Por Benno Schwinghammer (dpa)
Nueva York, 11 oct (dpa) – Nueva York fue antaño el hogar de una próspera comunidad alemana, donde florecían su gastronomía, sus costumbres y su lengua. Hacia 1850, era la tercera ciudad del mundo con mayor población germanoparlante, después de Berlín y Viena.
«Little Germany», en lo que actualmente es el East Village y el Lower East Side de Manhattan, experimentaba un gran auge, al igual que Chinatown y Little Italy. Pero una catástrofe ocurrida hace 120 años contribuyó a su hundimiento.
Fue una mañana soleada de junio de 1904. Alrededor de 1.350 personas -principalmente mujeres y niños de origen alemán- se proponían festejar la finalización del año escolar.
Como todos los veranos, la Iglesia luterana de San Marcos había contratado una embarcación de vapor para la comunidad germano-estadounidense del Lower East Side: el barco de excursiones «General Slocum».
Pero lo que siguió a la partida no fue una celebración, sino una de las peores catástrofes marítimas civiles en Estados Unidos hasta la fecha. Apenas media hora después de que zarpara el barco, se declaró un incendio bajo la cubierta. Una investigación posterior reveló que la colilla de un cigarrillo o chispas de la cocina hicieron arder paja mal almacenada.
Los intentos de extinguir el incendio fracasaron. Se dice que la tripulación comentó al capitán Van Schaick: «Es como si tuviéramos que apagar el infierno mismo».
Finalmente, el barco de 76 metros de eslora y 21 de ancho se hundió frente a la costa del Bronx, en un estrecho llamado «Hell’s Gate». Cientos de pasajeros murieron asfixiados, quemados o ahogados en las fuertes olas. Muchos de ellos no sabían nadar y fueron arrastrados a las profundidades también debido a la pesada y larga vestimenta, de moda por entonces.
El día que comenzó tan alegre y tuvo una culminación tan trágica se cobró más de mil vidas, en su mayoría de mujeres y niños de origen alemán. Pese a que esta tragedia en gran medida fue olvidada, continúa siendo la mayor catástrofe en la historia de Nueva York detrás de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
La Little Germany neoyorquina en el actual East Village, que llegó a contar con más de 50.000 inmigrantes alemanes, no se recuperó nunca de esta tragedia. Por entonces, alrededor de medio millón de neoyorquinos hablaba alemán. Y cada semana llegaban más migrantes a bordo de los barcos.
Alrededor de Tompkins Park, en más de 40 manzanas, había cervecerías, tiendas de «delicatessen», escuelas e iglesias alemanas, así como clubes de canto, deporte y tiro, de los que aún pueden verse muchos vestigios.
Pero tras la catástrofe del «General Slocum», cientos de hombres perdieron a sus familias, los jardines de infancia y patios de las escuelas permanecieron vacíos y numerosos hombres que habían enviudado se quitaron la vida o sufrieron depresiones.
Otros regresaron a Alemania o se mudaron más al norte de Manhattan, hacia Yorkville. Allí nació otra Little Germany, que sin embargo solo fue una pálida réplica de la original.
Sin embargo, según el diplomático David Gill, la tragedia de hace 120 años no es la única razón de la disolución de la comunidad alemana.
«Ya había una expectativa a finales del siglo XIX y en el siglo XX de que no solo los alemanes, sino también otros ciudadanos, se asimilaran más y fuesen más leales a Estados Unidos que a sus raíces nacionales», explica Gill, cónsul general de Alemania en Nueva York de 2017 a 2024.
«Las dos guerras mundiales del siglo pasado provocaron sin duda que los estadounidenses de ascendencia alemana se alejaran de estas tradiciones», continúa Gill. Además, el ascenso social de numerosos inmigrantes germanos también desconectó a muchos de su comunidad.