consideraciones ambientales para hacer el desarrollo más sustentable y la sociedad más equitativa e inclusiva.

Pero como todo cambio, cada paso en pos de este progreso era resistido, por fuerzas e intereses opuestos a reconocer la naturaleza interconectada de todo. Y permanecían siempre remanentes de racismo, nacionalismo y patriarcado, movimientos políticos basados en el miedo al cambio, con un llamado a volver al pasado.

Esto, junto nuestra lucha personal y colectiva entre el egoísmo y el altruismo, nos lleva a que haya lideres políticos tan diferentes como Gandi y Trump. Y que existan sistemas tecno-económicos corporativos que usan los hallazgos de la ciencia, y los logros de la tecnología, para vender sus productos más que para contribuir a la solidaridad humana.

Y los encuentros de estos puntos de vistas tan diferentes, crean tiempos de mucha lucha y tensión sobre todo cuando son momentos de intensa transformación. Y parece que se avecina uno de estos momentos. Donde los conceptos de sálvese quien pueda versus todos somos una familia, están chocando a una escala global, porque la civilización actual está estructurada globalmente.

Como decía el Papa Francisco: “…Hoy más que nunca, todo está conectado, y hoy necesitamos más que nunca reconectarnos: – acompañar el crecimiento de la innovación científica y tecnológica con la equidad e inclusión social …. A medida que descubrimos nuevos planetas distantes, necesitamos descubrir las necesidades de nuestros hermanos y hermanas que orbitan a nuestro alrededor.

Un ejemplo importante de esta lucha global, entre el concepto del sálvese quien pueda versus todos somos familia, está ocurriendo en los Estados Unidos. En los últimos 100 años este país ha sido influyente en liderar ambos polos de la ecuación; la opulencia y la caridad, el desarrollo científico y el consumismo banal, el medio ambiente y la conservación de la naturaleza y el desarrollo económico sin freno, el racismo y la inclusión y diversidad. Es decir, la manifestación de las cosas buenas y malas que siempre ha exhibido la humanidad, en el ámbito de la civilización actual.

Hoy, la política oficial de Estados Unidos está centrándose en egoísmo, prejuicio, e ignorancia. Excluyéndose de avances en la ciencia, la compasión, la conservación de la naturaleza y la integración humana. En Europa y en otros lugares, estos políticas también están creciendo, aprovechándose del miedo de la gente al cambio y avivándolo con eslóganes de volver al pasado. Pero ninguno se ha proyectado con tanto impacto sobre el mundo como el gobierno de Trump, gracias a su uso efectivo de los medios de comunicación y su personalidad autoritaria y bufonesca.

Hemos progresado. Este conglomerado humano, desde sus orígenes evolutivos como homo sapiens, hace unos dos millones de años, hasta hace 12 mil años éramos tribus de cazadores-recolectores. Con el dominio de la agricultura, nació la sociedad, el lenguaje escrito, y la base de los recientes desarrollos acelerados en descubrimientos científicos, que nos han llevado en los últimos doscientos años a una civilización global. Y todo este proceso a través de luchas constantes, guerras y diferentes puntos de vista, sobre todo entre visiones de pasado y futuro. Un proceso de transformación con los impulsos naturales de acción y reacción.

Y no, los Estados Unidos, y el mundo, no volverán de nuevo hacia los años 50, como sugiere la propaganda política de Trump y sus seguidores, (parecida de alguna manera a los minutos de odio y el doble piensa del 1984 de Orwell). No volverán, porque la corriente de progreso de la humanidad sobrepasará como siempre la resistencia, y surgirá una nueva humanidad planetaria. Basada en una consciencia de diversidad, inclusión y equidad, y en la comprensión de que conformamos un ecosistema integral con la naturaleza, y que por tanto nuestro bienestar está íntimamente ligado con el ecosistema.

Como dijo el Papa Francisco; “El futuro tiene un nombre y ese nombre es esperanza. La esperanza es la virtud de corazón que no se cierra en la oscuridad, que no se detiene en el pasado, que no se esfuerza en el presente, sino que puede ver claramente el mañana.

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